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El fosfato, forma mineral del fósforo, es uno de los elementos imprescindibles en la composición de los abonos. Su utilización intensiva a partir de 1950 ha permitido un desarrollo espectacular de la producción de vegetales necesarios a la alimentación mundial. Tal empleo de una materia prima que proviene de un elemento que no puede fabricarse, el fósforo, conduce necesariamente a un problema de sostenibilidad. La ONU prevé una aumento de 70% de la producción alimenticia en las próximas décadas para responder a las necesidades de la población mundial. Sin embargo, el agotamiento de las reservas de fosfato es una hipótesis que conviene tomar en cuenta, programando una utilización muy controlada y limitada en la alimentación e investigando soluciones de sustitución. No parece que el problema despierte pasiones a pesar de la llamada de atención lanzada por algunos economistas o columnistas (ver artículo en Le Monde 02/10/ 2013). La decisión tomada por China, en 2008, de una tasa sobre sus exportaciones de fosfato, es un síntoma claro de la situación: hubo una especulación sobre el precio de esta materia prima (hasta 800% de aumentación de su precio) que provocó numerosas manifestaciones en los países emergentes y particularmente en India El hecho de que el rey de Marruecos sea propietario de 85% de la reserva de fosfato a un precio asequible y de buena calidad, es otro síntoma de una situación hoy en día poco sostenible.
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