Mostrando entradas con la etiqueta Raymond Chandler. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Raymond Chandler. Mostrar todas las entradas

7.11.15

Literatura




Después de  los escritores que pusieron de moda  las novelas de Detectives (ver en el Blog) con protagonistas como Sam Spade con Dashiell Hammett, Philip Marlowe con Raynond Chandler, Mike Hammer con Mickey Spillane…, conviene recordar algunos otros nombres de la literatura que influenciaron –o colaboraron con – la industria cinematográfica en el marco de lo que más tarde fue designado por género negro.
Aunque la novela policiaca tuvo que pasar por la fase de “mala fama y vulgar” su aceptación por el gran público por la manera en la que trataba la condición humana en sus dimensiones más oscuras de la psique cambió el panorama literario en los Estados Unidos y en Europa,  particularmente en Francia con la “série noire”, colección de bolsillo. La  segunda guerra mundial marca una etapa esencial en la cultura de masas con la edición de novelas y la realización de películas que van a definir claramente al género. Dos películas caracterizan esta tendencia en 1944: Double Indemnity (Perdición-Billy Wilder) y Murder, my sweet (Historia de detective-Edward Dmytryk). Si la segunda nos remite a Raymond Chandler y  su detective, Philip Marlowe (Dick Powell en esta o Humphrey  Bogart en The Big Sleep de Howard Hawks), la primera,  película de Wilder,  nos conduce al objeto de esta página: las novelas sin detectives “Private Eyes”.
 Un gran número de novelas van a inspirar a realizadores y guionistas y algunos escritores van a redactar guiones o colaborar a su redacción. Citamos a WR Burnett, Vera Caspery, Horace McCoy, Dorothy B.Hughes, Peter Cheney, Erneste Hemingway, David Goodis, Cornell Woolrich quien, a veces, toma el nombre de William Irish…., y por supuesto, James M.Cain.  ¡La lista es larga! Nos limitamos en este dossier a recordar algunas películas analizadas en este Blog en relación a las  obras literarias que inspiraron a los cineastas.

Este Blog Cine Negro empezó con un texto, El Acuario, que relacionaba la secuencia del acuario de La dama de Shanghai con una parecida en Sabotaje de Hitchcock, una película de 1936. Esta última se inspiraba en una novela de Joseph Conrad, The Secret  Agent, y recuerdo en su análisis la irónica crítica que hace José Luís Borges de la adaptación de Hitchcock. The secret Agent” fue publicado en 1907: se trata de un relato político sobre el terrorismo y la fuerza de las ideologías, ambientado en el final del siglo XIX que, sin dar un mensaje claro ni tomar posición, deja aparecer la cautela del autor con respecto a los gobernantes y a los principios abstractos de los que quieren eliminarlos, su reserva sobre la guerra al terrorismo y su denuncia de una civilización industrializada en contradicción con los sentimientos anárquicos del corazón humano. 

Obras teatrales


La obra de Hitchcock me llevó naturalmente a uno de sus limitados acercamientos al género, con Falso Culpable o Encadenados. Se trata de I confess (Yo confeso-1953) inspirada en la obra teatral de 1902  del escritor y administrador colonial francés  Paul Anthelme (1851-1914): Nos deux consciences (Nuestras dos conciencias) y que Hitchcock descubrió en los años 30.  
¿Las obras teatrales? Entre las llevadas a la pantalla, unas cuantas enriquecieron  el género negro. Citamos en el Blog a: Maxwell Anderson con Key Largo (Cayo Largo-John Huston-1948), Martin Vale con The two Mrs Carroll (Peter Godfrey-1947), John Colton con The Shanghai Gesture (El embrujo de Shanghai-Joseph von Sternberg-1941),  Summerset Maugham con The letter (La carta-William Wyler-1940).

Novelas y relatos


Pero, volvemos a la novela. aparte las evidentes relaciones con los famosos libros sobre Detectives, mi primera relación con una obra literaria se debe al humor de Zanuck y Mankiewicz en su idea de adaptar la novela Der Fall Cicero (Operación Cicero) de Ludwig Carl Moyzisch, publicada en 1950. Así que la portada del libro apareció en la primera secuencia de Five Fingers (Operación Ciceron-Joseph Mankiewicz-1952). En esta secuencia se contaba que el  escritor había sido el interlocutor directo del espía Diello-Cicero, empleado en la embajada de Reino Unido en Ankara. Diello le transmitía unos microfilms para la embajada de Alemania. El hecho de que el título del libro ý de la película fueran idénticos puede interpretarse como un guiño de Mankiewicz, un juego entre ficción y realidad.  Se sabía que “Five Fingers” había sido elegido por Darryl Zanuck  que, por superstición, necesitaba entrar una cifra en sus películas en estas fechas, Moyzisch existía pero da una versión borrosa de los hechos (en plena guerra mundial, Turquía, como España,  es neutra lo que abre las puertas a todas las maniobras). Diez años más tarde, en 1962, el verdadero Diello-Cicero publica su versión en “Yo, Cicerón”: se llama en realidad Elyesa Bazna, pero desaparece… se sabe que murió en 1971. Sin embargo, el caso es bastante rocambolesco y novelesco como para despertar la curiosidad y el deseo de utilizar estos ingredientes para una película. No volveré a encontrar esta curiosa mezcla de  literatura y cine en mi paseo por el género negro en este Blog.

El escritor, uno de los más destacados representantes de lo que, más tarde, se llamará “Novela Negra”, escribe en el prólogo de Double Indemnity, en 1943: «Sólo intento escribir como lo haría el protagonista, sin olvidar nunca que el hombre medio, en el campo, las calles, los bares, las oficinas… o hasta en las alcantarillas de este país, tiene un lenguaje muy vivo que va más allá de todo lo que yo podría inventar». Si muchas de sus obras fueron adaptadas para el cine, las que tuvieron más éxito entraron en la leyenda del cine negro. Corresponden a las novelas siguientes: The postman always rings twice (1934), Mildred Pierce (1941), Double Indemnity (1943, pero publicada antes en ocho episodios en la revista Liberty entre 1935-36).  Contribuyó a la redacción de guiones como por The Shanghai Gesture (Joseph von Sternberg-1941).
El amor, el sexo y el dinero, la traición y el crimen son los elementos claves de estas tres novelas citadas. En The postman always rings twice,  el amante deposita la semilla del crimen en la mente fértil de la mujer dispuesta a todo para acabar con la dominación del marido y organizar su propia seguridad, pero el amor le da también otra fertilidad: está embarazada. El crimen será mal improvisado y habrá que intentarlo por dos veces… como suele hacer el cartero... En Double Indemnity, la semilla tiene el mismo circuito pero con la idea del crimen perfecto. Mildred Pierce, dominada por su hija más que por los hombres, tendrá que asumir sus debilidades…

A partir de una historia de James M.Cain, bastante imperfecta, sobre un crimen imperfecto,  Billy Wilder y un equipo de lujo van a moldear lo que es probablemente el perfecto cine negro. En cuanto al crimen, sabemos que el género no puede tolerar que sea un “crimen perfecto”. Le conviene más el fracaso del criminal que pensaba actuar con perfección. Dice Neff (Fred McMurray) en Double Indemnity: « Sí, le maté. Le he matado por el dinero y por la mujer. No he conseguido ni el dinero ni la mujer. ¿Un verdadero éxito, no?». 

The Postman always rings twice (El cartero…-Tay Garnett-1946)
Cain antes de su primera obra literaria, un ensayo, One Government, fue reportero en el New York World y siguió el juicio de unos amantes, Ruth Snyder y Judd Grey: pensaban haber cometido el crimen perfecto matando el marido de Ruth para cobrar el seguro de vida. Acabaron denunciándose recíprocamente, lo que les llevó a la silla eléctrica. James Cain comenta en una interesante entrevista la creación de su obra a partir de este juicio (enlace en Parisreview). La adaptación cinematográfica, como para Double Indemnity, debe esperar la tímida relajación de la aplicación del código Hays sobre la censura después de la guerra. The Postman… se estrena en 1946. La realización clásica de  Tay Garnett y el casting elegido por la MGM da a la película un tono de glamur que limita considerablemente su alcance en el género negro en pro de un éxito comercial. En The Postman… no se encuentra ni la foto de John F.  Seitz, ni la música de Miklòs Rózsa, ni el trabajo de Barbara Stanwyck  y  McMurray, ni a Edward G. Robinson... ni el estilo de Wilder que da una base al género que manifiestamente Garnett no supo aprovechar.
Cuatro años antes, en 1942, Luchino Visconti se inspira en la obra literaria para realizar Ossessione (Obsesión) estrenada en 1943, cuando los alemanes ocupan Italia. Visconti despliega el texto de James M. Cain y da su verdadera dimensión al protagonista con la caracterización de nuevos personajes y una atmosfera que corresponde más a la novela que la adaptación de Garnett en su pintura de la vida de gente ordinaria. O sea: adaptar no es copiar con la intención de vender más, lo que Tay Garnett hará con la versión hollywoodiana de 1946.
Entre las dos películas citadas, Hollywood adapta la tercera obra de James M. Cain mencionada: Mildred Pierce (Almas en suplicio-Michael Curtiz-1945).

Este mismo año 1945, se estrena   Scarlett Street (Perversidad-Fritz Lang-1945)  adaptada de la obra del escritor Georges de  La Fouchardière que había inspirado a Jean Renoir con La Chienne (La golfa-1931)
Los años 1944 a 46 son de los más fructíferos para la influencia literaria  sobre el cine negro. Si, en 1946 descubrimos la película culta The killers (Forajidos-Robert Siodmak-1946)  adaptación del relato de Ernest Hemingway, en 1944, podemos citar a Graham Green  para Ministery of Fear(Ministerio del Miedo-Fritz Lang-1944)   - J.H. Wallis con Once of Guard para The woman in the window (Mujer del cuadro-Fritz Lang-1944) - Eric Ambler  con A Coffin for Dimitrios para The mask of Dimitrios  (Jean Negulesco-1944), - Vera Caspary para Laura (Otto Preminger-1944), y más tarde - Blue Gardenia  (Gardenia Azul-Fritz Lang-1953) Cornell Woolrich para Phantom Lady  (La dama desconocida-Robert Siodmak-1944).

Con respecto a este último escritor,  además de Phantom Lady conviene recordar su influencia sobre el género por su tratamiento de las situaciones de impotencia y de paranoia: borracheras, amnesia, hipnosis, predicción de la muerte del personaje o del crimen que va a cometer… en películas como:
Street of Chance (Jack Ively-1942 con Claire Trevor ) novela: The Black Curtain
Deadline at Dawn (Harold Clurman-1946) novela:  Black Angel 
Fear in the Night (Maxwell Shane-1948) novela: Nightmare
Night Has a Thousand Eyes (John Farrow-1948 con Edward G.Robinson) (novela)
The Window (La ventana-Ted Tetzlaff-1949) (The Boy Cried Murder)
No Man of Her Own (Mitchell leisen-1950- con Barbara Stanwick) (I Married a Dead Man)
Notamos también sus novelas: It Had to Be Murder adaptada por Hitchcock (Rear Window-La ventana indiscreta-1954),y  con el apodo de William Irish: The Bride wore Black  (La mariée était en noir- François Truffaut -1958) y Waltz into Darkness (La sirène du Mississippi-François Truffaut- 1969)


Otros autores destacados en este Blog en una lista que no pretende ser exhaustiva:
-David Goodis con  Dark Passage (La senda tenebrosa-Delmer Daves-1947) y Nightfall  (Al caer la noche-Jacques Tourneur-1957) 
-Dorothy B.Hughes con The fallen sparrow  (Perseguido- Richard Wallace-1943) y In a Lonely Place (En un lugar solitario-Nicholas Ray-1950)
…y también:
-A.I.Bezzerides con  They drive by night  (Pasión ciega-Raoul Walsh-1940) y  Thieves ’Highway (Mercado de ladrones-Jules Dassin-1949)
-W.R.Burnett con  The asphalt jungle (La jungle del asfalto-John Huston-1950)
-Richard Brooks ( The Bricks Foxhole) con Crossfire  (Encrucijada de odios-Edward Dmytryk-1947)
-Sam Fuller  (The Dark Page) con  Scandal Sheet (Trágica información-Phil Karlson-1952)   
-Clifford Odets  con Clash by night (Encuentro en la noche-Fritz Lang-1952) y, con Ernest Lehman:  Sweet Smell of Success (Chantaje en Broadway-Alexander Mackenderick-1957)
 -Guy Endore con Whirlpool (Voragine-Otto Preminger-1949)
-Peter Cheney con la adaptación de Sinister Errand: Diplomatic Courier (Correo Diplomático-Henry Hathaway-1952) ,
James Hadley Chase: adaptación de Eve (1945) por Joseph Losey en 1962
-Patricia Highsmith von Strangers on a Train (Extraños en un tren-Alfred Hitchcock-1951) 

- …y Emile Zola (La Bête Humaine) con  Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954)



Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro           Más de memento


1.4.15

"Lady in the Lake"-Robert Montgomery






La dama del lago 1947

Director: Robert Montgomery  

Guión: Steve Fisher / Raymond Chandler (“The lady in the lake”) 

Música: David Snell

Fotografía: Paul Vogel

Montaje: Gene Ruggiero

Producción: George Haight MGM


Actores:

Robert Montgomery es Phillip Marlowe



Audrey Totter es Adrienne Fromsett


Lloyd Nolan es el policía Garmot


Tom Tully es el comisario Fergus K. Kane

… y también: Leon Ames / Kingsby -Jayne Meadows / Mildred -Richard Simmons / el gigoló Chris Lavery -Lila Leeds / la secretaria-"Ellay Mort" / Crystal Kingsby.


En tela de fondo: Noche Buena  (“la muerte se ha ido de vacaciones” dice un personaje que ha decidido pasárselo bien). La acompaña la música de la banda sonora: empalagosa cuando se nos enseña las coronas de flores colgadas en las puertas de las casas, se puede volver terrorífica durante una persecución en coche,. El comisario es un Papa Noel   para su hijita y su mujer que no paran de llamarle al teléfono: ¡a ver cuando vuelve al hogar y se olvida de su profesión esta noche! El periodista tumbado encima de una mesa, a la una de la madrugada, también habla con su novia al teléfono para organizar una salida e ir a bailar cuando acabe de informarse sobre esta historia de asesinato de un gigoló en la ducha…


Muchas direcciones y números de teléfono se intercambian durante esta investigación de Philip Marlowe… que Aundrey Totter (la extraña señorita Fromsett) ha invitado a la oficina de la editorial del señor Kingsby sin avisar a éste. Fromsett es la asistente de Kingsby y quiere contratar a Marlowe. ¿No sería más divertido para Marlowe seguir a la bonita Lila Leeds, la recepcionista en vez de meterse en unos líos por unos cientos de dólares?


Quiero ser tu chica” le dice Adrienne Fromsett; pero Marlowe no se puede fiar de nadie y menos de ella, cuando le hace el juego de la mujer sola… “Feliz navidad, Marlowe”…
Le ha contratado por 300 dólares para encontrar a la mujer de Kingsby, Cristal, que ha desaparecido con un gigoló, Chris Lavery. Aparentemente Fromsett quiere comprometer a Cristal y tener vía libre para conquistar a su jefe. Aunque sus maneras son muy sospechosas, el detective tiene dificultades para resistir a sus encantos.  “Si no descubro la verdad, nunca estaré seguro de ti” dice Marlowe a Fromsett que no quiere dejarlo meterse en más líos ¿no estaría engañando de nuevo a Marlowe? “Tengo miedo pero es maravilloso” dice el valiente detective. Pero Kingsby le pagará 5 000 dólares  para proteger a su mujer que, por fin, ha reaparecido, con dos muertos en su camino: el gigoló y esta mujer, en el lago…


Y ahora Marlowe tiene que tragarse el cuento de Cristal Kingsby, ¿la actriz? Ellay Mort (pronunciado en francés, podemos traducirlo por “ella ha muerto”). ¿O será Mildred? ¿Quién está en el fondo del lago? “Soy una buena chica que se ha metido en líos” confiesa esta mujer a Marlowe. “¡Claro, me gustaría jugar a las muñecas con usted!”, le contesta Marlowe. Pero ¿qué viene hacer el actor Lloyd Nolan en este caos?, ¿qué quiere este policía que Marlowe se cruza siempre en el camino de sus investigaciones, al principio pagado por Fromsett, y después por Kingsby?


Cámara subjetiva pero poca sugestiva,  con cortas interrupciones en las que vemos al sujeto, Philip Marlowe (¿Philip o, como en esta película, Phillip?), estático detrás de una mesa o reflejado por un espejo, ¡qué importa desde el momento que se trata de Raymond Chandler y de su famoso detective! Chandler, encargado del guión con Steve Fisher, ha reunido unos cuantos detalles de novelas suyas: Bay City Blues, Lady in the lake, No crime in the montains, publicados entre 1937 y 1941.


Ahora, después de ver lo que ha hecho Robert Montgomery, no está muy satisfecho; nosotros tampoco. Escribe Chandler a un amigo que esta técnica de cámara subjetiva “es un viejo truco de Hollywood, Todos los jóvenes guionistas y realizadores lo han probado… He conocido a uno que quería que la cámara fuera el asesino; eso no podía funcionar… ¡la cámara es demasiado honrada!”. Si quieres realizar por las imágenes en movimiento lo que hay escrito en un relato en la primera persona, miras a Delmer Daves con Dark Passage o, mejor, a Hitchcock con The wrong man: la cámara subjetiva, “sujeto con voz en off o hablando a otros personajes”, identifica mucho mejor el espectador al sujeto cuando alterna con la cámara objetiva. Esa última es la que da consistencia al protagonista: vemos lo que él ve, pero lo vemos también las expresiones de la cara en sus estados emocionales, los movimientos del cuerpo en sus acciones y reacciones.
Chandler es una referencia en materia de novela negra y el personaje del detective creado con Philip Marlowe representa al perfecto caballero, a veces cínico, pero con una ética impecable. Ver una investigación, además bastante confusa como le gusta al escritor, desde el punto de vista del investigador no aporta nada a la trama y menos al ritmo. Si el efecto “cámara subjetiva” sorprende al principio y divierte por momentos, pronto se vuelve muy pesado. Los actores mirando continuamente a la cámara sobreactúan en la medida que sus papeles no interpelan al espectador.
 Es el caso principalmente de Audrey Totter que es el personaje que pasa más tiempo mirándonos mientras se va transformando: de la asistente de Kingsby que pone en marcha una intriga compleja y extraña, a la femme fatal que parece estar enamorada del jefe mientras intenta seducir a Marlowe, para pasar a ser inesperadamente la dulce y enamorada salvadora del detective. Difícil de comprender cuando la actriz ofrece pocos cambios en la expresión de su mirada hipnótica. Sólo Lloyd Nolan y algunos otros secundarios consiguen dar una buena interpretación de unos papeles que sorprenden cuando nos amenazan con pistolas o nos dan unos puñetazos.


Sin embargo, la trama no corresponde nunca a una colusión entre actores y espectadores, esta “imagen colusiva” que encontramos en Woody Allen o Tarantino (ver Blog + más de memento) o, mucho antes, en Dark Passage, la escena en el quirófano en la que el cirujano y el chofer miran a Bogart y se ríen en complicidad con el espectador, o Bergman y el espectador mirón en este inolvidable Verano con Mónika… Un disparo a la lente de la cámara, o sea a Marlowe, hubiese permitido reanimar al espectador.
La apuesta de Montgomery nos hace olvidar a Montgomery actor –el cual, de todas maneras, es lo suficientemente flojo como para olvidarlo – y más bien echar de menos a Dick Powell (Murder, my sweet-Edward Dmytryk) o Humphrey Bogart (The Big Sleep-Howard Hawks) que le han abierto la puerta de la leyenda cinematográfica, consolidada más tarde por Mitchum o Elliot Gould.

Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro               Más de memento


18.2.15

"Strangers on a train"-Alfred Hitchcock



Extraños en un tren 1951

Director: Alfred  Hitchcock   
Guión: Whitfield Cook-Raymond Chandler / Patricia Highsmith  
 Música: Dimitri Tiomkin   
Fotografía:  Robert Burks  
 Montaje:  William H,Zeigler  
 Productor: Alfred Hitchcock
(Ver Filmografías)
 Farley Granger es Guy Haines
Ruth Roman es Anne Morton
Robert Walker es Bruno Anthony
Leo G. Carroll es Senator Morton
Patricia Hitchcock es Barbara Morton
Laura Elliott es Miriam Joyce HainesKasey Rogers (Miriam, credited as Laura Elliott)



Una convergencia


Raymond Chandler no se había enterado, eso era patente. Hitch-cock no podía aceptar un guión en el que el protagonista no sea un “inocente en un mundo culpable”. Se trate de robar o, como aquí, matar, el espectador tenía que identificarse con alguien que sea inocente como él, un hombre de la calle, un “hombre medio” como él le llamaba. Vale por el Intercambio de asesinatos, pero hasta cierto punto. En este tipo de intercambio, el problema es saber hasta dónde el protagonista puede llegar. El director de Young and inocent sabía lo que pasa cuando el asesino Da su crimen al  joven inocente. Se acordaba de su película anterior,  Under Capricorn, que, después de rodar The rope, su primera película en color, hundió su proyecto de una sociedad de producción, Enterprise, con su amigo Sidney Bernstein. Se trataba también de Dar su crimen: es lo que hacía Ingrid Bergman con su amante, Joseph Cotten, el inocente que se sacrifica por amor.  Años antes, con este temible cuchillo de cocina con el que acababa de cortar el pollo, Sylvia Sidney devolvía a su marido, responsable de una organización terrorista, su horrible crimen (la explosión de un autobús en el centro de Londres). En todas estas obras, se trataba para el cineasta de separar claramente el bien del mal. Ahora no: la total realización del  intercambio de crímenes le dejaría sin héroe, sin inocente en un mundo culpable. Hitch-cock quería volver a este tema del inocente acusado porque, decía, le permitía resolver una parte importante de su trabajo artístico y técnico. Y, en esta novela, lo que le interesaba no eran por supuesto todos estos diálogos y estas reflexiones sobre los estados de ánimo de los personajes: se le había despertado una visualización coherente, impactante, de la relación entre estos dos hombres con este proyecto de intercambio de asesinatos y buscaba a un guionista que comparta su visión. ¿Qué hacer ahora con Raymond Chandler?

Esta primera novela de esta joven – ¿Highsmith? – llamó su atención desde la lectura de su sinopsis en la contraportada del libro que acababa de salir a la venta:
 Samuel Bruno –Bruno decía raramente “mi padre” –es el mejor ejemplo de lo peor que ha podido producir América… Samuel Bruno intenta, ahora que es viejo, pasar por un santo hombre, antes de que sea demasiado tarde, pero ya  es demasiado tarde. Siento mucho no poder matarle yo mismo…”
Más lejos, se podía leer:
 La carta, el plano, el revólver… Eran como los accesorios de una obra de teatro, unos objetos preparados para dar veracidad a una historia a la que faltaba realidad, que nunca la tendría… Guy quemó la carta, quemó todas las que tenía; después se apresuró en hacer sus preparativos para ir a Long Island ”.
Primero Bruno, y ahora un otro personaje, Guy, que parece atormentado por la historia de la relación entre Bruno y su padre –el “capitán”, como le llama a veces. ¿No sería todo eso un cuento de Bruno? ¿Y todas estas cartas? ¿Qué relación tienen Guy y Bruno? Matar al Capitán, a Samuel Bruno: ¿Quién sino Guy?

Hitch-cock nos confía, con respecto a esta sinopsis de la novela de Patricia Highsmith:  “nos permitirá comprender por qué razón Strangers on a train me ha atraído”. Podemos compartir sin ninguna duda su entusiasmo. Dice Gilles Deleuze en Imagen-movimiento”: En el cine de Hitchcock,… la relación (intercambio, dono, devolución…) no se limita a envolver la acción;  la penetra por todas partes  con antelación…”. Sí, por supuesto: este encuentro en un tren entre Bruno y Guy, esta extraña relación que empieza con un roce de zapatos,  penetra una acción cada vez más tensa, unos eventos intempestivos o provocados, ¡faltaría más! Pero las relaciones y las acciones consecuentes de la novela y las que aparecen en la visualización de la obra que proyecta la mente del maestro forman dos series divergentes.
El desarrollo de las relaciones entre Bruno y Guy, descrito por la novelista,  empieza con esta pregunta de Bruno a Guy en el tren, dirección a Texas:
— ¿Quiere que le prepare un asesinato perfecto para su esposa? Tal vez algún día le sea de utilidad.
La escritora no tiene reparo en describir los detalles de un Intercambio de crímenes: nace la idea, germina; el germen encuentra resistencias, las fuerza, corrompe mientras florece, acaba dando sus frutos.
 Bruno se retorcía, consciente de sí mismo, bajo la mirada escrutadora de Guy. Guy se puso en pie.        —Tengo ganas de pasear. Bruno juntó las manos dando una palmada.
—¡Oiga! ¡Menuda idea se me ha ocurrido! Un asesinato por delegación, ¿comprende? ¡Yo mato a su esposa y usted se encarga de mi padre! Nos encontramos en el tren, ¿comprende?, y nadie sabe que nos conocemos. ¡Nadie! ¡Una coartada perfecta! ¿Qué le parece? La pared latía rítmicamente delante de sus ojos, como a punto de saltar en pedazos.
«Asesinato.» La palabra le ponía enfermo, le daba miedo. Quería alejarse de Bruno, salir del compartimiento, pero se lo impedía una angustiosa sensación de pesadez, como en un mal sueño. Trató de sobreponerse, de afianzarse, enderezando antes la pared, comprendiendo lo que Bruno estaba diciendo, porque presentía que había algo lógico en ello, como en un problema o en un acertijo que tuviera que resolver. Las manos de Bruno, manchadas de nicotina, daban palmadas y se agitaban sobre las rodillas.

Una vez realizado el intercambio en su totalidad, el fruto se pudre, la putrefacción infecta el ambiente, las metástasis se extienden, el cuerpo no aguanta más tanto dolor… Guy y Bruno, Bruno y Guy, y Miriam, la mujer de Guy, ahora Anne con quien quiere casarse,  y las madres que dudan, tiemblan, protegen… Los caminos convergen, se separan, se cruzan, se funden,… se pierden en el océano, vuelven a resurgir en las mentes atormentadas. ¿Cómo seguir sin Bruno? ¿Qué puede Anne? ¿Qué pueden las intuiciones sin pruebas de Gerard, el detective del padre de Bruno?

¡Olvidar a Raymond Chandler!



¡Qué prometedoras son estas primeras imágenes con la que responde la película! Dos vías de ferrocarriles paralelas, se cruzan una y otra vez, se confunden…
Pero, en la sinopsis de la novelista,  esta frase de Bruno hablando de su padre es inadmisible: A lo mejor le interesa saber que su personal esta de huelga. ¡Mira en  el “New York Times”  del jueves pasado, página 31!  ¡Mira, abajo a la izquierda! Están de huelga para conseguir un sueldo que le permita vivir. Samuel Bruno no tiene reparo en robar a su propio hijo…”.

–  ¡Un anarco-comunista nietzscheano! No vamos a entrar en estas insinuaciones políticas.
Los elogios incesantes de la fuerza, este deseo de una vida anticonformista, su transgresión de los valores morales no son compatibles con el trasfondo que quiere dar el cineasta: unas localizaciones en Washington, un senador como futuro suegro de Guy, una novia-futura-ama-de-casa que nada tiene que ver con la liberal Anne que trabaja en Méjico en la novela de esta joven Highsmith. Lo que hay que hacer es resaltar más bien el papel del padre de Bruno, empresario “self-made man”. Por eso, nada mejor que un Bruno psicópata, un malo de verdad con un buen complejo de Edipo y una madre fuera de la realidad. Para el cineasta, conviene acentuar esta tara congénita del humano, este culpable deseo de la madre que empuja al hijo a echar al padre fuera del territorio.
– Hacer de Bruno la prueba que esta pulsión primitiva de la infancia puede prolongarse hasta la edad adulta. ¡Vale, no es la primera vez que trato el tema! ¿Os acordáis del caso de Alexander Sebastian, la resistencia al tiempo de esta patología que conducía a este hombre mayor responder a los deseos de su vieja madre nazi y envenenar a su joven y querida mujer –¡no consigo separarme de la imagen de Bergman! –?
Así,  las cosas son claras para Bruno: Hitch-cock lo resuelve con sus dos taras predilectas: Edipo y Nietzsche. Lo que parecía más delicado era la representación del asesinato de Miriam. ¿Cómo caracterizar al personaje para que su desaparición no se traduzca en un gran vacío para Guy sino todo lo contrario: la liberación para él y también para Anne y el senador? Por supuesto, Miriam debe representar todo lo que puede obstaculizar a Guy en sus proyectos y ambiciones. ¿Está embarazada de otro hombre? No hablaremos del aborto, anunciado a Guy por su madre en la novela, ni del novio de Miriam. Convenía ante todo borrar el personaje de la madre de Guy que vivía en el mismo pueblo que Miriam, borrar los orígenes de Guy. El asesinato de Miriam, embarazada, aumenta el peso del pecado si, además, la mujer amenaza a Guy y se va a la feria con dos hombres, intentando ligar a un tercero, el mismísimo Bruno, mientras se desvela su arte para lamer y chupar un ice-cream.

Esta primera divergencia fundamental entre la obra literaria y la cinematográfica define la línea elegida por el cineasta para la representación del territorio del Bien: la alta burguesía de Washington en la defensa de sus valores morales religiosos. La caracterización de la familia de Anne, con un padre senador hace resaltar esta actitud conformista. En esta época,  la histeria recorre los Estados Unidos con l a guerra fría como tela de fondo; comunistas y homosexuales son considerados enemigos del Estado;  el Senado está  llevando a cabo unas investigaciones que apuntan a la “perversidad moral” en el seno mismo del gobierno federal, lo que compromete la seguridad nacional… La representación del personaje de Guy tiene que responder al espíritu del tiempo: deportista, modesto a pesar de su fama, con actitudes conservadoras, con ambiciones políticas, encontrándose en una situación que mete a prueba su sensibilidad y sus valores morales, frente a un anticonformista ambiguo capaz de matar. Guy sabrá defenderse de los tejemanejes de Bruno, conformarse así  a la tendencia homófoba ambiental  y, sobre todo, afirmar su determinación en imponer el orden sobre el caos, el bien sobre el mal.

No hay lugar para las dudas, los compromisos, el comportamiento amoral o las costumbres ligeras de una juventud romántica como la que describe Highsmith:
[Guy] se sentía impulsado a contárselo todo a Bruno, el extraño del tren que le escucharía comprensivamente para olvidarlo luego. La idea de contárselo a Bruno empezaba a confortarle. Bruno no tenía nada del extraño que es normal encontrarse en el tren. Bruno era lo bastante cruel, lo bastante corrompido, como para saber apreciar una historia semejante; la historia de su primer amor… Esperaba demasiado de ella —dijo Guy, sin darle importancia—, sin tener derecho a ello. Dio la casualidad de que a ella le gustaba que la gente estuviese pendiente de ella. Probablemente flirteará toda su vida, no importa con quién vaya. —Lo sé. Es el eterno arquetipo de universitaria.

–  Para el papel de Guy, la elección de Farley Granger, “prestado” por Samuel Goldwyn a Jack Warner,  no parece ser la mejor. Después de The Rope, su emparejamiento con John Dall, no vamos a entrar de nuevo en las insinuaciones sobre las ambigüedades de las relaciones sexuales, exclama Hitch-cock.  Desde el momento que Warner impone también Ruth Roman, propongo a William Holden en el papel de Guy. Ese me cae bien: sensible pero ¡que fuerza en esta película de Maté The dark past en 1948!; y este año van a repetir juntos con Union Station donde tendrá el papel de policía. Es la imagen que hace falta para acabar con un psicópata que te persigue en un parque de atracción. La secuencia del tío vivo debe ser la más violenta posible y espectacular: lo ve muy claro en la lucha final entre Holden y Robert Walker, entre el bien y el mal. ¿Farley Granger resistiendo todo este tiempo? Va ser difícil conseguir que este  joven protegido de Nicholas Ray, niño perdido de They live by night – que intenté, el año pasado, transformar en un fogoso adepto de Nietzsche asesino – saque la virilidad necesaria para este final. No convendrá tampoco  juntar frecuentemente Granger y Roman en el encuadre: una pareja improbable… Habrá que utilizar el viejo método: envolver la pareja con el cilindro virtual que guíe  el  movimiento helicoidal de la cámara. Estos dos estarán así casi siempre de espaldas en las escenas más sentimentales.  
¡Si por lo menos Warner pudiese aceptar borrar el nombre de Raymond Chandler! ¿No? Bueno, al final todo eso dará más beneficios ya que la compra de los derechos a la joven escritora fue un buen negocio.¡Qué no se queje! Mi película le abrirá las puertas de las editoriales…

Chandler había hecho un último esfuerzo después de The Big Sleep. Nos lo cuenta Enrique Vila-Matas:
Al final del año en que se estreno The Big sleep, empezó a preparar su equipaje. Estaba harto, no sólo de Hollywood, sino también de Los Ángeles… Lo peor para él era este sentimiento de aislamiento: en la posdata en una carta a un amigo, había añadido, con una cierta histeria: “¡Por favor, escríbeme! ¡Hace un mes que no hablo con un homgre cultivado!”.
Él y Cissy dejaron por fin Los Ángeles y, con el dinero ganado en Hollywood, compraron una casa tranquila y espaciosa en el borde del mar, muy lejos de este cementerio  dorado donde querían enterrarlo…”

–  Hitch-cock había tenido muchas dificultades para encontrar a un guionista que se comprometiese con su trabajo en colaboración con Whitfield Cook a partir de su visualización de la sinopsis de la escritora. “Me acuerdo de mi trabajo sobre Strangers on a train. No encontraba a nadie que quisiera colaborar conmigo. Todos pensaban que mi primero boceto era tan soso y pegado a los hechos que no le encontraban la más minima calidad. En realidad, visualmente, contenía toda la película”. Después de un acercamiento con Dashiell Hammett sin resultado, Warner le sugiere que contacte a Chandler.
Sigue contando Vila-Matas : “Chandler aceptó, en contra de lo esperado. ¿Por qué? La pregunta era pura retórica: “Porque uno se harta de decir NO y, un día, podría tener gana de decir SÍ, aunque nadie me proponga lo que sea”… “Acabaron odiándose…  mientras esperaba delante de la puerta de su casa que Hitchcock bajase de su limusina, Chandler lanzó en voz muy alta, a su secretaria: “¡Mire a este barrigón bastardo que intenta bajar de su coche!”. Por cierto, la forma más segura de acabar con Hollywood y todas sus secretarias”.

¡Olvidar a Patricia Highsmith!



Hitch-cock tira el guión de Raymond Chandler en la papelera, tapándose la nariz. Confía su boceto a su asistente Czenzi Ormonde, pidiéndole olvidarse del libro y de Highsmith. Se pondrá su nombre al lado de Chandler y Whitfield Cook tomará la responsabilidad de la adaptación en los títulos de crédito. Se juntan a Ormonde la productora asociada,  Bárbara Keon, y Alma, mujer de Htichcock. El boceto “visual” del cineasta se ve así pulido por esta triple sensibilidad femenina. Complementa el dispositivo familiar la hija Patricia Hitchcock que llevará unas gafas con cristales gruesos de miopía y Miriam tendrá los mismos (así se parecerán todavía más). Eso permitirá enlazar la escena del asesinato de Miriam, vista en los reflejos de sus gafas caídas en la hierba, con la secuencia en la recepción en la casa del senador, en la que Bruno repite su gesto de estrangulación, practicando con el cuello de una vieja señora invitada, mientras mira a Babs, hermana de Anne e hija de Hitch, sus gafas, su expresión aterrada, hipnotizada… La música de Dimitri Tiomkin, con poco relieve en esta obra, añade similitud entre las dos escenas, esta música de feria con su atmosfera de vieja película poética francesa o del expresionismo alemán que tanto admira el cineasta. Su director de fotografía, Robert Burks,  hará un magnifico trabajo en las tomas del reflejo en las gafas y la secuencia del tío vivo enloquecido será apoteósica.
Hitch-cock se apodera del texto para recrear su propia visión plasmada desde su primer boceto, inspirado por el genio del arte cinematográfico. Pero también  sabe guiar el imaginario de las masas con un divertimiento comercial destinado al “hombre medio”.

 ¡Olvidar el libro de Highsmith!, había ordenado el director a su guionista, Czenzi Ormonde. La interrupción por parte de Guy del esperado intercambio de los crímenes, su rechazo del cumplimiento de su parte del contrato, transforma el Intercambiar en un simple  Dar ya visto tantas veces en sus obras: Bruno da el asesinato de Miriam a Guy que se vuelve el principal sospechoso. El inocente se vuelve falso culpable, lo que constituye la necesaria metamorfosis de Guy en inocente frente al psicópata Bruno.

 Tenemos aquí  la segunda divergencia fundamental entre las dos obras:  la segunda parte del intercambio que Guy no va a respetar, el asesinato del “capitán”. Guy se prepara para ir a Long Island; llevará su propia pistola como lo cuenta Patricia Highsmith:
 Debajo del arma había uno solo de los planes de Bruno y lo abrió, pero al instante cada una de las palabras le pareció tan conocida que lo echó a la papelera. La prisa hizo que sus movimientos se agilizasen otra vez… Miraba fijamente la negra Luger que ahora le parecía atrozmente voluminosa.«¡Qué imbecilidad fabricar una pistola tan enorme!»Sacó su propio revólver del cajón de arriba. La culata de nácar resplandecía con su discreta belleza. El cañón, corto y esbelto, parecía impaciente por ver qué había delante de él. Era un arma sólida y a la vez elegante. «De todos modos, tengo que dejar la Luger en la alcoba, porque es la pistola de Bruno.» Pero le parecía tonto llevarse la Luger solamente para eso. En realidad, había dejado de sentir hostilidad hacia Bruno, y precisamente eso era lo extraño.

¿Qué queda de tantos conflictos, tantas dudas, de este caos de los impulsos de una juventud que el conformismo asfixia, que el dinero fácil corrompe?
¿Qué queda de esta reflexión de Bruno sobre la felicidad de Guy al lado de Anne?: Guy no decía nada, y Bruno se sintió desairado, sintió que un nudo le subía desde el pecho hasta la garganta, ahogándole.¿Qué habría dicho para ofender a Guy?, se preguntó Tenía unas ganas terribles de colocar la mano sobre el puño de Guy, apoyado suavemente en el borde de la mesa, sólo un momento, como hubiera hecho un hermano, pero se contuvo… Bruno sabía que él nunca tendría las cosas que tenía Guy, por mucho dinero que llegase a tener y a gastar para conseguirlas. Ya se había dado cuenta de que el hecho de tener a su madre para él solo,  no era garantía de felicidad.

¿Qué queda de esta reflexión de Guy, mirando a Bruno?: Miró el alargado rostro de Bruno, ahora más lleno que antes, el mechón que daba a su frente una expresión indecisa, y observó que en los ojos de Bruno se reflejaba una seguridad inmensamente mayor que la primera vez que los había visto, así como menos sensibilidad. «Es porque ahora tiene dinero», pensó Guy. —Sí. Ya sé a qué te refieres. Pero Bruno no lo sabía, no del todo. Guy era feliz con Anne aunque el crimen siguiera atormentándole. Guy sería feliz con ella aunque estuviera arruinado.

Una tensión bipolar



El director tiene ahora los elementos que le permite realizar su visión inicial: el inocente Guy frente al malvado Bruno. El cineasta  apuesta por una tensión bipolar que plantea desde la presentación de los personajes (los zapatos). Pone su arte al servicio de esta bipolaridad que no podemos asimilar a la simple representación de dobles.

Entonces, una mecánica compleja y eficaz se pone en marcha. Desde esta introducción (los zapatos), los planos se encadenan con un ritmo que ira acelerando hasta el clímax del tiovivo con un dominio del tiempo justo que agarra al espectador. ¡Admirable!  La subida de la escalera hasta la habitación del padre de Bruno, un suspense gótico con este encuentro con el perro de guardia pone en marcha una serie de eventos sucesivos que aumentan progresivamente la tensión bipolar.
Esta tensión bipolar – Guy-Bruno – va crear una relación de vaivén, el vector de una corriente,  un movimiento lineal que hace pasar su energía impulsiva del uno al otro. La fuerza visionaria de Hitch-cock se plasma en este movimiento. En particular, la elección juiciosa de la profesión de Guy (tenista en vez del arquitecto en busca de dinero fresco en la novela) permite al director utilizar magistralmente tanto al movimiento lineal como a la bipolaridad. Los movimientos de las caras del público, de izquierda a derecha,  de un jugador a otro, mientras Bruno se queda impasible, traducen el humor del director. En cuanto al suspense, ¡nada mejor que la Copa Davis en Forest Hill! 
Es el momento de jugar la prórroga. Ir en contra del deseo del “inocente” Guy que esperaba ganar pronto e impedir así a Bruno volver al lugar del crimen para dejar el mechero de Guy, el indicio que dará la prueba definitiva de la culpabilidad del tenista. Hith-cock “prolonga” todo lo que puede, hasta los dedos de Bruno, que ha dejado caer el mechero en la alcantarilla. ¿No había prolongado anteriormente la visión de Anne, transformando su sistema ocular en un objetivo con zoom incorporado para deletrear el nombre de Bruno escrito en su corbata (aquí también se intenta exagerar el gusto del “psicópata”, idea de Hitch: en la novela, se podía leer las iniciales CAB en la elegante corbata del joven rubio, siempre ebrio Charles Anthony Bruno).

Al final, la línea que se tensa entre los dos hombres se transformará en un movimiento circular, la de un tío vivo acelerado hasta la destrucción. La muerte atroz del enfermo mental no deja ninguna mancha en esta sociedad asentada, la del mundillo político de Washington en la que el protagonista, molesto por el infame chantaje de este psicópata, tendrá su “lugar al sol”. Se casará con la hijita de un senador, liberado de su mujer, promiscua e infiel y, además embarazada de otro hombre. El péndulo de  Hitchcock se inclina más del  lado de la estética de la política que de la politización del arte.  Emplea, cierto, su indiscutible técnica del encuadre y del montaje al servicio de un estudio del tiempo justo para crear un inmenso abanico de variaciones emocionales. Pero exagera la representación de un psicópata de servicio (Bruno) para que  despeje el camino al estereotipo del héroe estadounidense, conservador por interés (Guy).
Así, las relaciones penetran la acción  por todas partes  con antelación como dice Deleuze cuando describe la imagen relacional del director, o, según Truffaut, “los pensamientos de los personajes se hacen perceptibles sin la intervención del diálogo”. Es todo  el arte cinematográfico de Hitch-cock: plasma su visión original de la obra literaria con la fuerza de la imagen relacional que pone aquí al servicio de una finalidad: distinguir claramente el Bien del Mal.

Dos cachorros fuera del campo



Sin embargo – y eso lo plantea el mismo Gilles Deleuze –, la imagen relacional sería una puesta en cuestión de la naturaleza y del estatuto de las demás imágenes (percepción, afecto, acción…). Ahí está la crisis de la imagen-movimiento. La imagen relacional que crea el cineasta en sus encuadres se abre sobre un juego de relaciones más amplias, con un todo que está “fuera de campo”. Pero cuando Hitchcock transforma el Intercambio en Dar que Guy sea el inocente en un mundo culpable, no toma en cuenta una naturaleza más profunda del humano. Cuando acaba la película, lo que destaca, no es necesariamente la finalidad buscada por Hitchcock. Además, la escena final es poco original: en un tren, la pareja Anne-Guy sale corriendo del compartimento cuando un representante de la iglesia les hace la misma pregunta que Bruno a Guy en la primera secuencia.
¿Quién, sino el “hombre medio” que el director quiere divertir, puede aceptar un guión en el que una burguesía incapaz de comprender el juego de las relaciones,  encerrada en sus conformismos y con un orden policial a su servicio, crea en la inocencia de Guy?
Después de que el director se  empeñe en llenar el lugar del crimen con gafas, turistas y mecheros, ¿cómo creer que este último  objeto, el mechero, que aparece en la mano de Bruno muerto, puede aportar la prueba de la inocencia de Guy?
¿Acaso, no habrá leído el director esta última frase de la novela?
[Guy] sabia, asimismo, que tenía que enfrentarse a Gerard. Eso formaba parte del juego, y siempre la había formado. Era algo inevitable, previsto, como el que la tierra girase, y ningún sofisma le libraría de ello.—¿Eh? —dijo Gerard. Guy intentó hablar, y lo que dijo fue completamente distinto de lo que quería decir: —Lléveme.
¿Cómo, después tanto entusiasmo manifestado con la lectura de la sinopsis de la escritora,  el cineasta no quiso dar más relieve a esta regla del juego, de ninguna manera incompatible con el rechazo por Guy de su parte del contrato? Hitchcock opta por la acción y demuestra su conocimiento de las reglas de la gramática de las multitudes, principalmente la primera de entre estas: el virtuosismo. La perfección del trabajo del artesano que organiza el montaje de los planos en función de una dilatación, de las prolongaciones, de los estiramientos de la duración demuestra su conocimiento de los diferentes tipos de elasticidad de la temporalidad al servicio de las emociones. El público aplaude. Pero el cineasta invierte aquí la teoría de Deleuze sobre su obra cinematográfica: la acción penetra las relaciones en este final apoteósico. Las relaciones se distorsionan: los inspectores de policía disparan en medio de los niños y las madres, las balas rompen el sistema de engranaje del tiovívo; el único héroe que queda, ya que Guy está descalificado a pesar de haber ganado la Copa, es el responsable de la maquinaria que se lanza en una nueva prolongación de la duración, una nueva compresión de la imagen para frenar el sistema enloquecido lo que lo destroza todo y mata probablemente a unos cuantos niños. Podía haber simplemente desenchufado la alimentación eléctrica, digo yo. A Hitchcock, el boomerang del conformismo al sueño americano, le vuelve en plena cara.

En cuanto a la tensión bipolar que el cineasta intenta crear en la pareja Bruno-Guy, esta no puede tener las cualidades propias de la naturaleza humana como pasa con la pareja masculina de A Pleno Sol de René Clément o El amigo americano de Wim Wenders, dos adaptaciones cinematográficas de obras de Highsmith. Hitch-cock, cegado por su propia visión de la sinopsis de la escritora, quiere dar una imagen relacional que no corresponde a un todo propio de la naturaleza humana en un  “fuera de campo” posible  y eso,  Raymond Chandler lo sabía.

Como lo señala Deleuze (Imagen-movimiento-p.28 Edción de Minuit): El “fuera de campo” corresponde a lo que no se entiende ni se ve,  aunque perfectamente presente… lo que crea una doble definición del  encuadre… El encuadre efectúa un “encerramiento” de todas las componentes… quita aparentemente  el “fuera de campo” y, de alguna manera, le da una importancia decisiva, más decisiva todavía.
Lo podemos comprobar desde de la segunda divergencia entre las series Highsmith/Hitchcock que corresponde al no-asesinato del padre por Guy que no cumple así con el contrato de intercambio en la película.   Bruno, “fuera de campo”,  transforma la naturaleza de la tensión bipolar. El germen que había sembrado en Guy va a dar su fruto muy pronto: Guy amenaza a Miriam con violencia; Guy está confuso; Guy lucha contra el poder de Bruno; Guy cuida de Bruno; Guy quiere afirmarse; Guy miente a Anne…. Como suele pasar en las relaciones, uno se desmarca a veces del ámbito común: Bruno se ha desmarcado del orden familiar y ahora arrastra a Guy, que se desmarca de la sociedad – donde esperaba tener un lugar al sol – con esta sospecha sobre el asesinato de su mujer. Guy sabe que nunca más será como antes: se ha hecho cómplice de Bruno. ¿Realmente, podía haber pensado que no quería todo eso, como lo dice a Anne?... pero  eso ya ha pasado. Puede realizar sus ambiciones  ahora que Miriam ha muerto. Pero esta complicidad es su rabia, su violencia: ¿en contra de Bruno?,  ¿en contra de él mismo?  

Bruno se ha apoderado de la película; Robert Walker, excelente, se ha vuelto el personaje carismático, frente al soso, débil y cobarde Farley Granger. La verdadera naturaleza de la tensión bipolar aparece claramente: es el juego, el verdadero juego de relaciones “fuera de campo”.  La pareja Guy-Bruno, menos  improbable que Anne -Guy, resolverá sus tensiones en un juego de cachorros, con los caballitos del tiovivo o sobándose en el suelo, bajo la amenaza de este movimiento ambiguo de ida y vuelta del pie de un caballito. Como todos los cachorros, no conocen los límites del juego. Pueden hasta tirar otro cachorro más pequeño, morder, pegar, matar… Y el mechero, objeto designado desde el encuentro en el tren como indicio fundamental, objeto del suspense organizado por el cineasta para llevar a Bruno al fracaso de su plan diabólico, se transforma en el huesecito con el que los cachorros están jugando.
El boomerang de las relaciones masculinas normalizadas que lanza el cineasta también se le vuelve en plena cara. La obra literaria que tiró por la ventana, Patricia Highsmith la vuelve a entrar por la puerta grande.  A veces uno, aunque domina con toda su pasión el arte cinematográfico,  se olvida del juego, de los cuerpos, del poder de lo falso que los habita en un “fuera de campo” posible. No quiere mirar del lado de la voluntad de poder, del potencial de sus personajes,  ni ver más allá del Bien y del Mal. Mientras Truffaut, Godard… e Wikipedia alaban al maestro, en el fondo de la sala oímos la carcajada de Nietzsche.


Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro               Más de memento