Después de los pangas criados con
orinas, salmones con soja transgénica, carpas rellenas con metales pesados… nos
llega la tilapia. Parece
ser que eso será nuestro alimento más común en este siglo…
Al día de hoy,
uno de cada dos pescados que consumen los humanos no tiene nada de salvaje. .
Después de aprovechar la evolución de la tecnología en la última década del
siglo XX, la pesca no progresa más. Su
limitación se debe por supuesto a la necesidad de regeneración de las especies.
Así que la piscicultura tiene un futuro prometedor. En toneladas, la producción
de la piscicultura es casi equivalente a la de carne bovina. Eso se explica por
su rendimiento: el pescado es por lo menos diez veces más rentable que el buey por su capacidad en
transformar la alimentación que se le da.
La
industrialización forzada de la pesca provoca los mismos problemas que la del
ganado: amontonados en contendores de cemento, en estanques o estuarios, los
peces presentan también una vulnerabilidad a las epidemias y producen nitrógeno,
lo que significa proliferación de algas
tóxicas. Por otra parte, las especies “domesticadas” pueden debilitar a sus
congéneres salvajes.
Con 38 millones
de toneladas de peces así criados, China representa 61,6% de la piscicultura
mundial por delante de India (4,5%) y Vietnam (2,8%) según la FAO[1].
Cuatro peces (carpa, tilapia, salmón, anguila, siluro) representan casi 80% de
la producción mundial de la piscicultura. Sus ciclos de vida y de reproducción
están controlados , lo que permite al sistema industrial imponerlos, en detrimento de las especies salvajes. Por
ejemplo, en el caso de la tilapia, se ha conseguido separar los machos de las
hembras, lo que aumenta el rendimiento: los primeros – más gordos – ocupan el 85% de los estanques.
La tilapia, de
origen africano, está dando un salto
brusco de consumo estos últimos años en el mundo. Tiene una carne blanca con
pocas espinas y poco sabor, según la
organización WorldFish,
la tilapia es una fuente de proteína animal muy “eficaz”: alimentado con una
mezcla de maíz, habas y residuos de pescado, y gasta muy poca energía para calentarse como pasa con
los mamíferos. . La producción es de 4,3 millones de toneladas al año repartida
entre unos 100 países (China principalmente y también Egipto, Indonesia,
Brasil, Filipinas…). Un reportaje
publicado en Le Monde[2]
describe una visita a una piscicultura en China (Isla de Hainan) que exporta
hacia la Unión Europea la mitad de sus 20 000 toneladas producidas al año. La
producción industrial de la tilapia empezó al principio del siglo XXI; el
brusco aumento del consumo empezó hace unos cinco años.
Sin embargo, la
mayoría de los criaderos de tilapia no presentan una garantía de calidad. Según
el reportaje, la mayoría de los campesinos que se dedican artesanalmente a la piscicultura se han metido en este negocio
(rentable como siempre para los intermediarios pero muy inestable para los
pequeños productores). Generalmente, las
aguas de alimentación de los estanques no están tratadas y, según un vendedor
de productos químicos, el tratamiento se hace solo cuando la producción disminuye o cuando las
aguas cambian de color. Éste vendedor reconoce abastecerlos con agentes
químicos para reducir la concentración en amoniaco y nitritos, debida al
estancamiento de los residuos de los
peces y de los alimentos que les echan. Algunos crían cerdos en las orillas del
estanque para echar sus residuos como alimentos a la tilapia…lo más rentable
cuando se sabe que la alimentación de los peces representa el 70%
del coste de la producción, lo que deja unos 30 céntimos por kilo al
artesano. “¡Bon appétit, Messieurs!”[3]…
¡Buen provecho, señores empresarios y buena inversión, señores banqueros!
Enlaces
Blogs de memento
[1] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
[2] En su suplemento Economie et Entreprise
del 17 de diciembre de 2013: “La isla de Hainan hace la
apuesta del tilapia el la alimentación del siglo XXI”.
[3] Exclamación de Ruy Blas entrando en el consejo de ministros de España
(Victor Hugo. Ruy Blas)