Quiero volver sobre algunos
puntos comentados en una reciente conferencia sobre ética y política. Me llamó
la atención una presentación del tema desde la pregunta ¿el bien o
lo legal?, la referencia a la filosofía, insistiendo particularmente
sobre el papel de Aristóteles, la evocación de la alteridad y el extraño con
respecto a la justa interdependencia. Siento que un acercamiento a una
definición de la ética pasa por un embudo o más bien se pierde en una espesa
niebla cuando se busca unas referencias fuera de la vivencia misma del ser
humano.
Intento aquí acercarme a la
noción de ética desde la vivencia.
El ser humano nace con un potencial, la
imaginación y la inteligencia que le permiten desarrollar las demás facultades,
la razón, el entendimiento, la memoria con el aprendizaje. se
cría en un entorno que lo moldea: se le enuncia el "bien" y el
"mal" desde una moral
religiosa o laica, unos "derechos" y unos "deberes" desde
unas instituciones establecidas por la sociedad humana a la que pertenece. Lo
que se moldea es su imaginación y su inteligencia, lo que se limita es su
potencial afectivo y creativo, lo que se define es su campo de acción para
asegurar su supervivencia y, si posible, un cierto bienestar. Su entorno es una
cuna que prepara su individualidad. Puede quedarse en este estado
pre-individual, transformar su potencial en poder, o aprovechar sus circunstancias y su potencial
para individualizarse.
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¿Puede el ser humano contar con
la pedagogía cuando es ésta la que lo
moldea desde los conocimientos acumulados y transmitidos? ¿Necesita el humano
de estos conocimientos para descubrir su potencial? ¿Necesita de las
experiencias transmitidas para comprender sus propias circunstancias?
Puede ser que todos estos elementos sean
necesarios, pero corrompen.
Lo que se transmite está cargado
de historia interpretada, de los mitos y símbolos de su sociedad, de conceptos
fijados, bloqueados cuando son generalmente evolutivos. La fuerza de los dogmas
se suele imponer sobre los matices del evento.
Puede ser que todos estos
elementos sean necesarios pero ¿son suficientes?
La transmisión del conocimiento y
de la experiencia de un humano a otro ha de acompañar el potencial de este
otro, su capacidad, su sensibilidad para no corromperlo.
Pero el humano debe acompañarse a
sí mismo en su aprendizaje. Si reconoce la cuna y los moldes con que lo han
criado como suyos, identificándose con la moral, con los derechos y
deberes enunciados en su sociedad, si
acumula los conocimientos transmitidos para aplicarlos, si actúa desde la copia
y la repetición, si acompaña a sus propias experiencias con una reflexión hecha
desde estas copias y repeticiones, entonces no puede descubrir su potencial ni
comprender sus circunstancias como para actuar desde su propia sensibilidad.
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Una sensibilidad moldeada no
puede expandirse si el humano a quien pertenece no se distancia de su molde y
de sus identificaciones – con su familia, con
su entorno, con su
cultura, con su historia –hasta poder tenerlos en la mano, hasta poder
descubrir que lo que le mueve en cualquier evento es más
de lo que le han dado y con lo cual se había identificado.
Este más
es la revelación de su verdadero potencial. Vibra en su interior, desarrolla su
intuición, su imaginación y la inteligibilidad de todas las cosas que le rodean
o que él mismo vive. La consciencia se vuelve mera herramienta de la percepción
sensible. Este más es lo que hace que el humano sepa.
Sabe lo que es correcto y lo que
no lo es.
Su sensibilidad agudizada crea la
distancia crítica con los pensamientos –los propios y de los demás.
Esta sensibilidad es la que permite
vislumbrar la distancia entre la subjetividad y
la necesaria y difícil objetividad para el vivir con los demás: vivir la
interdependencia entre humanos y entre la humanidad y su espacio-tiempo (ver el
Dossier con los demás en el blog memento).
Es esta distancia asentada en el
humano, este discernimiento, lo que permite realizar los consensos sociales y
los devenires de la sociedad humana en acorde con este desarrollo de las
sensibilidades de los demás y con el medio biológico al que pertenece el humano.
Sabe acotar su necesaria libertad
en función de las alteraciones posibles del entorno que percibe.
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Llamo Ética al resultado de este
proceso.
No puedo relacionar de ninguna
manera tal proceso con un planteamiento mental sobre si la ética
es el bien o lo legal o referirla a una definición filosófica,
religiosa o legislada. No veo por qué sublimar o enfatizar una actitud ética
hablando de amor, de sentimientos como la empatía. Tal como se describe en este
texto, no hay ninguna transcendencia en la ética. Es esencialmente inmanente a
cada individualidad desde su potencial sensible, desde una naturaleza sabia que
se revela cuando los moldes y las identificaciones se han relajado en el estado
presente perceptible. La Ética es la estética del difícil proceso propio de
cada ser humano que hace de la vida un arte. Acercarse desde su propia vivencia
a una actitud ética hace de tal proceso el fundamento de la ecología personal y
social, la transparencia en la vida pública, la participación en la polis donde los conflictos de intereses y las visiones reducidas
al individuo o a un sólo grupo no tienen lugar. Es incompatible con la aceleración del tiempo,
la reducción virtual del espacio, no puede expresarse en una relación
dominante-dominado, jerárquica, y no
reconoce en el individuo otra propiedad que su potencial sensible.
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