Entre el amor y el pecado(1947)
Guión
: David Hertz (una novela de Elizabeth Janeway)Fotografía : Leon Shamroy
Música : David Raksin
Actores:
Joan Crawford : Daisy KenyonDana Andrews : Dan O'Mara
Henry Fonda : Peter
Ruth Warrick : Lucille O'Mara
La trama es simple: Daisy Kenyon es una
ilustradora de revistas famosa, una mujer independiente, libre, papel que
conviene evidentemente a la mujer de negocios que era Joan Crawford. Está
aguantando desde hace unos años la incapacidad de su amante, Dan O'Mara (Dana
Andrews), para tomar la decisión de
divorciarse.
Él es un magistrado de renombre, comprometido
en la defensa de un japonés, asunto que le va añadir problemas a los que tiene
con su mujer y sus hijas.
Frente a esta
situación que le está dañando, Daisy empieza una nueva relación con Peter, un
soldado que vuelve de Alemania después de la guerra.
Vuelve de Europa,
desilusionado.
Henri Fonda: «Cuando volví de Europa la primera vez
después del Día D (traducido en España por: después de la invasión), Nueva
York ya no era mi hogar por eso volví a Alemania»
Joan crawford: «En Alemania nada había cambiado,
supongo»
Daisy tendrá que "luchar para ser
feliz" y hasta el último momento no sabremos cómo acabará su lucha.
Preminger utiliza esta clásica
historia del triangulo amoroso como marco para una pintura de las pasiones: las
incertidumbres, los fríos cálculos, la rabia contenida. Es el mundo de las
apariencias de una sociedad burguesa de Massachusetts que se permite llevar a
juicio a la mujer como única responsable del adulterio. La traducción del
título al español en la época franquista incide por supuesto en esta dirección.
El director prosigue su
crítica de la sociedad estadounidense después de Laura y Fallen Angel,
antes de Whirlpool y Angel face. Detrás de estas
apariencias, Preminger nos propone una reflexión sobre los sentimientos que
borra los principios morales y las normas establecidas. Su cámara, fluida y discreta como siempre,
parece preguntarse sobre lo que piensan o lo que van a decidir estos amantes en
sus esfuerzos para no perder el amor del
otro. Los observa, los acompaña, se acerca hasta rozarlos, no toma partido ni
por una ni por otros. Nos es la fría mirada de un antropólogo ni la autopsia
del corazón de una mujer que lucha para conciliar la libertad y el amor. La
neutralidad objetiva y el respeto de los diferentes puntos de vista, propios
del estilo de Preminger, tienen aquí su plena aplicación. La calidad de los
diálogos y de los interpretes hablando del amor como pretexto para evadirse de los
miedos a la soledad y de la hipocresía
de la sociedad, hacen de Daisy Kenyon una película atípica en
las producciones de los estudios de Hollywood
de la época. Es sorprendentemente moderna por la actuación de Joan
Crawford y Dana Andrews, dos actores en la cumbre de sus carreras, por la naturalidad de sus expresiones y de sus
movimientos en este apartamento donde vive Daisy, trabajando, tomando café,
discutiendo. Con el veterano Leon Shamroy como director de fotografía,
Preminger consigue una atmosfera de cine negro en estos momentos íntimos. La
música de David Raksin envuelve esta atmosfera con dos temas de jazz, uno de
ellos favorito deDaisy, como le pasaba a
Stela (Linda Darnell) en Fallen Angel:
imágenes sonoras y narrativas sobre la feminidad, el toque Preminger.