30.1.11

Salud Pública

Tanto nosotros mismos como personas de nuestro entorno hemos sido algunas veces víctimas de los efectos segundarios de un fármaco, con unas consecuencias por supuesto no deseables. He podido constatar los efectos muy penosos de medicamentos como, por ejemplo, algunos protectores estomacales en el caso de una gastritis, o también algún analgésico después de una fisura costal. Mareos, nauseas, dolores de cabeza, etc…Cuando tales efectos están mencionados en las instrucciones, es para señalar que se presentan muy raramente.

Por otra parte, el medico o el farmacéutico no orientan hacia el fármaco genérico, más barato y a veces con menos efectos secundarios. En cuanto al paciente, a su vez, no suele informar a su medico de los efectos indeseables que ha sufrido. Sin embargo,


“la fatalidad no recae sobre nadie, la responsabilidad es de alguien”

Un catedrático en psicotrópos de la Universidad Paris VIII, en un artículo en Le Monde del 11 de diciembre 2010, afirma que se puede dudar de afirmaciones lanzadas a bombo y platillo por parte de instituciones científicas o políticas tan publicitarias como: “la investigación genética, las biotecnologías nos darán acceso a unos fármacos muy certeros y  llenos de promesas de nueva generación. «De hecho no paran de atiborrarnos de viejos compuestos apenas modificados con precios desorbitados, hasta 10 veces más que el precio de la molécula de la cual son derivados y de la que  son casi una copia».
La industria farmacéutica invierte sumas enormes en investigación con resultados hasta ahora limitados.


Propongo una seria de preguntas como base de reflexión

¿Cómo se selecciona lo que hay que investigar?

Se puede plantear la cuestión de saber si los industriales del medicamento y los responsables políticos toman en cuenta el justo equilibrio Beneficio/Riesgo para el paciente, es decir ¿por qué tomar riesgos cuando no hay ningún beneficio tangible demostrado?

Por ejemplo, en el caso de los protectores estomacales, ¿por qué se pone a la venta y se prescribe por los especialistas un medicamento cuyos efectos secundarios señalados pueden conducir a una pancreatitis mientras el producto genérico no tiene efectos secundarios declarados?

¿No conviene que nuestro sistema sanitario preste más atención a los efectos secundarios puestos en evidencia por los estudios clínicos? ¿No debería el nuevo medicamento demostrar su eficacia en relación al medicamento anterior, y que la duda beneficie al paciente y no a la industria?

¿Está realmente organizada la vigilancia de los productos farmacéuticos?


¿Hay un seguimiento de los efectos secundarios? ¿No debería el paciente informar de ellos a su medico y al farmacéutico?

Centro Logístico Farmacéutico dotado con las últimas tecnologías


¿Bajo qué control hacen los investigadores empresariales la selección de sus objetivos?

¿Hay realmente transparencia en las relaciones entre la industria farmacéutica, las agencias de control y los responsables políticos de la salud? Incluso aunque se acabasen las relaciones privilegiadas y malsanas entre médicos y laboratorios, las revistas médicas que informan de los nuevos productos ¿no dependen de la publicidad farmacéutica?

¿No se retrasa excesivamente la retirada de un medicamento porque la evaluación Beneficio/Riesgo de la que hablábamos anteriormente prioriza el interés de la firma al del paciente?

Llegamos al punto de que la Seguridad Social, que tendría que ser el seguro de los pacientes, se convierte en el seguro de los accionistas de la industria farmacéutica y les asegura el beneficio. ¿No deberíamos como ciudadanos pedir cuentas y más transparencia?

Aunque esto no devolvería la vida a los que han muerto, el sistema judicial debería tomar en cuenta la posibilidad de una denuncia colectiva encaminada a evitar cualquier perjuicio.

Al fin y a cabo, siempre nos encontramos delante de la ética de la institución politica, cada vez más necesaria en el dominio público y globalizado actual. «La salud pública es el fundamento donde reposa la felicidad del pueblo y el poder del Estado… Por eso estimo que el cuidado de la salud pública es el primer deber de un hombre de Estado» (Disraelí en el Parlamento Británico).