11.3.12

El realismo en la escuela italiana de la liberación

Dossier André Bazin

Los precursores

El fascismo, a diferencia del nazismo, dejó subsistir un cierto pluralismo artístico y se interesó especialmente por el cine. Podrían hacerse todas las reservas que se quiera sobre el Festival de Venecia en relación con los intereses políticos del Duce, pero no se puede negar que esta idea de un festival internacional ha demostrado su fecundidad…El capitalismo y el dirigismo fascista han servido al menos para dotar a Italia con modernos estudios. Es cierto que demasiados directores, entre los mejores, se han sacrificados ante las exigencias comerciales.


Blasetti, Corona de hierro,

pero también Cuatro pasos por las nubes,
de Sica con Limpiabotas,

 se han orientados hacia la producción de comedias muy humanas, llenas de sensibilidad y realismo.
La tendencia realista, el intimismo satírico y social, el verismo sensible y poético, no habían sido hasta el principio de la guerra más que cualidades menores. Rossellini, Lattuada, Blasetti se esfuerzan por conseguir un realismo de clase internacional.
Gracias a la liberación, se abrirá finalmente un amplio camino a todas estas tendencias estéticas, con la amplitud suficiente para florecer en unas nuevas condiciones que no dejarán de modificar su sentido y su importancia.

La liberación
No significaba, como en Francia, que con la marcha de los alemanes la vida recomenzaba; sino revolución política, ocupación aliada y desquiciamiento económico y social. Rossellini roda Païsa en una época en la que su guión era todavía actual. El cine italiano se caracteriza por su adherencia a la actualidad…
Los filmes italianos son, ante todo, documentales reconstruidos aun cuando lo esencial de su argumento sea independiente de la actualidad; y presentan un valor documental excepcional, que no puede separarse del guión sin arrastrar con él todo el terreno social en el que hunden sus raíces.
Los guiones de muchos filmes no resisten el ridículo… no son más que melodramas moralizantes. Pero en el film todos los personajes existen con una verdad estremecedora. Ninguno queda reducido al estado de cosa o de símbolo, lo que permitiría odiarle confortablemente sin haber tenido que superar previamente el equívoco de su humanidad.

Paisa (Camarada) Roberto Rossellini-1946
No se me oculta la parte de habilidad politica más o menos consciente que se esconde sin duda bajo esta generosidad comunicativa Es posible que el cine italiano se haga, en seguida, él también, político y partidista, y es posible que haya en todo eso algunas medio-mentiras. Païsa que es muy hábilmente pro americana, ha sido realizad por demócrata-cristianos y comunistas.

Independientemente de la coyuntura política, este humanismo revolucionario encuentra sus fuentes en una cierta manera de subrayar lo individual, y que la masa es raramente considerada como una fuerza social positiva.

Estetismo y realismo: Italia y Rusia (Potemkine)

Uno de los mayores méritos del cine italiano sería haber recordado una vez más que no hay realismo en arte que no sea ya en su comienzo profundamente estético. Tanto lo real como lo imaginario en el arte pertenece sólo al artista, ya que la carne y la sangre de la realidad no son más fáciles de retener entre las redes de la literatura o del cine que las más gratuitas fantasías de la imaginación. En otros términos, aunque la invención y la complejidad de la forma no tengan ya primacía sobre el contenido de la obra, siguen, sin embargo, determinando la eficacia de la expresión artística.
Si Potemkine ha podido revolucionar el cine, es porque Eisenstein era el mayor teórico del montaje de su tiempo, porque trabajaba con Tissé, el mejor operador del mundo, porque Rusia era el centro del pensamiento cinematográfico; en una palabra, porque los films realistas que producía escondían mas ciencia estética que los decorados, la iluminación y la interpretación de las obras más artificiales de expresionismo alemán. Lo mismo pasa con el cine italiano [a la liberación]
. Su  realismo no encierra en absoluto una regresión estética, sino por el contrario un progreso en la expresión, una evolución conquistadora del lenguaje cinematográfico, una extensión de su estilística.

Realismo: definiciones

Desde el fin de la herejía expresionista y sobre todo desde el sonoro, puede decirse que el cine no ha dejado de tender hacia el realismo. Entendamos, grosso modo, que quiere dar al espectador una ilusión lo más perfecta posible de la realidad, compatible con las exigencias lógicas del relato cinematográfico y los límites actuales de la técnica.
Por ello, el cine se opone netamente a la poesía, a la pintura, al teatro, y se aproxima cada vez más a la novela.
Paisa
[Sin embargo] es merced a la poesía como el realismo de De Sica encuentra su sentido; porque en el arte, en el principio de todo realismo hay una paradoja estética que resolver. La reproducción fiel de la realidad no es arte.
El realismo en arte no puede proceder más que del artificio. Toda estética escoge forzosamente entre lo que merece ser salvado, como lo hace el cine, crear la ilusión de la realidad; esta elección constituye su contradicción fundamental, a la vez inaceptable y necesaria.
Necesaria porque el arte no existe sin la elección. Sin ella, aun suponiendo que "el cine total" fuera en la actualidad técnicamente posible, volveríamos pura y simplemente a la realidad. E inaceptable ya que en definitiva, se hace a expensas de esa realidad que el cine se propone restituir integralmente.
Es por lo que resulta inútil oponerse a todo progreso técnico que tenga por objeto aumenta el realismo cinematográfico: sonido, color, relieve.  El arte cinematográfico se nutre de esa contradicción y utiliza al máximo las posibilidades de abstracción y de simbolismo que le ofrecen los límites temporales de la pantalla.
Al final de una alquimia inevitable y necesaria, la realidad inicial ha sido sustituida por una ilusión de realidad hecha de un complejo de abstracción (el negro y el blanco, la superficie plana), de convenciones (la ley de montaje por ejemplo) y de realismo autentico. Es una ilusión necesaria, pero que trae consigo rápidamente la pérdida de consciencia de la misma realidad, identificada en el espíritu del espectador con su representación cinematográfica. En cuanto al cineasta, una vez que ha obtenido esta complicidad inconsciente del público, se encuentra con la gran tentación de descuidar cada vez más la realidad; llega el momento en el que él mismo no distingue claramente dónde empiezan y dónde terminan sus mentiras. Y no se le puede reprochar el mentir, ya que es la mentira lo que constituye el arte. Pero sí, se le puede reprochar de no saber dominar la mentira, el ser su propia víctima e impedir así toda nueva conquista en el campo de la realidad.

Dossier André Bazin continua...