29.10.13

Populismo



Populismo: este término al uso de los políticos y de los medios de comunicación no tiene por meta disimular la verdadera naturaleza de la extrema derecha, xenófoba y antieuropeista, agarrada a posiciones fuertemente nacionalistas. Son los participantes en los debates y las manifestaciones que cuestionan la gestión de la crisis por los gobiernos quienes están tachados de populistas, después de haber sido activistas, y … antes de conseguir –quién sabe –el título de terrorista.  No hablaremos por supuesto de los diarios o revistas con clara tendencia conservadora, o portavoces de partidos de derecha o extrema derecha.  Limitémonos a los mass medias que apoyan a lo que llaman “el centro derecha del mapa político” actual en Europa, como por ejemplo El País o, en Francia Le Monde (Ver ¿qué reglas para qué juego? Publicado en este blog).
 Estos diarios  utilizan el término “populismo” cuando tratan de los diferentes movimientos sociales espontáneos u organizados por partidos políticos como el Front de Gauche francés, Die Linke alemán o Suriza en Grecia y, recientemente, el nuevo partido español representativo de los movimientos “Indignados”. Así, El País denunció claramente el “populismo” del “Front de Gauche” francés del tribuno Mélanchon en la primavera de 2012, en el marco de las elecciones en Francia. Por su parte, Le Monde, con el título revelador “Europa, el miedo de la subida de los votos contestatarios” analiza las próximas elecciones europeas con un enfoque alarmista que insiste esencialmente sobre la  inmigración, la burocracia, la austeridad, el rechazo a la gestión de la crisis por la Unión Europea… como “mezcla explosiva”. En el punto de mira: unos partidos británicos, griegos, alemanes, francés, español… que se presentan a las elecciones dentro del marco democrático actual.  Un frente anti-merkel y anti-troika prospera en la Europa del Sur, en la izquierda como en la extrema derecha”. Acusa al partido Syriza, partido que tuvo un porcentaje apreciable en las últimas elecciones en Grecia de querer “imponerse” en el parlamento europeo. ¿ quiere acercarse a los ecologistas y los sociodemócratas el Front de Gauche francés? ¿ prepara listas para las elecciones europeas el movimiento de los Indignados españoles?: Le Monde responde que “este aumento de los populismos” inquieta a la Comisión europea. 
Esta amalgama voluntaria entre, por un lado, la extrema derecha y la derecha “popular” que han gobernado en Italia y Alemania, que gobiernan en España y Austria y, por otro lado, los movimientos sociales o partidos que quieren reflejar una ira comprensible por parte de unos amplios sectores de las poblaciones de los países afectados por la pésima gestión de sus economía y sus finanzas demuestra hasta qué punto los medios de comunicación influyen en la adquisición del consenso, acotando la democracia representativa parlamentaria sobre la base de un sistema bipartidista “neo-liberalismo + social democracia” . Lo definen  como centro del abanico político, designando como “extremos” a los demás, sin poner en evidencia las diferencias fundamentales que hay entre el odio y la solidaridad, la xenofobia y la integración, el anti europeísmo proteccionista y el que pide una nueva Europa más solidaria, entre los que apoyan la privatización y el poder del sistema financiero y empresarial y los que defienden el servicio público y una educación igualitaria. Alertan sobre el riesgo que presenta cualquier idea novedosa que permita experimentar nuevas estructuras político-sociales que tomen en cuenta los errores pasados y actuales.  La democracia participativa y, por supuesto, la democracia directa están presentadas como fórmulas peligrosas. Por ejemplo, otro artículo del mismo diario francés advierte sobre el “populismo tecnológico”: analizando la inestabilidad política en Italia,  ataca al movimiento M5s (Movimiento Cinco estrellas) acusándolo de querer crear una democracia directa por medio de Internet. “Este populismo tecnológico tiene un nombre en Italia. … el “directismo” para nombrar este extraño proyecto en el cual la democracia se opera directamente vía Internet, pasando de la mediación  parlamentaria. … [Conviene tomar en serio] éste sueño de “directismo  porque halaga a los defensores de la posmodernidad y fomenta ´la desesperación  social de los excluidos que montan en cólera contra las élites”. Tal iniciativa puede revelarse mucho peor que la demagogia “berlusconiana”, ser la más extravagante nueva cara  de la aventura política del siglo XXI.
Invito a leer un fragmento de “El odio a la democracia” de Jacques Rancière sobre el tema del “populismo”.
La alianza oligárquica de la riqueza y la ciencia reclama hoy todo el poder y excluye que el pueblo pueda dividirse todavía y ramificarse. Pero, expulsada de los principios, la división vuelve por todos lados. Lo hace en el avance de los partidos de extrema derecha, de los movimientos identitarios y de los integrismos religiosos que, en contra del consenso oligárquico, apelan al viejo principio del nacimiento y la filiación, a una comunidad arraigada en el suelo, la sangre y la religión de los antepasados.
Lo hace también en las múltiples luchas que rechazan la exigencia económica mundial reivindicada por el orden consensual para cuestionar los sistemas de salud y de jubilaciones o el derecho laboral. Lo hace, por último, en el propio funcionamiento del sistema electoral, cuando las soluciones únicas que se imponen tanto a gobernantes como a gobernados son sometidas a la decisión imprevisible de estos últimos. Lo demostró el referéndum europeo [sobre una Constitución Europea]… Sabemos lo que ocurrió. Sabemos también que, para este revés como para toda alteración del consenso, los oligarcas, sus eruditos y sus ideólogos encontraron explicación: si la ciencia no consigue imponer su legitimidad, es a causa de la ignorancia. Si el progreso no progresa, es a causa de los retardatarios. Una palabra indefinidamente salmodiada por todos los expertos resume esta explicación: “populismo”.
Se pretende situar bajo este término todas las formas de secesión respecto del consenso dominante, sea que respondan a la afirmación democrática o a los fanatismos raciales o religiosos. Y al conjunto así constituido se pretende asignarle un único principio: la ignorancia de los atrasados, el apego al pasado, sea el de las conquistas sociales, el de los ideales revolucionarios o el de la religión de los ancestros. Populismo es el nombre cómodo bajo el cual se disimula la exacerbada  contradicción entre legitimidad popular y legitimidad erudita, la dificultad del gobierno de la ciencia para conciliarse con las manifestaciones de la democracia y hasta con la forma mixta del sistema representativo.
Este nombre oculta y revela a la vez la gran aspiración de la oligarquía: gobernar sin pueblo, es decir, sin división del pueblo, gobernar sin política.

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