Un artículo en Le
Monde Diplomatique (Septiembre 2014-p.24) “Ni pausa ni duda para los partidarios de una Europa federal” destaca
la posición pragmática de los políticos y movimientos federalistas. Las
proposiciones de un federalismo en España por parte del PSOE corresponden
también a un cierto pragmatismo. En cuanto al PP, ha expresado su pragmatismo en
su política de recortes y de sometimiento a la “Troika”(FMI-UE-BCE) con sus
expresiones de una época pasada en boca del jefe del gobierno: “es de sentido común” o “como dios manda”...
este mismo mes, una entrevista
a la ministra de justicia francesa en el marco de un encuentro literario
constituye una respuesta adecuada a las posiciones de los profesionales de
poder (políticos, empresarios, economistas, gestores de opinión, medios
informativos…) y el lenguaje que utilizan. A continuación, un resumen de esta
entrevista:
…Los escritores, los
poetas concentran las frases: las obras artísticas – literarias, poéticas, cinematográficas – son complejas y añaden complejidad. Muestran que,
detrás de las apariencias, hay unos
hervideros, unas sedimentaciones, diversas cosas que se chocan entre ellas.
…Las palabras que
generan estas obras deben ser acompañadas,
escoltadas, para resistir a los que
quieren ensuciar sus valores y sus fuerzas. Dice Brecht que conviene efectuar
una “limpieza de las palabras”. Los profesionales del poder – y
particularmente los políticos neoliberales – han conquistado la semántica, han
impuesto un corpus de vocabulario que ha deformado las cosas, empobrecido el pensamiento,
fragilizado las capacidades de resistencia y reducido la combatividad. Es el
fracaso de la semántica, de la política y de la cultura, porque no hubo
combatividad para resistir e imponer las palabras justas sobre la visión de la
sociedad, la concepción del mundo.
Las palabras que se
han instalado en la sociedad, como por ejemplo el “pragmatismo” tantas veces
practicado por los profesionales del poder europeos cuando se trata del futuro
económico y social del continente Europa, demuestran que la política ha
renunciado a su obligación y su ambición de comprender la complejidad de las
cosas y de tomar las decisiones reflexionadas en consecuencia. Los
profesionales del poder prefieren hablar de “pragmatismo”, considerar que “no
hay que pararse en ideales”, “no hay ideas”: sólo hay decisiones: actúan como
un tendero que debe tomar decisiones sobre una lista de objetos para un pedido.
Eso es exactamente lo contrario de La política. Así que se trata evidentemente
de efectuar un “limpieza de las palabras”
y decir que el pragmatismo no tiene lugar en política. Lo que debe tener lugar
en política es la comprensión de la situación, de la sociedad, la toma en
cuenta del interés general, la capacidad para arbitrar entre unos intereses que
pueden ser contradictorios, y la valentía para asumir este arbitraje. Se trata de una elección política inspirada
por una ética y no por el pragmatismo.
La humillación del
lenguaje, la violencia contra las palabras practicadas por los profesionales
del poder, es una violencia contra las
personas: la estigmatización sistemática de las categorías, una confrontación
de categorías: estudiantes contra policías, trabajadores contra sin papeles,
inmigrantes clandestinos… Hay una violencia sistemática de la sociedad en la
violencia contra las palabras. El discurso político por categorías niega la
singularidad, insiste sobre los grupos humanos en función de una supuesta
identidad (profesional, racial, origen…). Cuando el político habla de grupos y
no de ciudadano de derecho, eso permite dar una cierta legitimidad a la
concepción racial o étnica, lo hace maltratando la lengua: eso corresponde a
una agresividad que se está volviendo inaguantable.
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