10.12.14

"Sabotage"-Alfred Hitchcock





Inicio / Alfred Hitchcock

Mujer solitaria (La ) 1936 

Director: Alfred  Hitchcock -Con el título The woman alone en los Estados Unidos

Guión: Charles Bennett/Joseph Conrad (novela "The secret Agent")

Música: Louis Levy

Fotografía: Bernard Knowles

Montaje:Charles Frend

Producción: Michael Balcon Gaumont Film







Sabotage de Hitchcock fue estrenada en los Estados Unidos como de The woman alone, lo que justifica el título de la versión española. Como M (1931) y más tarde Fury (1936) de Fritz Lang, es una película precursora del género negro por las fuentes de inspiración que son sus temáticas y la creatividad de algunas secuencias y de algunos de sus planos. El punto de arranque de este Blog – que se proponía unas publicaciones con un hilo conductor explícito o implícito – fue justamente este primera página que relacionaba la famosa secuencia del acuario en The lady from Shanghai deOrson Welles con la de Sabotage (ver Acuario). Retomamos este hilo conductor entre los dos directores prolongando la publicación de un dossier Hitchcock sobre The wrong man con la segunda parte del Dossier Welles (The lady from Shanghai después de The stranger, Welles y los campos).

 
El señor Karl Anton Verloc lleva una vida aparentemente tranquila al lado de su mujer y su joven cuñado Steve. La familia se instaló en Londres un año antes, proveniente de América. Verloc dirige un cine de barrio en Londres pero eso es una tapadera: en realidad es un agente secreto, miembro de la rama londinense de la organización terrorista activada por un Estado extranjero. “¿Quién está detrás de esto?”, pregunta el detective a su superior. “Hay quienes  no podemos cazar. Nosotros vamos detrás de los hombres que ellos contratan”.
Pero la organización pide a Verloc ir más lejos que los actos de sabotaje, como el que dejó Londres sin electricidad. El hombre que la dirige conoce sus problemas económicos y le chantajea para pagarle a cambio de colocar una bomba en la estación de Picadilly Circus el día de la fiesta del Lord Mayor,  para que haya el mayor número de víctimas posibles. Verloc se niega a ser responsable de la muerte de seres humanos pero el jefe le deja entender que siempre puede encontrar “un amigo que le puede ayudar” y le da la dirección del fabricante de la bomba.El cobarde Verloc se echa atrás y manda al joven e inocente Steve para entregar el artefacto a sus cómplices, disimulándola en un paquete que contiene unas bobinas de películas. El retraso involuntario de Steve hace que la bomba explote en un autobús y mata al joven y unas cuantas personas. Con la ayuda de Ted, el detective encargado por Scotland Yard de vigilar las andanzas de la organización, la señora Verloc pone al descubierto el papel de su marido en el atentado de Picadilly. El horror que le produce esta revelación le conduce a matar a Karl Anton Verloc.
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Conrad, Hitchcock y José Luís Borges


Sylvia Sidney y John Loder

Charles Bennett es uno de los principales guionistas con quien trabaja Hitchcock en esta época; después de Blackmail (1929) adaptación de una obra de Bennett, éste firma su primer guión en colaboración con Hitchcock, contratado en la Gaumont British Picture Corporation para realizar The man who knew two much (1934). La colaboración sigue hasta 1940 e influencia la dirección que tomará más adelante la obra del director. El éxito viene con The 39 Steps (1935), la historia de un hombre (Robert Donat) que, acusado por error, debe dar la prueba de su inocencia. El tema es recurrente del hombre inocente en un mundo culpable (ver Dossier Hitchcock en el Blog) en su obra: Young and Inocent (1937), Foreign Correspondant (1940),  Saboteur (1942), I Confess (1953), The wrong man (1956), North by northwest (1959), Frenzy (1972).

Después de Secret Agent, y antes de un primer viaje a Hollywood con su mujer Alma Reville y su asistente Joan Harrisson, Hithcock rueda Sabotage (1936) con Sylvia Sidney y John Loder en el papel del detective (aunque Hitchcock hubiese preferido tener a Robert Donat para confirmar el éxito de The 39 Steps). La película es una adaptación de “The secreta gent” de Joseph Conrad, firmada por Charles Bennett y Alma Reville. Con Sabotage se termina la colaboración con su promotor Michael Balcon que data de 1922. Balcon era uno de los fundadores de la compañía de producción independiente Gainsborough Pictures con la que Hitchcock trabajó antes y después de su periodo con la Gaumont British que también cierra este mismo año de 1936. La colaboración con Charles Bennett acaba con Foreign Correspondant.

Con respecto a la libre adaptación de la obra de Joseph Conrad, conviene hacer notar que “The secret Agent” fue publicado en 1907: se trata de un relato político sobre el terrorismo y la fuerza de las ideologías, ambientado en el final del siglo XIX que, sin dar un mensaje claro ni tomar posición, deja aparecer la cautela del autor con respecto a los gobernantes y a los principios abstractos de los que quieren eliminarlos, su reserva sobre la guerra al terrorismo y su denuncia de una civilización industrializada en contradicción con los sentimientos anárquicos del corazón humano.   Tiene como protagonista a un hombre de negocios, agente secreto de un oscuro país de Europa del Este y que, a la vez, pertenece a una organización anarquista dispuesta a provocar unos atentados con bombas en Londres.
Pero, ¿qué dice José Luís Borges de este encuentro entre Hitchcock y Conrad? Dice que Sabotage se “inspira” en la novela de Conrad en estos términos: “El mismo realizador lo asegura. Tengo que reconocer que, sin su ayuda, hubiese encontrado esta filiación; pero no el divino verbo respiratorio “inspirar”. Habilidad de la fotografía, torpeza cinematográfica, tales son los juicios tranquilos que me “inspira” la última película de Alfred Hitchcock. En cuanto a Joseph Conrad… es indudable que, a pesar de algunas deformaciones, el argumento de la película rodada en 1936, coincide con los hechos del relato The Secret Agent (1907). Es igualmente indudable que los hechos relatados por Conrad tienen un valor psicológico y sólo un valor psicológico. Conrad propone a nuestra comprensión el carácter y el destino del señor Verlog, hombre perezoso, obeso y sentimental, que llega al crimen por confusión y por temor. Hitchcock prefiere transponerlo en la persona de un satánico germano-eslavo insondable. Un fragmento de la novela The Secret Agent, casi profético, invalida y refuta esta traducción:
 “Había en el señor Verlog este aire particular propio de los hombre que viven unas locuras, unas debilidades o unos vicios de los más viles de la humanidad, este aire de nihilismo moral propio de los dueños de bares de alterne, de detectives y agentes de policía secreta, de traficantes de alcohol… es posible que su cara sea perfectamente diabólica”.
Hitchcock ha preferido no tomar en cuenta esta observación. No lamento su curiosa infidelidad; lamento el trabajo subalterno en que se complace. Conrad nos hace comprender particularmente a un hombre que provoca la muerte de un niño; Hitchcock emplea su arte (y los ojos oblicuos y endebles de Sylvia Sidney) para enternecernos ante esta muerte. La meta del primero era de orden intelectual; la meta del segundo es apenas sentimental. Y eso no es todo: la película –horror complementario insípido –añade un episodio amoroso cuyos protagonistas son la señora Verlog, la sacrificada, y un guapo detective muy limpito disfrazado de vendedor de verduras”.
La crítica de Borges pone de relieve los principales defectos de la película de Hitchcock con respecto al desarrollo final de la trama, la insistencia del director para añadir la máxima emoción posible en cuanto a la muerte del niño, la vuelta que intenta dar al sacrificio de la señora Verloc con este inverosímil “episodio amoroso” con el detective unas horas después del atentado, la muerte de su hermano, y de haber matado a su marido. Pero, con respecto a una “torpeza cinematográfica” por parte de Hitchcock, se trata más bien de una falta de compromiso político  que marca toda su filmografía. Lo que queda, sin embargo, no se limita por supuesto a una simple “habilidad fotográfica” como lo vamos a descubrir. 


Un punto de partida para una trayectoria genial
Estrenado el mismo año que Secret Agent –lo que puede dar lugar a confusión ya que la película que nos interesa es una adaptación de la novela “The secret agent” de Joseph Conrad –Sabotage fue un fracaso comercial que Hitchcock explica por el impacto sobre los espectadores de la muerte de un adolescente. François Truffaut, que tantas precauciones toma cuando dirige a los niños, hace esta reflexión a Hithcock: “Hacer que muera un niño en un film es un ejercicio delicado: estamos rozando el abuso de poder cinematográfico”. Lo que era válido en estas fechas, lo es menos al día de hoy con la saturación de morbo y violencia que ofrecen la grande y la pequeña pantalla. Hoy, el fracaso vendría más bien de un guión poco creíble en su última parte: sabemos que Hitchcock rechazaba la verosimilitud pero la resolución de su crimen con el improbable enamoramiento del detective para liberar a la señora Verloc de cualquier sospecha o juicio podría quitar fuerza a la obra.
¡Qué importan estos detalles que el director firma como si de un cómic se tratara!  Sabotage aparece en la filmografía de Hitchcock como un buen punto de partida para comprender la dirección que está tomando y que se hará más precisa con el tiempo: la integración del espectador en el tejido narrativo y el desarrollo que interrelaciona a los personajes.  Lo consigue con una dirección de actores al servicio de una cámara que sigue los movimientos de los cuerpos y escruta las variaciones de las emociones; pero también con un arte del montaje que define un ritmo temporal en el que injerta una suspensión del tiempo: la marca Hitchcock se está afinando. Algunas secuencias que detallamos a continuación son muy representativas de esta marca. En cuanta al humor, el director utiliza este ambiente de servicios secretos, espías, organización terrorista, cine… para ofrecer unos momentos de humor y jugar con las apariencias.

Ficción y apariencias

Ted Spencer (John Loder) en el cine de Verloc


El juego de las apariencias empieza desde la primera secuencia que descubre enseguida la tapadera de Verloc y la de Ted. Más tarde, Hitchcock nos ofrece la clásica cita entre el agente Verloc y su jefe con la orden de un nuevo atentado; pero… no tan clásica con la elección, para esta cita,  del acuario del que hablamos anteriormente: la entrada de la ficción en la realidad de Verloc, cuando los peces del acuario se transforman en edificios destruidos por el efecto de la explosión, visión apocalíptica de su próxima acción, el miedo que le invade, la vergüenza que se lee en su cara, y, al final, esta idea ingeniosa de Hitchcock o Bennett: su incapacidad para hacer funcionar la puerta giratoria a la salida del acuario, bloqueo premonitorio entre estos barrotes hasta que le ayude el detective que le ha seguido…. Después se desvelarán algunas otras apariencias: la señora Verloc intenta esconder su soledad y su tristeza detrás de una apariencia afable y sonriente. Desde el momento que su marido se porta bien con su hermano Steve…”Es la persona más atenta, inofensiva y cariñosa” dice, hablando de Karl Anton,  a Ted que le ha invitado a comer con Steve al restaurante, al detective no se le ha escapado que hay algo que va mal entre ella y su marido. El juego de las disimulaciones continúa: Ted comprende que ella sabe más de lo que dice sobre Verloc pero decide protegerla desde este momento y no transmite la información a Scotland Yard.   
Por fin, otra tapadera es la que visita Verloc: el artificiero que fabrica las bombas tiene una tienda de pájaros. Ya Hitchcock se interesa por este tipo de tiendas y por las aves: Steve tenía a una paloma en las manos antes de ir al restaurante, y la tienda de pájaros, las jaulas, … la gaviota de Tippi Hedren no vuela muy lejos en la cabeza del director… El hombre de la tienda de pájaros prepara sus explosivos en la cocina y las apariencias continúan mandando: no se puede hablar de pólvora delante de las niñas; mejor decir que se trata de salsa de tomata o mermelada… antes de pasar el pedido: dos jaulas con una bandeja muy profunda para el sábado. “Los pájaros cantarán a las 1h 45” dice el mensaje que acompaña la bomba escondida en la jaula que Verloc ofrece a Steve. Un regalo que le conduce a la muerte.   
Pero Steve tiene la última palabra sobre las apariencias: “Ted sabe mucho sobre gángsteres, ladrones y todo eso… ha leído mucho… dice que los gángsteres no son ni mucho menos tan terribles como aparentan. Algunos de ellos parecen personas vulgares y corrientes, como tú, como yo, como el tío Karl” dice a la señora Verloc mientras están arreglando la vela del barco que Steve quiere llevar al lago.  Verloc escucha, muy atento, mientras escribe a unos acólitos para intentar encargar a uno de ellos el trabajo sucio que acabará en manos de Steve. En todo este tiempo, la cámara se ha ido acercando a Verloc para pararse en un primerísimo plano de su frente y sus ojos. Concluye Steve: “Después de todo, si los gángsteres parecieran gángsteres, a la policía le sería muy fácil atraparlos, ¿no te parece?”. El “hombre medio, el hombre de la calle” a quien dice Hitchcock que se dirige, puede ser también un ladrón o un asesino sentado en la butaca de al lado.


Verloc (Oskar Homolka) escucha el discurso de Steve


La ficción está presente a lo largo de la película que se desarrolla en gran parte en un cine de barrio. Se accede a la vivienda de la familia Verloc por el mismo pasillo de la sala de cine y el salón se sitúa justo detrás de la pantalla. Oímos las reacciones del público, gritos de miedo, risas… unas cuantas veces y a cada paso de los protagonistas hacia la vivienda. Descubrimos aquí cómo Hitchcock percibe la industria cinematográfica: un divertimiento en relación con los movimientos de masas (muchos planos insisten sobre este último punto). La secuencia en la que Sylvia Sidney se sienta en una butaca después de las revelaciones de Verloc sobre el atentado y su responsabilidad en la muerte de su hermano Steve, es elocuente en cuanto al poder de la imagen: no hacen falta diálogos, es suficiente mostrar, dice Hitchcock. Por eso, proyecta en la sala del cine de Verloc un dibujo animado de Walt Disney, transmite la emoción (risas de la actriz que todavía tiene lágrimas en los ojos), la identificación (cambio de expresión cuando ve al pájaro negro tirar una flecha que atraviesa al pájaro cantante), aviva el pensamiento (la señora Verloc se levanta de la butaca, vuelve a su apartamento donde va transformar la flecha en cuchillo).
 

Analizamos a continuación las principales secuencias.
Primera secuencia-
Como también con Secret Agent que tiene también como tema el espionaje, Hitchcock y Charles Bennett introducen  aquí una forma narrativa de la investigación poco común para los espectadores de la época: la identificación desde el principio del culpable. La introducción del chivo expiatorio, particularmente violento en el caso de Sabotaje, es el otro punto común a las dos películas.

1mn 21 después de los títulos de crédito, empiezan una serie de planos:
1 bombilla (pantalla blanca) fundido con -2 calle de ciudad de noche con coches, sonidos de cláxones,,, fundido con- 3 bombilla (cambio de intensidad) -4 aguja del voltímetro -5 calle de ciudad bruscamente en la oscuridad (música orquestal acompañando el apagón seguido por voces de gentes en la calle, confusión) -6 vista de skyline de noche con efecto visual en el cielo recordando la forma de la bombilla -7 otra vista de los tejados y el cielo (sonido de calle y cláxones más fuertes) -8 otra vista tejados -9vista central eléctrica -10 plano sala de máquinas con turbo-generador de electricidad -11 hombres inclinados sobre máquina -12 primerísimo plano sobre la cara de uno de los hombres -12 la mano del hombre saca algo de un recipiente de la máquina -13 grupo de hombres encima de la mano abierta: arena, sabotaje, destrucción, premeditado… ¿Quién está detrás de eso? ¿Quién lo ha hecho? -14 2mn 16 Oscar Homolka (Karl Anton Verloc) cruza la pantalla de izquierda a derecha.




Sigue otra serie de planos:
-15 2mn20 “Underground” Plano sobre la  entrada del metro de Londres –sucesión de 11 planos sobre la multitud con velas, mecheros… planos de caras, de grupos, murmullos… hasta la salida del metro –
-26 2mn55 plano sobre la entrada de un cine-Sylvia Sidney en la taquilla con velas escucha las quejas de una gente –forman  cola al lado de unos puestos de frutas y verdura (John Loder /Ted está cantando) –que, por causa del apagón, piden ahora que se les devuelva el dinero. “Me gustaría que estuviera aquí mi marido” dice Sylvia a la empleada que acaba de llegar para sustituirla.
-37 3mn45 Música-Un hombre entre la multitud gira la cabeza y mira la cámara: ¡Karl Anton Verloc! Es el marido… rodea la larga cola formada en la taquilla y entra en la sala de cine que cruza, pasa cuelga su abrigo en una percha, mira sus manos, va a lavarlas… el agua del grifo limpia la arena en el fondo del lavabo. Todo está dicho: Sylvia Sidney es la mujer del terrorista Verloc que tiene un cine de barrio. Han pasado 3mn.

Verloc sube una escalera, cruza una habitación, entra en el dormitorio, se tumba y se cubre la cabeza con un periódico. La señora Verloc sube con una linterna, alumbra el dormitorio: “¡Karl, estamos sin luz!”. “Me había quedado dormido. ¿Se habían fundido los fusibles?” contesta Karl Anton: tiene su coartada. Si y No: Ted le ha visto entrar en el cine antes que vuelva la luz. Deja su tapadera (el puesto de verdura) y corre a Scotland Yard. Así descubrimos que Ted es el detective encargado de vigilar a la organización terrorista. En la sala de cine, mientras, están proyectando un thriller…
 La larga secuencia (unos 13 mn) está marcada por tres planos casi totalmente blancos: el primer plano de la película nos da, con la luz de la bombilla que invade prácticamente toda la pantalla es el punto de partida del acto terrorista con el apagón de Londres, el lavabo en el que Verloc elimina las trazas del explosivo,  y la luz de la linterna que la señora Verloc dirige hacia su marido sorprendido en la cama devuelve al terorista la marca de su crimen. Si estas tres manchas blancas refuerzan el ambiente del apagón de Londres durante toda la secuencia, nos da también nos un señal sobre la utilización que Hitchcock hará más tarde de este potente efecto, en particular con la famosa escena del vaso de leche que bebe Gregory Peck en Spellbound (Recuerda…).




Destaca desde esta primera larga secuencia la importancia que da el director a los sonidos: voces en la calle y cláxones durante el apagón, los pasos en la casa de Verloc, los gritos de los espectadores en la sala de cine, los motores de coches y camiones…
Otro elemento que resalta en la secuencia es el plano que la termina: Ted cruza la sala de proyección mientras los espectadores están viendo una película policíaca o de terror porque se manifiestan con algunos movimientos de humor y exclamaciones. El director da así un indicio que se ira repitiendo a lo largo de la película: fuera de un dibujo animado en primera parte como se solía hacer en la época (aquí de Walt Disney), el cine de Verloc suele proyectar thrillers o filmes de terror. Hitchcock hace con estos detalles un lazo entre las acciones y la tapadera de Karl Anton Verloc, entre la realidad y la ficción que se vive en su casa, entre el terror que propaga en Londres y el que vende a los espectadores de su cine. “Sabe a qué tipo de cine me refiero” dirá el (auténtico) vendedor de verduras, pensando que Ted vigila el cine y no directamente a Verloc. Hitchcock nos prepara así al atentado con el paquete que llevará Steve con la bomba envuelta con las bobinas de una película de terror.


El atentado : determinismo y azar
Verloc ya no puede contar con sus acólitos. Un detalle: en la reunión de Verloc con sus acólitos para confiar la bomba a quien se encuentra libre para el trabajo sucio,  uno de ellos reconoce al detective Ted Spencer que estaba espiando (lo que echa abajo el plan de Verloc que recaerá sobre Steve). Éste, joven y rellenito, es Peter Bull que, unos treinta años más tarde, tendrá el papel del embajador de la Unión Soviética que se peleará con George McReady en Doctor Strangelove (Telefono Rojo…) de Stanley Kubrick (1964).


Peter Bull


Verloc decide llevar la tarea de colocar la bomba él mismo. Pero la casa está vigilada por Scotland Yard. La idea de mandar a Steve viene simplemente cuando oye el silbido del niño imitando a los pájaros en la jaula, regalo de Verloc. Empieza el juego de palabras sobre el mandado que Verloc pide a Steve: “`¡Te imaginas si un día un macho pone un huevo!” dice Steve a Verloc.  “Vamos a matar dos pájaros de un tiro” dice Verloc hablando del encargo…

Steve (Desmond Tester )

Así que Steve, con su bomba bajo el brazo va a Picadilly Circus y pasa por un mercado donde sirve de conejo de Indias a un vendedor de pasta de dientes, se marcha y empieza la música dramática, con un acompañamiento que marca los segundos de un reloj. A la fiesta del Lord Mayor se le impide el paso. Su cara pasa de la inquietud a la sonrisa, la risa… se lo pasa bien mientras la mecánica de relojería hace girar las agujas del tiempo en sobreimpresión con las bobinas de la película atadas a la bomba.




Con más de 25 planos sucesivos en 2 minutos, con la imagen del autobús en el fondo y la multitud en movimiento,  Hitchcock consigue dar un ritmo  implacable a la marcha hacia la muerte de un niño, inocente de los maquiavélicos planes de unos cuantos adultos. Después de abrirse paso entre la multitud en el mercado, a Steve ahora le cuesta también llegar al autobús para no perder más tiempo. Le pasa lo mismo que con la fiesta del Lord Mayor y empieza la música dramática, Steve inquieto… el reloj…Steve se distrae con un perro a su lado…las bobinas del otro lado del asiento… el reloj… las manos sobre el paquete y las bobinas… el revisor… semáforo… trafico bloqueado…el perro… el paquete… otro reloj en la calle, por la ventana…el paquete… la ventana del autobús… coches… semáforo… otro reloj…el revisor… se repite una y otra vez al ritmo de la música lo que ve Steve y lo que la cámara observa en Steve, su inquietud creciente, su juego con el perro que se transforma en indiferencia. 35, 36, 37… planos sucesivos acelerando hasta la terrible explosión y la vuelta inmediata al apartamento en el cine: “Ahora que parece todo aclarado, ¿le apetece beber algo?, pregunta Verloc a su mujer y a Ted.




La primera escena en la que interviene Steve nos lo presenta como un joven servicial, adorable con su hermana, pero increíblemente torpe. Hitchcock pone en marcha la máquina del determinismo, de la fuerza ineluctable del destino que va a golpear una y otra vez a Steve,  como veinte años más tarde lo hará con Manny Balestrero (Henry Fonda) en The wrong man. Como Balestrero es el chivo expiatorio de un sistema policiaco-judicial implacable hasta ahora inoperante frente a una avalancha de atracos, Steve es el chivo expiatorio elegido por Verloc porque él es demasiado cobarde para provocar la muerte de inocentes en el centro de Londres, Y, como lo notamos para The wrong man, citando a J.L.Godard, son estos golpes del destino lo que crea el suspense de la secuencia del atentado.
Pero hay algo más: este suspense que organiza la precisión y el arte del montaje de la secuencia se ve potenciado por la situación: podría ser la de un inocente (de los hechos de que le acusan) en un mundo culpable que Hitchcock defiende en su entrevista con François Truffaut cuando éste sugería la posible influencia de su educación católica a propósito de I Confess. Pero Sabotage va más lejos: de todas las películas suyas que tratan de esta situación, ésta es la única en la que el inocente no sabe que es inocente ni que el mundo es culpable. El suspense que acompaña su travesía de Londres con una bomba bajo el brazo oscila entre tensión y relajación con humor y ternura pero mantiene la sensación de que a este niño no le puede pasar nada. Sin embargo,  Hitchcock se atreve y el choque es brutal: el mundo entero es culpable cuando su juventud inocente paga por los errores y las locuras de unos adultos.
 “Los excesos de violencia que abundan en los filmes malos se deben a la incapacidad del director para expresar unos sentimientos fuertes con unos medios sobrios”. dice Truffaut en su libro “Le plaisir des yeux”. La secuencia del atentado, con la muerte de Steve,  es una clase magistral que ilustra la reflexión del realizador francés. Ni sangre, ni cuerpos destrozados… la fuerza del impacto sobre el espectador corresponde al movimiento y el enfoque de una cámara, transcritos en un montaje  sensible. Añade Truffaut: “El suspense no es, como se cree muy a menudo, la manipulación de un material violento, sino, más exactamente, la dilatación de la duración, la amplificación de una espera, la puesta en evidencia de todo lo que hace que nuestro corazón lata un poco más fuerte, un poco más deprisa. Pero el suspense no está hecho exclusivamente de elementos visuales dice Truffaut: sobre este punto pensamos, para esta secuencia, en esta mezcla de humor y suspense en los diálogos con el vendedor en el mercado, en la relación de Steve con el revisor en el autobús que invoca la ley que no permite llevar bobinas de películas en transportes públicos por ser altamente inflamables (la cámara enfoca el título de la película: Bartholomew the strangler).



El romanticismo de la secuencia denunciado por Borges puede verse por supuesto en la dirección del actor Desmond Tester que despierta la emoción en las diferentes etapas de su comportamiento, la ternura de sus gestos con el perro, su responsabilidad que se despierta (y se olvida) con respecto al paquete… Esta insistencia de Hitchcock puede molestar y, como lo dice Truffaut, puede verse como un abuso de poder cinematográfico. La conclusión de esta violenta secuencia también parece dar la razón a Borges: la señora Verloc compra el periódico para seguir la investigación sobre el atentado, inquieta por no ver volver a Steve. Lee el título sobre el descubrimiento de las bobinas de Bartholomewe, the strangler y se desmaya. A despertarse ve la cara de su hermano en la multitud. Pero ¿no está Hitchcock haciendo lo que se propone: ofrecer su obra al “hombre medio” como lo reconoce,  al hombre de la calle que quiere divertirse y sentir moverse en él todas las emociones, las tensiones y las risas?

El crimen
Después de la muerte de Steve, es indudablemente la muerte de Verloc, la secuencia de su asesinato, lo que hace de Sabotage un punto de partida evidente no sólo para la trayectoria cinematográfica de Hitchcock sino para el montaje y la profundidad de campo en la composición de unas imágenes representativas del cine negro por venir. Por supuesto no se trata de innovación: en 1931, Jean Renoir,  con La chienne, hace un ejercicio ejemplar de movimiento de cámara y enfoque con profundidad de campo que señalamos a propósito del libro de André Bazin ¿Qué es el cine?. Pero es Fritz Lang que hace un trabajo incomparable por su creatividad en el asesinato de la pequeña Elsie por Peter Lorre / M y que desarrollamos en el Dossier Tabues


La señora Verloc no habla. Su marido intenta persuadirla de que hay que olvidar, tener unos hijos… que la culpa es de la organización… Sin quererlo mueve el pequeño velero de Steve encima de la chimenea, se pone delante. Ella baja,  entra en la sala de cine donde se proyecta un dibujo animado: se ve como un pájaro intenta enamorar a una hembra blanca y, mientras él canta, un pequeño pájaro negro celoso le tira una flecha que atraviesa su barriga rellenita. Ella se levanta de la butaca, decidida. La explosión de la bomba y la muerte de Steve han tenido lugar unas horas antes; el cine no ha cerrado, la pesadilla sigue para ella. No será la organización ni Scotland Yard la que pone en peligro la vida de Verloc.




Ver a Sylvia Sidney servir un estofado con carne y una verdura – que pone a Verloc furioso por no estar a su gusto – a las pocas horas de la muerte trágica de Steve forma  parte de estas escenas al que tanta afición tiene el director (pensamos a la mujer del inspector y sus temibles guisos unas décadas más tarde en Frenzy). Estos contrastes emocionales constituyen el arranque de la segunda máquina infernal inventada por Hithcock. En el comedor, oímos a los pájaros en la jaula, Es el único ruido que acompaña la secuencia. Ella sirve la carne: Verloc la mira, ella lo mira, mira el gran cuchillo y el tenedor… piensa… mira la silla de Steve vacía, la cámara la mira… Los planos se suceden, lentos, medidos: ella mira el cuchillo, vemos el cuchillo, retira su mano… vemos a Verloc que mira este gesto… y se levanta, va hacia ella que le adelanta en el gesto de coger el cuchillo… se miran… la cámara se acerca; primerísimo plano de las dos caras. Ella saca un ligero grito de sus labios medio cerrados. El: ¿Qué haces? Vemos el cuchillo plantado por ella en la barriga rellenita de Verloc que cae lentamente mientras ella lo sostiene. Mira a Verloc en el suelo, los pájaros silban en la jaula. ¡Steve! ¿Steve! Son sus únicas palabras en toda la secuencia. Sale del comedor y va a sentarse en una silla en el salón.  En 3 minutos desde el momento en que la señora Verloc empiece a servir el estofado, y en 33 planos, Hitchcock nos ofrece una de las secuencias más impactantes de su filmografía.  



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