En 1946, el Congreso
estadounidense votó un texto que elaboraba una nueva visión del armamento militar: un sistema que
aislaba el arma nuclear del resto del arsenal militar del país para ponerlo
bajo la autoridad exclusiva del presidente de los EEUU (lo mismo pasó
ulteriormente en los demás países nuclearizados). Nos referimos aquí a un artículo
sobre La bomba y la democracia de David Markus
(jefe de redacción de la revista Disent):
Esta ley y la ley sobre la seguridad nacional de 1947 contribuyeron a crear los
regímenes de seguridad y vigilancia bajo
los cuales vivimos actualmente por acordar al ejecutivo estadounidense (pero
también a los ejecutivos de las demás potencias nuclearizadas) un margen de
acción considerable no sólo en tiempo de guerra sino también en “tiempo de paz”.
Escribe el historiado Garry Wills en “El Poder de la Bomba” (Bomb Power-2010),
que «el presidente puede establecer una
red compleja de instituciones (comisión de energía atómica, CIA, NSA)
dependientes de su gabinete… El uso de la más terrorífica arma de destrucción
masiva puede hacerse sin control por parte de los poderes legislativos y
judiciales». Desde 1953, el politólogo Robert Dahl alertaba a la opinión
pública. «La afirmación siguiente es
innegable: los procesos políticos de la democracia no pueden funcionar cuando
se trata de política nuclear».
Añade David Markus en su
artículo: La herencia de estas leyes se
hizo sentir en 1950 en Corea, en 1961 en Cuba, entre 1955 y 1975 en Vietnam… y
recientemente con la administración Bush. Como señala Garry Wills, unos
cuantos miembros del poder ejecutivo pudieron expresar, después del 11 de
septiembre de 2001, que la amenaza de guerra permanente inducida por el
terrorismo encajaba con la amenaza de guerra permanente inducida por la bomba
atómica. Dice el vice-presidente Cheney en 2008: «Desde hace más de cincuenta años, el presidente de los Estados Unidos
está acompañado los 24 horas del día por un edecán que transporta la maleta con
los códigos nucleares… Puede desencadenar
un ataque devastador como nunca se ha visto… no necesita referirse a quien sea, no necesita convocar
el Congreso, no tiene que informar a la Justicia. Tiene esta prerrogativa por
la naturaleza misma del mundo en que vivimos»
Desde 1945,
la brújula ética y política está perturbada: la bomba sobrepasa el
entendimiento de la humanidad que vive bajo el estado de urgencia permanente.
El Congreso estadounidense decidió no prorrogar el Patriot Act porque fue sometido a una presión creciente después de
las revelaciones de Snowden. Se invoca al imperativo de “seguridad” para limitar los derechos y las libertades individuales,
tanto en los Estados Unidos como en otros países bajo el pretexto de la
seguridad urbana o de la justicia penal o por imperativo de seguridad nacional.
Este Texto sirve de introducción al
Dossier El
cine negro en la era nuclear (Blog Cine Negro) con los directores Fritz Lang, Robert Aldrich, Stanley Kubrick.
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