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30.9.14

"The damned don't cry"-Vincent Sherman



Los condenados no gritan  1950
Director: Vincent Sherman  

Guión: Harold Medford/ Jerome Weidman (relato: Gertrude Walker- El título proviene de la obra de Eugene O’Neill: “Mourning becomes Electra” en la que el protagonista dice a su hermana: “no llores… los condenados no lloran”).
 Música: Daniele Amfitheatrof  
Fotografía: Ted McCord  
Montaje: Rudi Fehr
Dirección artística: Robert Haas   
Productor: Jerry Wald-Warner Jerry Wald ha producido también numerosas películas negras como:  The Unfaithfull de Vincent Sherman,  Mildred Pierce, Key Largo, Dark Passage, Flamingo Road antes de The damned don’t cry. Siguen: Caged, Storm Warning, Clash by Night...

  (ver Filmografías en el Blog):


 Joan Crawford (Ethel Whitehead / Lorna Hansen Forbes)


Steve Cochran (Nick Prenta)

David Brian (George Castleman)  y Hugh Sanders (Grady) con Joan Crawford

 
 Kent Smith (Martin Blankford) con Joan Crawford
Selena Royle (Patricia Longworth)

Cómo le pasó a Charles McGraw revelado con The threat, Roadblock y His kind of woman,  entregas de la RKO de Howard Hugues, Steve Cochran es otro actor que demuestra ser un icono casi exclusivo del cine negro,  con el físico correspondiente más moderno que los famosos de la primera década (años 40 del siglo XX). En su dirección de películas con las grandes mujeres de su época, prácticamente una sola vez,  con The Damned don’t cry, Vincent Sherman ha podido contar con un actor al nivel de la protagonista, aquí Joan Crawford. En Affair in Trinidad (1952), Rita Hayworth domina la situación –más que en Gilda –frente al pálido Glenn Ford y en Nora Prentiss (1947), Anne Sheridan deja atrás al limitado Kent Smith. Volvemos a encontrar aquí a este último en una interpretación (mejor que la del médico amante de Nora Prentiss) de un pequeño contable reconvertido en la mano derecha del jefe de un grupo mafioso, David Brian. Tanto este último como Kent Smith no consiguen equilibrar el casting frente la fuerza arrolladora de Crawford… Hasta que aparezca Nick Prenta, o sea Steve Cochran. De inmediato la pareja se forma en total armonía. El idilio no dura mucho tiempo porque ella ha sido manipulada por Brian y Smith para espiarlo y estos dos malos se encargan de acabar con Cochrane. Pero este corto momento de carisma incandescente refuerza el drama que vive la Crawford como tantas otras veces en su carrera –pensamos por supuesto en la otra película negra con la que comparte con Mildred Pierce (Michael Curtiz-1945) la misma estructura en flash-back y el tema de la ambición, del sueño americano del éxito. The Damned don’t cry consagra la modernidad de la actriz, si todavía hacia falta,  para algunos espectadores reticentes hasta ahora. El que no tiene ambiciones es Vincent Sherman que, como siempre hasta que tome las riendas de la producción con Affair in Trinidad, ha preferido  siempre obedecer al proyecto de la productora y borrarse para servir mejor el ego de las grandes estrellas, de Crawford a Bogart con quien rueda su primera película (de terror) en 1939 y que recordamos en este Blog con All through the night (A través de la noche-1941) con el mismo Bogart. Aquí con Joan Crawford,  después de Anne Sheridan y antes de Rita Hayworth,  Vincent Sherman confirma su fama de director de mujeres. En cuanto al equipo técnico, nos encontramos con el clásico estilo que la Warner utiliza con el género: un montaje seco y eficaz, unos dialogos cortos e incisivos, una fotografía de Ted McCord bien estudiada, sobre todo cuando se trata de la cara de la protagonista, pero sin elementos particularmente  destacables.
Notamos que David Brian, después de su primera aparición no acreditada en unas escenas añadidas en 1949 de  G-men (William Keighsley-1935)  ha trabajado con Joan Crawford en Flamingo Road (Michael Curtiz-1949) y con Bette Davis en Bewond the Forrest (Más allá del bosque-King Vidor-1949) antes de The damned don’t cry.  Encontrará de nuevo a Crawford en el drama This woman is dangerous (Felix Feist-1952).


 El asesinato de Nick Prenta abre la obra con esta macabra secuencia de un cuerpo lanzado desde un coche y rodando por una duna cerca de Desert Springs, su descubrimiento a través de la focal del visor de un goniómetro y la contemplación perpleja que provoca el muerto en la mirada de algunos policías… Pero volvemos a Joan Crawford (Ethel Whitehead).


El drama empieza con la muerte del hijo. El evento,  mayor dolor para la madre, empuja a Ethel en abandonarlo todo. ¿Todo?: una vida de ama de casa que se sacrifica para llevar adelante a su familia y la de sus padres mayores, un marido, obrero en una petrolífera,  que gestiona el presupuesto con mano dura, un pueblo perdido que más tarde, conducirá a unos periodistas a concluir la película con esta réplica sarcástica:
-¿Crees que volverá a hacerlo?
-Claro. Parece evidente cuando uno vive en un sitio perdido como éste.
    Traducen así este sueño americano que corresponde exclusivamente al éxito social y material y que Ethel va a querer realizar, pase lo que pase.


¿Se aprovechará la mujer de este abanico de sentimientos que abren los hombres cuando quieren conquistarla, y que va de la generosidad material a la violencia, pasando por el chantaje emocional o las exigencias matrimoniales? Ethel no se limita a ser la pequeña provinciana dispuesta a todo en la gran ciudad: es la Joan Crawford luchadora e inteligente que sabe moverse en el mundillo de los por-mayoristas de la confección de moda donde Ethel trabaja como modelo, esperando ser un día presidenta de los EEUU de América. Encuentra al pequeño contable Kent Smith, sin-ambición-que-vive-con-mama y consigue arrastrarlo en la búsqueda del éxito material y social. Las relaciones de Ethel-Crawford permiten a Kent Smith tener cada vez más clientes hasta su encuentro con David Brian.


 Éste, como pasa con Ben Tucker (el actor Roy Roberts) en Force of Evil (La fuerza del destino-Abraham Polonsky-1948), quiere legalizar su enorme sistema de apuestas comprando hipódromos y reunificando bajo su único mando a los más pequeños que él. Como el abogado John Garfield en la película de Polonsky, el contable Smith se transforma en la mano derecha de Brian, empujado por Ethel-Crawford. Nick-Cochran se resiste: tiene la costa Oeste y poco a poco, ira formando un grupo de opositores al proyecto de David Brian.


 El trío Brian-Smith-Crawford cede la plaza a la pareja Brian-Crawford: el magnate instala a su amante como a un escaparate: contrata a una especialista en decoración de la jet-set del club selecto hollywoodiano (Selena Royle),  para transformar a Ethel en Lorna Hansen Forbes, o sea la Crawford presidenta de Pepsi-Cola. La actriz, después de simular con talento el aprendizaje,  ya no tiene que actuar: es ella misma… pero no del todo.
Cuando el jefe Brian la convence para ir a California y espiar a Nick-Cochran, cuando se enamora de este antepasado de un Joachim Phoenix que, medio siglo más tarde,  parecerá haber nacido de sus cenizas, cuando se da cuenta de que el éxito social y material que ha conseguido era la doble cara de la corrupción y el crimen, es demasiado tarde:


…nunca hemos visto a la Crawford recibir tantas palizas, aparecer delante del público como una muñeca de viejos trapos que uno tira al suelo, el otro contra un mueble, el tercero en los brazos del jefe… Matan al hombre que ella quería, éste muere sabiendo que ha sido traicionado por la mujer que quiere: el melodrama está servido pero estamos de pleno en el negro más clásico: los intercambios de disparos llegaran hasta la humilde casa de los padres de Crawford en el pequeño pueblo. Y, como lo piensan los periodistas que vienen a entrevistar y sacarle la foto a Ethel-Lorna Hansen Forbes,  herida por balas, parece  evidente que Joan Crawford abandonará de nuevo este sitio perdido.


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12.12.11

Western: evolución

Está página pertenece al Dossier: ANDRÉ BAZIN, UNA MIRADA OBLICUA (pestaña VENTANAS-párrafo TEXTOS) en el cual ofrecemos una recopilación de algunos fragmentos de su libro "¿Qué es el cine?" Estos fragmentos se presentan con un título que corresponde al fragmento elegido y no necesariamente a los títulos de los capítulos del libro.

Dossier André Bazin

Poco antes de la guerra el western había llegado a un notable grado de perfección. Los directores consagrados vienen (o vuelven) al género: William Wyler con El forastero (The westerner-1940), Fritz Lang con Western Unión. Este fenómeno encuentra su explicación… en la toma de consciencia nacional que preludiaba la guerra: nos inclinamos a pensarlo en la medida en que el western procede de la historia de la nación americana, tanto si la exalta directamente como si no.

The westerner (Gary Cooper)



El año 40 marca un punto límite más allá del cual tenía que producirse fatalmente una evolución. Los filmes de guerra lo eliminaron del mercado provisionalmente. El clasicismo al que el género había llegado implicaba que para sobrevivir tenía que buscar algún elemento de novedad. [Parece oportuno en este caso] la utilización de la famosa ley de las "edades estéticas": los nuevos films de Ford, Pasión de los fuertes (My darling Clementine-1946) o Fort Apache (1948) representan bastante bien la renovación del clasicismo de Stagecoach.


My darling clementine (Henry Fonda-Linda Darnell)


[La guerra no va proporcionar] a Hollywood solamente temas espectaculares, sino le ha forzado a reflexionar. La Historia que antes no era más que la materia prima del western, se va a convertir a menudo en su argumento (Fort Apache donde vemos la rehabilitación política del indio).

La diligencia (Stagecoach -John Ford-1939)



Ejemplo ideal de esta madurez de un estilo que ha llegado al clasicismo. Ford llegaba a un equilibrio perfecto entre los mitos sociales, la evocación histórica, la verdad psicológica, la temática tradicional d la puesta en escena del western. Ninguno de estos elementos fundamentales sobresalía sobre el otro.

"La diligencia" evoca la idea de una rueda tan perfecta que permanece en equilibrio sobre su eje en cualquier posición que se la coloque..
Admirable ilustración de la parábola del fariseo y del publicano, la diligencia nos muestra que...


...una prostituta puede ser más digna de respeto...


...que las beatas que la han echado de la ciudad...


 … cómo un fuera de la ley da pruebas de lealtad, de generosidad de valor y de delicadeza,...
mientras que un banquero considerable y considerado se escapa con la caja.



El superwestern

Es un western que se avergüenza de no ser más que él mismo, e intenta justificar su existencia con un interés suplementario: de orden estético, sociológico, moral, psicológico, político, erótico…en pocas palabras, por algún valor extrínseco al género y que se supone capaz de enriquecerle.

Panorámica en "Duel in the sun"



La influencia profunda de la guerra es más indirecta sin duda, y hay que discernirla cada vez que el film sustituye los temas tradicionales por un tema social o moral, o al menos le superpone. El erotismo puede también ser considerado como una consecuencia. al menos indirecta, del conflicto bélico en la medida en la que se emparienta con el triunfo de la "pin-up girl" de The outlaw de Howard Hugues...

 The outlaw de Howard Hugues-1943
El Aviador de Scorcese hace referencia a la insistencia de Hugues
 para enseñar este escote (Jane Russell-The outlaw)

... y Duelo al sol (King Vidor-1946), cuyo lujo espectacular es una segunda razón , puramente formal, para clasificarle dentro de los superwestern).


Jennifer Jones y Gregory Peck
(Duel in the sun)



Dos films que ilustran mejor esta mutación del género: Solo ante el peligro (High Noon-1952) de Fred Zinnemann, que combina los efectos del drama moral y del esteticismo de los encuadres, y trata el western como una forma que tiene necesidad de un contenido.

Gary Cooper in High Noon


Raíces Profundas (Shane) de Georges Stevens explora la contradicción del amor casi extraño al western, y cuya tesis es… el mito: se justifica el western con el western; como la belleza del western procede claramente de la espontaneidad y de la perfecta inconsciencia de la mitología que está disuelta en él, como la ola en el mar, esta destilación laboriosa es una operación contra-natura que destruye lo mismo que pretende poner de manifiesto.

Brandon de Wilde en Shane



Entre los superwestern nunca hemos dejado de ver films de serie B que no buscaban justificaciones intelectuales ni estéticas. Quizás además la noción de serie B es algunas veces discutible: todo depende del nivel al que se haga comenzar la serie A. Es el caso de


 El pistolero (The gunfighter-Henry King -1950) y...


... Caravana de mujeres (Westward the women-William Wellman -1951) 

... que no buscan su justificación más allá del renombre del intérprete o de la solidez de una historia sin ambiciones intelectuales.

Howard Hawks y la vuelta al western tradicional: sensibilidad, sinceridad y lirismo

Los westerns fundados sobre los viejos temas dramáticos y espectaculares, sin intentar desviar la atención con alguna tesis social o su equivalente en la plástica de la puesta en es cena: Río rojo (1948) y Río de sangre (1952) son dos obras maestras del western que no tienen nada de barroco ni de decadente… No hay en ellos ni rastro de tesis, [y por otro lado, la ingenuidad queda excluida]. Sinceridad: los directores juegan un juego limpio con el género, incluso cuando están conscientes de "hacer un western".

Lo novelesco

Mientras que los superwestern sustituían la ingenuidad por el preciosismo o el cinismo, hay quien nos ha demostrado que la sinceridad es todavía posible: Nicholas Ray rodando Johnny Guitar (1954) sabe lo que hace.


Joan Crawforfd sabe rebelarse contra los privilegios del hombre


No es menos consciente de la retórica del género que el George Stevens de Raices profundas (Shane) y además el guión y la realización no están privados de humor; pero jamás adopta, sin embargo, con relación a su film, una postura condescendiente o paternalista. Aunque se divierta, no se burla.

Duel al sol en Johnny Guitar


Los esquemas a priori del western no le impiden decir lo que tiene que decir, incluso aunque ese mensaje sea en definitiva más personal y más sutil que la inmutable mitología.



Los western que tienen algo de novelesco son los que, sin apartarse de los temas tradicionales, los enriquecen desde el interior por la originalidad de los personajes, su sabor psicológico, por alguna singularidad atrayente que es precisamente lo que esperamos de un héroe novelesco.

En Stagecoach, el enriquecimiento psicológico se refiere al empleo y no al personaje: el banquero, la beata. la prostituta… En Busca tu refugio (Run for cover-1955) el interés que suscitan los personajes se refiere más a su singularidad que a su generosidad: Nicholas Ray trata siempre el mismo asunto, el suyo, el de la violencia y el misterio de los adolescentes.

James Cagney y John Derek (Run for cover)


Edward Dmytryk con Lanza rota (Broken lance-1954) –remake en western de Odio entre hermanos de Joseph Mankiewicz, hace un western más sutil que los otros, con personajes más singularizados y relaciones más complejas, pero que no por eso dejan de estar estrictamente dentro de dos o tres temas clásicos.

"Broken lance" con Richard Widmark, Robert Wagner, Spencer Tracy...



Anthony Mann podría ser considerado como el más clásico de los realizadores novelescos y testimonia una franqueza conmovedora con relación al género, una sinceridad espontánea para colocarse en el interior de los temas, hacer vivir personajes atractivos y inventar situaciones emocionantes. La puerta del diablo (Devil's Doorway-1950), Horizontes lejanos (Bend of the river-1952), Tierras lejanas (The far country-1954) y el más bello de todos: Colorado Jim (The naced spur-1953), naturalidad en el manejo de un lirismo directo y discreto y sobre todo su infalible seguridad para unir al hombre con la naturaliza, ese sentido del aire libre que es en él como el alma misma del western, y gracias al cual ha vuelto a encontrar, en la escala del héroe novelesco y no ya mitológico, el gran secreto perdido de los films de The Triangle (Tres productoras: Keystone, Kaybee, Fine Arts).

Cinemascope

No encuentro más que un Cinemascope que haya supuesto alguna novedad en la puesta en escena: Río sin retorno (1954) de Otto Preminger. No llegaré a sostener paradójicamente que la pantalla ancha no le va bien al western ni incluso que no le hay aportado nada –Anthony Mann no lo utiliza en tanto que formato nuevo, sino como una extensión del espacio alrededor del hombre– , pero me parece claro que le Cinemascope no supondrá ninguna renovación esencial en este domino.


Marylin Monroe - "River of no return"
Dossier André Bazin continua...