De repente (1954)
Director: Lewis Allen
Guión: Richard Sale Música: David Raksin
Fotografía: Charles G.Clarke
Actores:
Frank Sinatra as John
Baron
Sterling Hayden as
Sheriff Tod ShawJames Gleason as Peter "Pop" Benson
Nancy Gates as Ellen Benson
Kim Charney as Peter Benson III (Pidge)
Un nuevo encuentro con David Raksin
que nos impresionó tanto con su partitura en Thebig combo. Aquí, el músico hace lo que puede para seguir el
ritmo de la acción. Es que Lewis Allen nos mete, como William Wyler lo hará al
año siguiente, en la trama de la familia
americana rehén de los malos, como Horas Desesperadas. Bueno, no
exactamente: el malo de Frank Sinatra
llega a superar a Humphrey Bogart,
lo que no le es tan difícil, visto la floja actuación de ese en la película de
William Wyler. Pero el actor-cantante crea en Suddenly
una atmósfera sorprendentemente distendida a pesar de la acción violenta y
claustrofóbica en la que se desarrolla.
El arranque de las primeras secuencias es prometedor.
La ambientación que ofrece la pequeña localidad llamada
“Suddenly” está bien conseguida: sus
casas bajas, el supermercado, sus calles lo bastante anchas para que circulen estos
enormes coches que gastan una gasolina tan barata después de esta maldita
guerra. Todos se conocen, confían los unos en los otros. Su policía municipal
cuida de ellos.
Tod / Sterling Hayden Tod, el sheriff, está enamorado de Ellen,
viuda de guerra que vive en la casa de la colina con su hijo Pidge y su suegro
Benson, el abuelo jubilado que trabajó
en los Servicios Secretos del FBI. En la localidad de Suddenly,
o sea “De repente”, no pasa nada desde esta
época en que, hace 50 años, de repente, aparecían jugadores, pistoleros…Hoy convendría llamarla “Poco a poco” dice un municipal. Hasta
que… Tod reciba la información codificada “Resaca” que anuncia el paso de un
tren a las 17 horas donde viaja el
Presidente de los EEUU. Se parará en la localidad, desde donde un coche le llevará a su rancho.
De repente… cambia todo: cientos de coches de policía,
hombres grises con sombrero bajando de un tren especial, FBI y tutti cuanti… El jefe de este batallón ha sido subordinado del viejo jubilado Benson.
Decide visitarlo y Tod le acompaña hasta la casa de la colina. Ahí los esperan
Frank Sinatra y sus dos compinches. Estos, infiltrados como unos agentes más
del FBI, (lo que ha sido fácil en los primeros instantes de descontrol general),
saben perfectamente quien vive en esta casa. Esta tiene una posición
estratégica: la misión para la cual Sinatra está pagado es matar al presidente.
Esta intromisión de Tod y el jefe del batallón obligan Sinatra a intentar una
nueva estrategia. De repente… todo cambia de nuevo: el ritmo, la trama, los
encuadres que conviene asociar a un ambiente claustrofóbico. ¡No tenemos más
remedio que pasar una Hora Desesperada tragando el guión tan machacado de la
familia americana rehén de los malos!
En la época del
rodaje de Suddenly, estamos todavía respirando el
aire nocivo del macartismo y la Guerra Fría que calienta los ánimos de la
población mundial con esta pesadilla de la amenaza nuclear. Que el siniestro
Sinatra proyecte matar al presidente de los EEUU no es un guión anodino. Añadimos una viuda de guerra pacifista, dos varones protagonistas (Hayden y Sinatra)
que compiten en cuanto a medallas, respeto o odio a la jerarquía, recuerdos de la guerra que han librado para liberar
a Europa del fascismo o apropiarse de esta. Completamos con una reflexión, como
en Desesperate Hours, sobre la puesta en juego de los valores
conservadores –¿puedo utilizar la violencia, incluso matar
para defender lo que es justo? Acabamos con un discurso sobre la calidad del
servicio posventa de las instituciones –“mato al presidente,
cinco minutos después tenemos un nuevo… ¿Qué cambiará? Nada”. Al
final, tenemos un guión que pasa perfectamente la censura en la medida que el
móvil del dinero que mueve Sinatra nos separa de la versión política. Esta
visiblemente no interesa a Lewis Allen tanto como dar vueltas con la cámara al
carismático Frank Sinatra. « No me pagan para mataros y
no me gusta hacer las cosas gratis» avisa el malo de Frank al grupo
asustado.
Empieza
territorializando el espacio familiar con elegancia y simpatía en su papel de
agente del FBI, para transformarse poco a poco en técnico que no quiere que le
molesten en su trabajo de profesional
del crimen –dando bofetadas al niño Pete, amenazando de matarlo –hay que
reconocer que este niño Pete es bastante inaguantable, hinchado por tantos
donuts y helados, gran defensor del orden, que quiere ser sheriff,
guardaespaldas del presidente o el mismo presidente.
Nuestro amigo Frank se vuelve furioso, nos ofrece
su mirada inquisitorial con estos ojos azules que la coloración en 1986 por Hal Roach Studios transformó en negro (la remasterización en
2009 por Legend Films acaba con la infamia). El malo simpático, John Baron, se opone al bueno sheriff Tod, representante
del orden y del americano medio, más enamorado de su bandera que de su novia.
El malo lo hierre con una bala perdida en una pelea desde el primer encuentro.
Esta posición de inferioridad nos permite descubrir a un Sterling Hayden aburrido,
soso e inútil, lo que nos cambia de Teléfono rojo… o Atraco perfecto de Kubrick o de La jungladel asfalto de John Huston.
Le quedan sus conocimientos psicológicos recibidos
en cualquier escuela de policía o, al menos, lo que cabe en su cabeza. Conviene
al final representar lo previsible: la inversión de los papeles para que el
bueno gane. La psicología policiaca
tiene que funcionar para que Frank / John Baron acabe fulminado a los pies de
Tod. Esta imagen del pequeño italiano rastreándose mientras el gran rubio
musculoso disfruta de la victoria del bien sobre el mal supera todas las
imágenes de los pater familias héroes que defienden su familia rehén de
gánsteres como Frederich March en Horas Desesperadas
y tantas otras.
Kim Charney / Pidge: ver al otro niño en situación opuesta en The desperate hours |
Sin embargo, por
encima de todo eso, tres elementos dominan la narración, apoyada a veces por la
imagen: el poder de las armas en la educación de Pete, la importancia del
liderazgo, el papel de la mujer. El niño se encuentra en el centro de la acción
“armamentista” de la película: desde la primera escena, el sheriff Tod regala
una pistola de juguete al niño Pidge diciéndole: « ¿si tuvieras
una pistola que harías, atracar a un banco? » o « tiene que aprender que las armas no son siempre malas. Depende quien
las usa»…Pero su discurso es escalofriante: las armas como defensa
frente al agresor es su tema favorito. Se enfrente a Ellen, la madre de Pidge, viuda de guerra
pacifista. Pidge se nutre de los consejos de Tod, Pidge llega a provocar a
Frank Sinatra con un tono y unas frases de odio: “traidor” lanza a John Baron y
Tod añade: “que merece la cámara de gas”. Pidge llegará a manipular la pistola
del abuelo, con su complicidad, a tirar sobre el compinche de John Baron… Este
aspecto de la película es realmente molesto y me parece ser el punto de partida
de las películas violentas que invaden el cine y la TV los años siguientes. La
ética como marca de la alta valoración del arte cinematográfico que señalamos
cuando estudiamos el uso que hacen de la violencia una gente como Nicholas Ray
o Joseph Losey está totalmente ausente en este tipo de cine que banaliza el
“mal” en su sentido de dominación y violencia. La dominación es el otro
elemento notable: la que da el arma –con esta, eres Díos
dice John Baron –o la que acepta como liderazgo. Cuando Frank Sinatra se
presenta como agente del FBI y anuncia la llegada del presidente de los EEUU,
las caras se iluminan. Uno reconoce la necesaria protección de este
personaje, considera la jerarquización
de las instituciones como un valor indiscutible, está dispuesto a ofrecer su
espacio y su tiempo. Pero el listo de
Frank mete el dedo en la llaga: sabéis que si no me obedecéis,
uno de vosotros morirá y el atentado no tendrá lugar; ¿estáis dispuestos a morir para salvar al presidente?
Morir, matar, no es asunto de mujer y, además,
Ellen no es pacifista sino llena de miedos frente a la violencia de los
hombres. Suddenly es una película de hombres y
Nancy Gates,la única mujer de la
película. « A ver si dejas de comportarte como una mujer»
le dice el abuelo Benson. Una escena ridícula en la cocina es la primera
oportunidad para ella: con un largo cuchillo en la mano e ideas insensatas en
la cabeza, reprocha a Sinatra / Baron de no tener sentimientos. « No, no los tenemos, nos lo han quitados unos auténticos expertos»
le contesta Sinatra mientras le quita tranquilamente el cuchillo. Ellen ha
actuado como una mujer. La segunda oportunidad es la buena. Ellen actúa por fin
como un hombre, se han soltado los lobos: es ella quien dispara y acaba con la
pequeña pesadilla de la familia rehén, la pacifista monta una verdadera
carnicería. Ahora empieza para ella la gran pesadilla de una vida fundamentada
en la violencia.
Se habla de la influencia de Suddenly
sobre el asesinato de Kennedy por Oswald. Se ha especulado sobre la similitud
de los atentados, con el fusil apoyado en
el marco de la ventana en un punto estratégico o que Lee Oswald haya visto la
película son especulaciones, como el hecho de que Sinatra, avergonzado por este
papel de “regicida” quiso comprar las copias de la
película y destruirlas después de la
muerte de Kennedy. Un dialogo de Suddenly es
bastante llamativa: « nadie ha conseguido matar
al presidente» dice el sheriff Tod. « Hasta
ahora…» contesta Sinatra / Baron. La otra influencia, ésta
reconocida, es sobre la novela de
Richard Condon, The
Manchurian Candidate, que Holltywood adapta en 1962 con… Frank
Sinatra en el papel del defensor de la ley.
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