Cerco de odio 1948
Director:
Rudolph Maté
Guión: Philip
Macdonald-Michael Blankfort-Albert Duffy /Adaptación: Malvin Wald-Oscar Saul /
obra: “Blind Alley” de James Warwick
M
úsica: George Duning
Fotografía:
Joseph Walker
Montaje:
Viola Lawrence
Productor:
Buddy Adler (Columbia)
Actores:
Nina Foch es Betty |
Lee J. Cobb es Dr. Andrew Collins |
William Holden es Al Walker |
Rudolph
Maté, este gran fotógrafo –de su trabajo inmemorable en1928 con La pasión de Juana de Arco seguido por Vampyr de Carl Dryer en 1932, hasta Gilda y The
lady from Shanghai (1947) –ha
regalado como realizador al cine negro el excelente D.O.A y un correcto Unión
Station en 1950. Con The
dark past, se adentra en el film noir freudiano. El doctor Andrews,
profesor de psicología y psiquiatra consejero de los servicios de policía de la
ciudad, cuenta el caso de Al Walker, que
consiguió curar de sus pulsiones de matanza con arma de fuego aplicando el
análisis de un sueño obsesivo.
La curación se efectúa en unas condiciones particularmente violentas. Walker
acaba de evadirse de la cárcel tomando a
un funcionario como rehén. Le ayudan su compañera Betty y dos acólitas más. Mata al funcionario
y el grupo se refugia en la casa de campo de Andrews que pasa el fin de semana
con su mujer, su hijo y algunos amigos. Es así como el doctor Andrews se convierte
rehén de Walker; pero, muy pronto, se invierte
la situación.
Mientras la familia, los amigos y las
empleadas de la casa están vigilados por la banda en habitaciones distintas,
Andrews se queda en el salón con Walker, aumentando progresivamente su
autoridad sobre su comportamiento: pone en evidencia su fragilidad psíquica y
consigue, con la ayuda de Betty, llevar a Walker a desvelar su sueño obsesivo.
Es la revelación del amor a una única mujer, la madre, la muerte violenta del padre, el niño Al Walker, pistola en la mano,
escondido debajo de una mesa rodeada por las piernas de los policías, mientras
las gotas de sangre del padre caen sobre su cara, una lluvia de sangre. El
análisis freudiano libera a Al de una parálisis de dos dedos y de su pulsión de
muerte cuando apunta a un policía con su pistola.
Nos encontramos con la típica película de rehenes que ayuda la Asociación de
Rifles de los EEUU a aumentar sus fabulosos beneficios. Pero, ¿se repiten los
clichés de The desperate hours de William Wyler en 1955 o de Suddenly
de Lewis Allen en 1954, tratadas en este Blog: la apología de las armas en Suddenly,
los valores familiares amenazados, el padre héroe en la obra de William Wyler,
el niño héroe en Suddenly…? No
exactamente. El encuentro entre el asesino fugitivo psicópata y el doctor
Andrews – excelente Lee J.Cobb en su caracterización del profesor de
psicología, pipa en la boca –da un toque original para la época y el cliché del
niño héroe presente en las películas citadas está aquí atenuado.
con este tipo de películas sobre
atracos y rehenes, Hollywood no se limita a hacer la apología de la defensa
individual con armamento: está poniendo de moda al gremio de los psis
con unos guiones explicativos que, al día de hoy, se revelan bastante
pesados. Está claro que, desde 1945, Spellbound (Recuerda-Hitchcock) y Conflict (Retorno al abismo-Curt Bernhardt), con el fin de la guerra mundial
en tela de fondo, marcan el estallido de las consultas a las diferentes ramas
del gremio con el consecuente beneficio económico para los que las practican.
Lo que limita la calidad de la película proviene esencialmente de un guión
centrado únicamente sobre Andrews y su paciente, dejando de lado a los demás
personajes. La primera limitación está en la actuación de William Holden: tiene
una experiencia de 10 años de cine pero no consigue ser convincente en el papel
del psicópata. Encontrará a Rudolph Maté con Union Station en 1950,
después de rodar Sunset Bvd con Billy Wilder. Pero, Holden tendrá siempre el
papel de Holden. Si le pasa lo mismo a Lee J.Cobb, por lo menos se le ofrece
unos papeles que corresponden a su personalidad. El papel de Betty / Nina Foch, compañera de
Walker compasiva y paciente, sabe a
poco. La evasión de la empleada o del niño –que la actitud de la madre
contribuye a asustar todavía más –y, sobre todo, las relaciones turbias entre
algunos invitados… están justo bosquejadas cuando podían añadir emoción y ritmo
al clima claustrofóbico que exige el guión.
Rudolph
Maté, sin embargo, consigue dirigir con buenos encuadres y una cámara fluida.
La secuencia inicial con el doctor Andrews que se dirige a su trabajo en cámara
subjetiva y voz en off comentando sus impresiones sobre la gente que cruza, es
una excelente introducción al tema. También, el director mantiene el interés
con algunas escenas como la partida de ajedrez entre el doctor Andrews y Walker
o el juego de dardos con el dibujo del cerebro como mira.
La representación del sueño es, por supuesto, el clímax: Maté trata a su manera
el análisis del sueño de Spellbound: si Lee J.Cobb no es Ingrid Bergman, la
representación del sueño en negativo,
con la lluvia negra sobre fondo blanco,
nos salva de la ridícula puesta en escena del sueño de Gregory Peck
hecha por Salvador Dalí e
Hitchcock.