28.6.12

Losey y la violencia



Dossier Joseph Losey
«la violencia física, en El Criminal, es algo esencial, en particular, la paliza en la celda  y ese tipo de cosas. No me gusta mostrar la violencia física a través de cada detalle escabroso, porque estoy de acuerdo con la gente que dice que eso induce a la violencia, particularmente en los jóvenes. De todas maneras, pienso que la violencia interna es más terrible, mucho más efectiva, comercial y socialmente, así que no soy un Peckinpah». (Joseph Losey)
Losey trata la violencia de una forma muy particular cuando  vemos  películas como The criminal, Eva o Time without pity. Es una violencia contenida, al contrario de la violencia de acción que invade el cine contemporáneo.  No le interesa el suspense de la acción porque se encuentra subordinada a la imagen de la pulsión.



Losey es el maestro del suspense del instante, tiempo suspendido a  la espera del acto, este temblor que invade el personaje frente a la provocación o antes de optar por la acción. Es una  representación estática de  una violencia contenida
En su entrevista con Michel Ciment, este explicita la posición de Losey al respecto: Para Losey, la violencia es algo monstruoso, terrible. Así que es deshonesto hablar de la violencia sin mostrarla,


pero también es deshonesto mostrarla inútilmente o insistiendo,  convertirse en un mirón de la violencia. Para Losey, la violencia en sus películas es seca, formidablemente eficaz, controlada por su prodigioso sentido del movimiento de los cuerpos, pero nunca gratuita ni complaciente… El arte es emoción y sensaciones y cuando se trata de retratar los enfrentamientos y conflictos en un mundo criminal, potenciados en el universo penitenciario,  esta fuera de lugar no mostrar la violencia.


 Losey sabe crear un cierto "efecto de distanciación", es decir, haciendo que la emoción no prime sobre todo. Ha sido alumno de Bertold Brecht y ha sabido integrar  sus métodos en películas como The criminal. El resultado es un equilibrio entre la emoción y la reflexión. No hay para el espectador una identificación con los personajes a pesar de sentirse implicado  emocionalmente. Puede mantener la cabeza muy clara para que lo que está en juego ideológicamente, económicamente, política, social y psicológicamente, sea puesto en su sitio, organizado en su cabeza gracias a esa "distanciación".


Losey trata la violencia  a la manera de Fritz Lang (lo veremos con "The big heat") o de Raoul Walsh (más adelante en este Blog: They drive by night), todos los grandes cineastas de esta generación eran capaces de expresar la acción física, muy física,  pero también eran unos moralistas. No aceptaban la explotación de esta violencia que se desarrollará más adelante en obras como Bonnie and Clyde, Grupo salvaje de Peckinpah o en las películas de Sergio Leone: cámara lenta, sangre, cierta complacencia o fascinación.

La imagen de la pulsión
Se sale de la película de Losey como de Kiss me deadly de Robert Aldrich,  que trataremos más adelante. Desde la primera secuencia, se manifiesta la singularidad de la empresa de un cineasta que pone la técnica al servicio del guión sin buscar el virtuosismo. El sentido del espacio y del decorado que le viene de su formación teatral, los largos planos secuencia o los primerísimos planos, la coreografía de los personajes, el encadenamiento de las secuencias con un ritmo marcado por el jazz o el blues acongojado de Cleo Laine… son unos cuantos elementos que fortalecen el potencial de la narración. Esta narración se da menos por el texto que por las imágenes  de las pulsiones de unos individuos rechazados, vencidos, unas sensibilidades exacerbadas por la soledad.
Es un mundo de hombres donde la mujer es radicalmente sinónimo de sexo o de amor hasta la muerte. Losey y el guionista Alun Owen se interesan más por el acto que por  la acción: el atraco perfecto es una secuencia de unos dos minutos.  Ellos prefieren hacer  un retrato del Criminal en sus idas y vueltas entre los dos lados de Highgate –la "Alta Puerta" que Johnny Bannion debe franquear


Por supuesto, Stanley Baker borda su papel con una combinación letal de carisma, de cinismo, de fuerza  bruta: Joseph Losey sabe dirigir este actor como lo hará más tarde con Dirk Bogarde.


Stanley Baker traduce el estado de encerramiento, cualquiera que sea el espacio, de un hombre que se sabe vencido, que se agarra a la mujer que lo quiere, dispuesto a jugárselo todo por intentar el último gesto del desesperado: huir. La pintura no se limita al protagonista principal.

 Tanto las descripciones detalladas de las relaciones y de los sentimientos y pulsiones de los compañeros de celda o de los guardias...
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..como las de los actores del golpe –en  primer lugar el personaje de Mike Carter– forman un cuadro fascinante. Es el resultado de la calidad de un  equipo en el cual conviene destacar  a Robert Krasker como director de fotografía y Johnny Dankworth por una banda sonora que satura el espacio acústico cuando hace falta con un jazz de una fuerza salvaje.

Sin embargo, la pintura de Losey no es un mero ejercicio estilístico, no se trata de valorar a unos actores, de dar este toque de glamur que el cine suele ofrecer cuando de una relación amorosa se trata, de apoyar las escenas de violencia con un efecto de cámara lenta o unos chorros de sangre que empapan progresivamente la nieve como se lo permite un Spielberg cuando sitúa su cámara encima de la cabeza del muerto (La lista de Schindler).
Pero las pulsiones trabajan el cuerpo y el medio en un proceso de degradación que condena a los individuos: no sólo Bannion, sino también …


…el frágil Pauley que elige el camino más corto tirándose por la barandilla. Es el choque y, a continuación, todo el bloque B, todos dejan estallar esta violencia contenido en un motín, la secuencia más espectacular de la película.
Tanto en el mundo penitenciario como al exterior de la cárcel, tanto en las relaciones sociales  como en la caracterización de los personajes, se hace sentir  la presencia permanente de otro mundo que, por momentos, se revela, desborda los medios sociales, invade el espacio y arrastra a los humanos y al medio hacia el encerramiento o abre una vía hacia un vacio, el blanco infinito de un campo de nieve.


Losey pertenece al grupo de  los grandes naturalistas que son Luis Buñuel y Eric von Stroheim. El filósofo Gilles Deleuze define la imagen naturalista en función de la presencia de este "mundo originario" que invade la realidad. Es la imagen de la pulsión. La vimos en Susana de Luis Buñuel (Dossier Tabú) donde el objeto del deseo despierta en cada personaje el impulso de la posesión violenta hasta el agotamiento del medio familiar.  Susana es el fetiche arrancado de la  realidad  para devolverlo al mundo originario de las pulsiones. En The criminal Suzanne despierta el mismo mecanismo en Bannion y probablemente en Mike Carter. Lo mismo ha pasado con Maggie anteriormente, una relación  que conduce a unas  pulsiones de rechazo, al desgarramiento y a la  desintegración final. El  impulsivo Bannion echa a todos los que lo rodean: Carter a la salida de la cárcel, toda la gente que organiza fiestas en su casa, a Suzanne… que acaba reteniendo, preso de un impulso sexual que le lleva al enamoramiento.

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