9.2.17

"Bob le flambeur"-Jean-Pierre Melville



Bob en Montmartre




 BBob el jugador 1955 

Director: Jean-Pierre Melville 

Guión: Jean-Pierre Melville (adaptación y diálogos: Auguste Le Breton)

Música: Eddie Barclay y Jo Boyer

Fotografía: Henri Decae

Montaje: Monique Bonnot

Producción: Florence Melville





Actores:

Bob (Roger Duchesnepresenta Paulo (Daniel Cauchya Anne ( Isabelle Corey):
El comisario Ledru (Guy Decomble) busca a Bob en todos los bares de Pigalle para parar su último golpe.

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En Bob… estaba el recuerdo de mi infancia feliz, el Deauville de mi infancia… Yo no sabía mucho del casino de Deauville. .  Había entrado por supuesto varias veces en el casino con mis padres pero no sabía lo que significaba jugar. Incluso cuando hice Bob…  no sabía que hacía falta una combinación distinta de 9 para ganar al bacará…” (Jean-Pierre Melville)
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Voz en off de Jean-Pierre Melville después de los títulos de crédito en esta primera secuencia:

 He aquí, tal como se la contarán en Montmartre, la muy curiosa historia de Bob le flambeur. El comienzo de esta historia se sitúa en los pocos minutos que separan el día de la noche del día, durante el crepúsculo de la mañana. Montmartre es, a la vez, el cielo (plano del Sacré Cœur  Sagrado corazón de Montmartre) y,… (Después de un desliz musical en decrescendo acompañando la bajada del funicular)…el infierno (plano de la estación de metro de Pigalle).
Introducción de Anne: unos van a trabajar, como esta empleada de la limpieza que llega tarde, y aquellos que no tienen todavía nada que hacer como esta muy joven, tan adelantada… para su edad (acompañamiento musical con saxo muy sugestivo que anuncia la “femme fatal”).
Pero volvamos a Bob, Bob el jugador, este viejo joven, figura ya leyendaria de un pasado reciente.


Bob lanza los dados por la última vez antes de ir a la cama. Sale de la sala de juego, atraviesa el bar , sale a la calle y se para delante de un escaparate, mira su reflejo: ¡Qué cara de canalla! Dice a voz alta antes de arreglar la corbata. 
Paris se despierta (ambiente musical muy parisino del acordeón). Mientras un marinero americano liga a Anne y se la lleva en su moto. Bob los mira… plaza Pigalle en la niebla matinal.
El comisario Ledru para el coche de la policía y le dejan delante del bar Carpeaux: conoce bien los hábitos de Bob (aunque Bob había decidido ir a la cama y no pararse al bar Carpeaux… ¡bifurcaciones de la vida!)… En el coche de policía, Ledru cuenta a sus colaboradores unos detalles sobre el pasado de Bob…Más tarde, en un restaurante Bob almuerza en compañía de Paulo cuando entra Anne con un hombre mayor. Bob decide entonces sacarla del agujero negro en el que se está metiendo. Exclamación de Paulo: “¡El sueño de mi vida!”

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Bob es un truhán arrepentido: se salió del “negocio” y pasa el tiempo entre las apuestas de carreras de caballos y los clubs de noche. Sus relaciones más cercanas son el comisario de policía Ledru, su protegido, el joven Paulo que lo toma por modelo y una chica, Anne, que ha decidido proteger antes de que se caiga en la prostitución.  A pesar de pertenecer al lado opuesto al  de la ley,   sus contactos con Ledru se han transformado en una sincera amistad. Su modo de vida le conduce pronto a la “bancarrota” lo que significa reanudar con su anterior ocupación, el robo. Cuando se entera de que la caja fuerte del Casino de Deauville se va a llenar sustancialmente en la víspera del Gran Premio, decide montar un golpe, ¡“el último” jura Bob!… Forma un equipo en el que se encuentran, entre otros compañeros de aventura, su viejo compañero Roger y por supuesto Paulo. Sin embargo, este último se ha enamorado de Anne y habla demasiado…
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Juego de dados en un bar de Pigalle

No podía seguir siendo el francotirador totalmente aislado que había sido entre 1949 y 1952… La fantástica influencia que el cine americano tuvo en mí, por un lado, y mi gusto por la lectura por otro lado, todo eso hizo que no podía realizar un cine francés cotidiano… Fue un poco por eso que tuve la necesidad de purificarme después de esta tercera película, y rodar Bob le flambeur aquí, por supuesto” confía Melville, enseñando sus estudios en Paris,  en el documental de André Labarthe en Cineastas de nuestro tiempo.

Con este primer ensayo de representación del mundo de la delincuencia y de la pareja Gangster-Policía,  Jean-Pierre Melville empieza a esbozar su propia interpretación de lo que reconoce como su fuente principal de inspiración, el cine negro americano. Sin embargo, prefiere no entrar de pleno en el género, rodearlo,  de manera a concentrarse en el retrato de un viejo delincuente que ya no cree en nada.

La voz en off de Melville comenta con ternura la situación y los sentimientos de Bob, transmitiendo al espectador su fascinación por el personaje que ha creado. Una mirada afectuosa y llena de humor sobre la nobleza y los defectos de Bob a través de las relaciones que teje con los demás personajes, un verdadero análisis de los costumbres de un grupo humano muy especifico.  Bob el marginal, inteligente y solitario es el primer esbozo del héroe a venir en la filmografía del director que encontrará su plena realización con El silencio de un hombre (Le samourai-1967) interpretado por Alain Delon pero que tiene ya una definición precisa con Jean-Paul Belmondo en Le Doulos en 1962. El papel de Bob recae en un actor casi olvidado, galán de los años 30, Roger Duchesne. Puede sorprender esta elección cuando se sabe que Melville fue un resistente muy reconocido durante la ocupación de Francia por los alemanes nazis mientras Duchesne colaboraba con el enemigo. Supongo que lo que atraía más a Melville en la trayectoria del futuro Bob era su relación con el hampa: el director tuvo que entrar en contacto con está última para conseguir la vuelta a Paris del actor, ya que Duchesne había huido por no haber pagado unas deudas. Este detalle rocambolesco era probablemente una excitante conexión con la obra proyectada por el director que disfrutaba así de un momento de puro cine negro real. 


El tema de la película se parece a el de Rififi (Du rififi chez les hommes-1955). que Jules Dassin realiza el mismo año en Francia. No se trata de una simple coincidencia, fruto del azar. La productora había previsto inicialmente que Jean-Pierre Melvilla tomaría la dirección de Rififi. La llegada de Jules Dassin en Francia después de su paso por Reino Unido, huyendo del macartismo, llevó a un cambio de decisión; conviene notar que Dassin  insistió para que Melville reciba la parte que le correspondía en el contrato inicial. Auguste Le Breton había escrito la novela Du Rififi chez les hommes y participó a la adaptación del guión de Dassin. Para Bob le flambeur (Bob el jugador),  el escritor elabora la adaptación del guión original escrito por su amigo Melville que es todavía un cineasta poco conocido. El nombre de Le Breton en los títulos de crédito será la clave para encontrar la financiación de la realización de la película. Sin embargo, el estilo de los diálogos de Le Breton son antiguados, en la tradición del cine francés que Melville rechaza tanto,  Además,  el presupuesto se queda corto y Melville tiene que ahorrar para comprar las bobinas de películas, lo que significa disponibilidad y paciencia para unos colaboradores que demuestran así ser fieles.
Cuando Melville escribe la primera versión de Bob le flambeur en 1950, tiene la voluntad de romper con este estilo de Le Breton. Por otra parte, descubre en la película de John Huston, The Asphalte Jungle, la imposibilidad de ir más lejos en la representación de la dramatización para lo que concierne el tema de la preparación y la ejecución de un robo. Decide cambiar su guión y desplazarlo hacia el tono de la comedia sin perder de vista la precisión y el realismo de las distintas fases del golpe.
El resultado de este cambio en la forma del guión es muy personal y original para su época; se nota que el director juega con el género policíaca, su placer por acercarse a lo absurdo con  un final irónico. Por supuesto la influencia del cine americano de esta década y la anterior marca el ambiente de algunas secuencias aunque se puede notar ya la voluntad de desmontar ciertos códigos del género negro. Al contrario de Jules Dassin, Melville se aleja de la descripción detallada del atraco: desvela sin tapujos su falta de interés para este tema y prefiere volcarse totalmente en el estudio de los personajes y de los lugares donde evolucionan. Melville ofrece un paseo poético en el barrio de Montmartre… de noche: “una carta de amor a Paris, seguida por una carta de amor a Nueva York en Dos hombres en Manhattan” dirá más tarde en una entrevista a la revista francesa Les Cahiers du Cinéma. Su manera muy personal de retomar e interpretar el género visto por Hollywood nace con esta película en la que los espectadores de su época descubren con sorpresa una obra precursora, una nueva forma de hacer cine en Francia, algo que Melville desarrollará progresivamente,  edificando así los cimientos de un tipo de cine negro en Europa.  

Este paseo que propone Melville con un tono de jazz es de lo más realista en su búsqueda de lo auténtico en el humano. No sólo el tono ligero de la comedia viene a romper los códigos del género: la relación entre Bob y el comisario, una “femme fatal” de 16 años (Anne présentada desde la primera secuencia)  y unos cuantos detalles… todo un conjunto de elementos poco aparentes sitúan la película entre un curioso homenaje al cine americano y una creación atípica y novedosa en Europa. El cineasta, con una sobriedad que caracterizará su firma futura, invita  aquí al espectador a compartir la atmósfera particular de los barrios de Paris en los que él mismo vivió en contacto con la fauna de Montmartre y Pigalle. La primera escena arranca justamente con esta bajada del “cielo al infierno”, de la iglesia del Sagrado Corazón  hacia la parte más popular de Pigalle presentado así con un tono tierno en la voz de Melville, a pesar de la alusión irónica, y unas imágenes poéticas del barrio en la neblina del alba.

Bob en el Casino de Deauville: su enganche por el juego le salvará…y los millones ganados, ahí en el maletero del coche de la policía), le esperarán.



Pronto, uno puede darse cuenta de que Melville sabe de qué está hablando, o más bien, descubre en su imagen, su ritmo –con la ayuda de una dirección impecable de la fotografía y del montaje –su conocimiento del ambiente y de los códigos del mundillo de los bares y clubs parisinos… o de las salas de juego que ven, al alba, salir a estos personajes que desaparecen al alba como los vampiros o los fantasmas que abandonan la ciudad al cotidiano de los trabajadores esclavos y a sus amos.  “El medio ya no es lo que era: todo es podredumbre y compañía…” dice Bob al comisario Ledru: una nostalgia del Paris de antes de la guerra y de una juventud pasada para Bob… pero también la de Melville para un mundo que sólo existe en las películas americanas de la década anterior. Un plano de Bob traduce este sentimiento, un primer plano del reflejo de su cara en un viejo espejo: una economía de medios y el arte para sacar del actor las fuerzas que marcaron su propia vida, sus traiciones y sus fracasos. Con esta primera experiencia policíaca, irreductible con respecto a las obras de gángsteres o al cine negro por su transgresión de los códigos y su tono a la vez realista y poético, Melville establece los principios de una filmografía personal que  se ira precisando con Dos hombres en Manhattan y Le Doulos –ya precursores de la “nueva ola francesa” –antes de realizar las obras de referencia para en cine policiaco europeo. 

¡Chao,  Bob!



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