1.1.14

¡Buen provecho! Llega la tilapia





 
Después de los pangas criados con orinas, salmones con soja transgénica, carpas rellenas con metales pesados… nos llega la tilapia. Parece ser que eso será nuestro alimento más común en este siglo…
Al día de hoy, uno de cada dos pescados que consumen los humanos no tiene nada de salvaje. . Después de aprovechar la evolución de la tecnología en la última década del siglo XX,  la pesca no progresa más. Su limitación se debe por supuesto a la necesidad de regeneración de las especies. Así que la piscicultura tiene un futuro prometedor. En toneladas, la producción de la piscicultura es casi equivalente a la de carne bovina. Eso se explica por su rendimiento: el pescado es por lo menos diez veces  más rentable que el buey por su capacidad en transformar la alimentación que se le da.
La industrialización forzada de la pesca provoca los mismos problemas que la del ganado: amontonados en contendores de cemento, en estanques o estuarios, los peces presentan también una vulnerabilidad a las epidemias y producen nitrógeno,  lo que significa proliferación de algas tóxicas. Por otra parte, las especies “domesticadas” pueden debilitar a sus congéneres salvajes.
Con 38 millones de toneladas de peces así criados, China representa 61,6% de la piscicultura mundial por delante de India (4,5%) y Vietnam (2,8%) según  la FAO[1]. Cuatro peces (carpa, tilapia, salmón, anguila, siluro) representan casi 80% de la producción mundial de la piscicultura. Sus ciclos de vida y de reproducción están controlados , lo que permite al sistema industrial imponerlos,  en detrimento de las especies salvajes. Por ejemplo, en el caso de la tilapia, se ha conseguido separar los machos de las hembras, lo que aumenta el rendimiento: los primeros – más gordos –  ocupan el 85% de los estanques.
 
La tilapia, de origen africano,   está dando un salto brusco de consumo estos últimos años en el mundo. Tiene una carne blanca con pocas espinas y poco sabor,  según la organización WorldFish, la tilapia es una fuente de proteína animal muy “eficaz”: alimentado con una mezcla de maíz, habas y residuos de pescado, y gasta  muy poca energía para calentarse como pasa con los mamíferos. . La producción es de 4,3 millones de toneladas al año repartida entre unos 100 países (China principalmente y también Egipto, Indonesia, Brasil, Filipinas…).  Un reportaje publicado en Le Monde[2] describe una visita a una piscicultura en China (Isla de Hainan) que exporta hacia la Unión Europea la mitad de sus 20 000 toneladas producidas al año. La producción industrial de la tilapia empezó al principio del siglo XXI; el brusco aumento del consumo empezó hace unos cinco años.
Sin embargo, la mayoría de los criaderos de tilapia no presentan una garantía de calidad. Según el reportaje, la mayoría de los campesinos que se dedican artesanalmente a la  piscicultura se han metido en este negocio (rentable como siempre para los intermediarios pero muy inestable para los pequeños  productores). Generalmente, las aguas de alimentación de los estanques no están tratadas y, según un vendedor de productos químicos, el tratamiento se hace solo  cuando la producción disminuye o cuando las aguas cambian de color. Éste vendedor reconoce abastecerlos con agentes químicos para reducir la concentración en amoniaco y nitritos,  debida  al estancamiento   de los residuos de los peces y de los alimentos que les echan.  Algunos crían cerdos en las orillas del estanque para echar sus residuos como alimentos a la tilapia…lo más rentable cuando se sabe que la alimentación de los peces representa  el 70%  del coste de la producción, lo que deja unos 30 céntimos por kilo al artesano. “¡Bon appétit, Messieurs!”[3]… ¡Buen provecho, señores empresarios y buena inversión, señores banqueros!

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[1] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
[2] En su suplemento Economie et Entreprise del 17 de diciembre de 2013: “La isla de Hainan hace la apuesta del tilapia el la alimentación del siglo XXI”.
[3] Exclamación de Ruy Blas entrando en el consejo de ministros de España (Victor Hugo. Ruy Blas)