Resumen
del artículo publicado en este Blog / Autores
“Crear
riqueza, no valor“de J.M. Harrigey- Le Monde Diplomatique en
español Diciembre de 2013.
¿Sabía
usted que los servicios prestados por los murciélagos en los EEUU valen 22 900
millones de dólares anuales? ¿Cómo se llega a esta importante suma? Evaluando
la cantidad de insecticida que permiten ahorrar al atacar plagas. Por su parte,
los servicios prestados por los insectos polinizadores representan 190 000
millones al año, de los cuales 153 corresponden sólo a las abejas…
Con
este ejemplo, J:M. Harribey[1] introduce
dos enfoques recientes de la reflexión neoliberal
que demuestran que esta ideología tiene una capacidad de recuperación absoluta.
El primero enfoque consiste en ir
más allá de los límites de explotación de la naturaleza, el segundo
demuestra que pretende hacerse con el
conocimiento.
A
partir del ejemplo citado de los murciélagos, el autor se pregunta ¿de dónde proviene esta práctica que consiste en atribuir a la
naturaleza un valor económico basado en la utilización de sus ventajas por parte del hombre? Este nuevo
enfoque puede sorprender cuando los economistas neoliberales habían
desentendido la evolución medioambiental para seguir con su viejo dogma: “los recursos de la naturaleza son
inagotables”. La actualidad de la crisis de la globalización que tiene su
origen en este sistema neoliberal pone en evidencia que:
1-
no se puede ir más allá de determinado umbral de explotación de la naturaleza
sin deterior o destrucción de la base material de la acumulación; o sea, el
capitalismo tiene en sus genes programada su propia destrucción. La generalización a escala global de un modo
de desarrollo productivista devastador
2-
no se puede ir más allá de determinado umbral de explotación del ser humano sin
arruinar sus posibilidades de expansión. Eso concierne al lugar cada vez mayor del conocimiento en el proceso
productivo.
Eso
nos conduce a dos preguntas:
-
¿qué tipo de riqueza se destruye?
-
¿en qué se modifica la fuente del valor?
…
preguntas que se concentran en una única pregunta que se refiere a la distinción entre
riqueza y valor, o entre valor de uso y valor de cambio. Añade
el autor: La teoría liberal confunde
riqueza y valor y tiende a reducir todo valor al destinado al capital como
lo demuestran los dos enfoques siguientes:
1-¿Ir más allá
de los límites de explotación de la naturaleza?
Por lo que concierne la naturaleza, su
riqueza –el valor de stock de
recursos naturales –es incalculable en términos económicos. Estos recursos
condicionan la vida de la especie y, por eso, no pueden ser reducidos a una
categoría económica. En cambio, la medida
del valor económico creado mediante la explotación de estos recursos es
reductible al trabajo, pero no tiene nada que ver con un pseudo valor económico intrínseco de los recursos… Sin la
naturaleza, el hombre no puede producir nada, ni en términos físicos ni en
términos de valor económicos. La actividad económica se inserta necesariamente
en relaciones sociales y en la biosfera. Por ende, no se puede prescindir de la
naturaleza para producir colectivamente valores de uso y no se le puede
sustituir indefinidamente por artefactos. Pero no es la naturaleza la que produce
el valor, categoría socio antropológica por definición.
Sin
embargo, unos temas esenciales del Banco Mundial, del Programa de las Naciones
Unidas para el medio ambiente (PNUMA), de la OCDE, de la UE… son el “valor económico
intrínseco de la naturaleza”, y el “valor de los servicios prestados por la
naturaleza”… Todas estas instituciones utiizan la misma vara de medir para los
costes de producción realizada por el trabajo humano con elementos que no son
producidos y que, además, ponen de
manifiesto lo cualitativo o valores éticos invaluables. Si todo es valorado
económicamente, todo puede ser considerado como capital. Los economistas
neoclásicos definen entonces la riqueza
como la suma de lo que llaman capital económico, capital humano, capital
social y capital natural, todos sometidos a un procedimiento de cálculo
análogo. Para J.M. Harribey, estos cálculos no pueden incorporar lo más
importante: las interacciones que
constituyen la trama de la vida y cuya preservación condiciona su reproducción
y su equilibrio…
2- hacerse con el conocimiento
Por
lo que concierne la revolución de las tecnologías de la información y de la
comunicación, ésta integra los conocimientos como factor decisivo de la
creación de riquezas. Dice el autor del artículo que la facultad de recuperación absoluta de la economía
neoliberal permite que nazca y se
desarrolle un capitalismo calificado como “cognitivo” o “economía del
conocimiento”, “economía de la información” o también como “economía de lo
inmaterial”, que toma el relevo del antiguo capitalismo “fordista” de la industria de masas de posguerra.
Esta
transformación del capitalismo hace que el “valor-trabajo”, el trabajo que
producía el valor que permite la circulación del capital, sea reemplazado por la única salida posible,
que sería: acompañar la transformación del capitalismo,
que promete a cada trabajador la posibilidad de “producirse a sí mismo” y,
simultáneamente, pagar un salario básico universal a todos aquellos a quienes
el sistema de todas formas deja fuera, en lugar de buscar un pleno empleo
definitivamente fuera del alcance, y sobre todo contrario al objetivo de
emancipación respecto del trabajo.
Si
el capitalismo quiere transformar el conocimiento en capital que valorizar, se
encuentra con dos obstáculos:
-
El primero es el carácter difícilmente
apropiable del conocimiento en sí, puesto que nace de la mente humana y no se
la puede privar de este. Solo el uso
del conocimiento es fácilmente apropiable, y ahí entran en juego las patentes, para imponerle una
prohibición o someterlo al pago de una renta. Fuera de ese caso, el
conocimiento es un bien colectivo o
común por excelencia, incluso en el sentido en que lo definen los
economistas neoclásicos: satisface las reglas de no exclusión (no se puede, por ejemplo, excluir a alguien del uso
de la iluminación nocturna de las calles) y de no competencia (que alguien lo use no impide que lo use otro).
-El
segundo obstáculo se encuentra contenido en las mismas características que
definen el conocimiento: la difusión y la extensión. No se puede privatizar y mercantilizar la producción y la transmisión
del conocimiento: son valores sociales. La
producción de servicios no mercantiles, como la educación y la salud publicas,
debe ser considerada como resultado de un trabajo productivo de las personas
destinadas a esas tareas. La riqueza no mercantil no es, pues, una punción en la actividad
mercantil: es un plus proveniente de
una decisión pública de utilizar con fines no lucrativos fuerzas de trabajo y
equipamientos y recursos disponibles. Esta riqueza se socializa en dos
sentidos: mediante la decisión de utilizar colectivamente capacidades
productivas, y mediante la decisión de
repartir socialmente la caga del pago, a través del impuesto… Este
trabajo responde a necesidades sociales que se encuentran fuera del campo de la
mercancía.
La
conclusión que da Harribey es que limitar
el espacio de la mercancía hace posible ampliar el de la gratuidad socialmente
construida, es decir, el de las actividades humanas que, aunque tengan un
coste, no tienen un precio en el sentido del mercado. Por último, esto permite
preservar los bienes naturales y los vínculos sociales, que, por su parte, son
incalculables.
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[1]
Jean-Marie Harribey es profesor
titular de la Universidad de Burdeos. (« La richesse,
la valeur et l’Inestimable. Fondements
d’une critique socio-économique de l’économie capitaliste ».