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sociedad
Populismo: este
término al uso de los políticos y de los medios de comunicación no tiene por
meta disimular la verdadera naturaleza de la extrema derecha, xenófoba y
antieuropeista, agarrada a posiciones fuertemente nacionalistas. Son los
participantes en los debates y las manifestaciones que cuestionan la gestión de
la crisis por los gobiernos quienes están tachados de populistas, después de haber
sido activistas, y … antes de conseguir –quién sabe –el título de
terrorista. No hablaremos por supuesto
de los diarios o revistas con clara tendencia conservadora, o portavoces de
partidos de derecha o extrema derecha. Limitémonos a los mass medias que apoyan a lo
que llaman “el centro derecha del mapa político” actual en Europa, como por
ejemplo El País o, en Francia Le Monde (Ver ¿qué reglas para qué juego?
Publicado en este blog).
Estos diarios
utilizan el término “populismo”
cuando tratan de los diferentes movimientos sociales espontáneos u organizados
por partidos políticos como el Front de Gauche francés, Die Linke alemán o
Suriza en Grecia y, recientemente, el nuevo partido español representativo de
los movimientos “Indignados”. Así, El País
denunció claramente el “populismo” del “Front de Gauche” francés del tribuno
Mélanchon en la primavera de 2012, en el marco de las elecciones en Francia.
Por su parte, Le Monde, con el título revelador
“Europa, el miedo de la subida de los votos
contestatarios” analiza las próximas elecciones europeas con un
enfoque alarmista que insiste esencialmente sobre la inmigración, la burocracia, la austeridad, el
rechazo a la gestión de la crisis por la Unión Europea… como “mezcla explosiva”. En el punto de mira: unos partidos
británicos, griegos, alemanes, francés, español… que se presentan a las
elecciones dentro del marco democrático actual.
“Un frente anti-merkel
y anti-troika prospera en la Europa del Sur, en
la izquierda como en la extrema derecha”. Acusa al partido Syriza,
partido que tuvo un porcentaje apreciable en las últimas elecciones en Grecia
de querer “imponerse” en el parlamento
europeo. ¿ quiere
acercarse a los ecologistas y los sociodemócratas el Front de Gauche
francés? ¿ prepara listas
para las elecciones europeas el movimiento de los Indignados
españoles?: Le Monde responde que “este aumento de los populismos” inquieta a la Comisión europea.
Esta amalgama
voluntaria entre, por un lado, la extrema derecha y la derecha “popular” que
han gobernado en Italia y Alemania, que gobiernan en España y Austria y, por
otro lado, los movimientos sociales o partidos que quieren reflejar una ira
comprensible por parte de unos amplios sectores de las poblaciones de los
países afectados por la pésima gestión de sus economía y sus finanzas demuestra
hasta qué punto los medios de comunicación influyen en la adquisición del
consenso, acotando la democracia representativa parlamentaria sobre la base de
un sistema bipartidista “neo-liberalismo + social democracia” . Lo definen como centro del abanico político, designando
como “extremos” a los demás, sin poner en evidencia las diferencias fundamentales
que hay entre el odio y la solidaridad, la xenofobia y la integración, el anti
europeísmo proteccionista y el que pide una nueva Europa más solidaria, entre
los que apoyan la privatización y el poder del sistema financiero y empresarial
y los que defienden el servicio público y una educación igualitaria. Alertan
sobre el riesgo que presenta cualquier idea novedosa que permita experimentar
nuevas estructuras político-sociales que tomen en cuenta los errores pasados y
actuales. La democracia participativa y,
por supuesto, la democracia directa están presentadas como fórmulas peligrosas.
Por ejemplo, otro artículo del mismo diario francés advierte sobre el “populismo tecnológico”: analizando
la inestabilidad política en Italia,
ataca al movimiento M5s (Movimiento Cinco estrellas) acusándolo de querer crear una democracia directa
por medio de Internet. “Este populismo tecnológico
tiene un nombre en Italia. … el “directismo”
para nombrar este extraño proyecto en el cual la democracia se opera directamente
vía Internet, pasando de la mediación
parlamentaria. … [Conviene tomar en serio] éste sueño de “directismo” porque halaga a los
defensores de la posmodernidad y fomenta ´la desesperación social de los excluidos que montan en cólera
contra las élites”. Tal iniciativa puede revelarse
mucho peor que la demagogia “berlusconiana”, ser la más extravagante nueva
cara de la aventura política del siglo
XXI”.
Invito a leer un
fragmento de “El
odio a la democracia” de Jacques Rancière sobre el tema del “populismo”.
La alianza oligárquica de la
riqueza y la ciencia reclama hoy todo el poder y excluye que el pueblo pueda
dividirse todavía y ramificarse. Pero, expulsada de los principios, la división
vuelve por todos lados. Lo hace en el avance de los partidos de extrema
derecha, de los movimientos identitarios y de los integrismos religiosos que,
en contra del consenso oligárquico, apelan al viejo principio del nacimiento y
la filiación, a una comunidad arraigada en el suelo, la sangre y la religión de
los antepasados.
Lo hace también en las múltiples
luchas que rechazan la exigencia económica mundial reivindicada por el orden
consensual para cuestionar los sistemas de salud y de jubilaciones o el derecho
laboral. Lo hace, por último, en el propio funcionamiento del sistema
electoral, cuando las soluciones únicas que se imponen tanto a gobernantes como
a gobernados son sometidas a la decisión imprevisible de estos últimos. Lo
demostró el referéndum europeo
[sobre una Constitución Europea]… Sabemos lo que ocurrió. Sabemos
también que, para este revés como para toda alteración del consenso, los
oligarcas, sus eruditos y sus ideólogos encontraron explicación: si la ciencia
no consigue imponer su legitimidad, es a causa de la ignorancia. Si el progreso
no progresa, es a causa de los retardatarios. Una palabra indefinidamente salmodiada
por todos los expertos resume esta explicación: “populismo”.
Se pretende situar bajo este
término todas las formas de secesión respecto del consenso dominante, sea que
respondan a la afirmación democrática o a los fanatismos raciales o religiosos.
Y al conjunto así constituido se pretende asignarle un único principio: la
ignorancia de los atrasados, el apego al pasado, sea el de las conquistas
sociales, el de los ideales revolucionarios o el de la religión de los
ancestros. Populismo es el nombre cómodo bajo el cual se disimula la exacerbada contradicción entre legitimidad popular y
legitimidad erudita, la dificultad del gobierno de la ciencia para conciliarse
con las manifestaciones de la democracia y hasta con la forma mixta del sistema
representativo.
Este nombre oculta y revela a la
vez la gran aspiración de la oligarquía: gobernar sin pueblo, es decir, sin
división del pueblo, gobernar sin política.
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