17.9.17

"Sexualidad molecular y Sexo molar: de Proust a Hocquenghem"-Gilles Deleuze


Portada de "Sodome y Gomorrhe" de Marcel Proust






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1-PROUST: SODOMA Y GOMORRA
En el curso sobre Michel Foucault [Ver en el Blog: Relaciones Saber Poder (3): Integración]

21 y 28 de enero de 1986
Abrir las cajas…
La instancia molar alrededor de la cual se actualizan y se integran todas las relaciones micro-sexuadas, es lo que llamamos “Sexo”. Una de las tesis fundamentales, en el final de La Voluntad de Saber, cuando Foucault empieza su historia de la sexualidad, es el acercamiento a “la sexualidad sin el sexo”: la microfísica de la sexualidad debe ignorar esta imponente instancia molar que es el sexo. ¿Pero qué es una sexualidad sin sexo? Ese sería el buen momento para fijar de nuevo tanto  la diferencia como la complementariedad de lo molar y lo molecular, de lo macro y lo microfísico… La curiosa concepción que Proust se hace de la sexualidad puede, en cierto sentido, lo abre todo para una comprensión de este problema “sexualidad molecular-sexo molar”. Decir un hombre, una mujer, es hablar en términos estadísticos. Sin embargo, Proust nos explica en Sodoma y Gomorra que hay tres niveles.  El primero es el nivel de los grandes conjuntos molares que se extiende a lo largo de En busca del tiempo perdido: el gran conjunto molar que se distribuye en todo el campo social es el conjunto de los amores heterosexuales dice Proust. Es un conjunto estadístico. Sin embargo, este conjunto está atravesado por tantos accidentes, tantas dificultades para funcionar normalmente, que tiene que haber algunos entresijos. ¿Y qué hay, según Proust,  debajo de este conjunto horizontal, este conjunto melódico que se reparte en la sociedad? ¿Qué hay bajo los tejidos de las relaciones en las que la mujer remite al hombre y el hombre a la mujer? Algo a echarse a temblar, horroroso: dos series verticales, una, Sodoma,  en la que el hombre remite al hombre y la otra, Gomorra,  en la que la mujer remite a la mujer. Estas dos series homosexuales independientes, cara a cara, se encuentran bajo la predicción abominable, cada una por su lado en el ámbito de la vergüenza y la culpabilidad, en todo caso el ámbito del secreto…
Sin embargo, Proust no se limita a eso y con gran soltura, se lanza en un arreglo de cuentas: hay un tercer nivel que no es horizontal como el primero ni vertical como el segundo, sino transversal… Las dos series verticales homosexuales se encuentran totalmente desmenuzadas: Proust pulveriza la culpabilidad que puede haber en el segundo nivel. La miseria de nuestra condición viene del hecho que tenemos los dos sexos pero están compartimentados, todo está compartimentado, idea fundamental en Proust: las cosas no comunican, están metidas en cajas. Entonces lo que hay que hacer es abrir las cajas y que salgan los pequeños diablitos de los jardines japoneses… 

… y superar las series de la culpa
Y evidentemente lo que a Proust le interesa, es este tercer nivel, su gran tema de la sexualidad vegetal, inocente que va superar las series de la culpa; por eso, a mí me parece lamentable que algunos pueden pararse a los dos grandes series verticales de Sodoma y de Gomorra que son también  unas series estadísticas como la serie horizontal heterosexual.
El caracol es hermafrodita pero, como no puede fecundarse sólo, en esta situación virtual tiene que ir en busca de otro caracol, igualmente hermafrodita para actualizar esta virtualidad: tiene los dos sexos, eso es real pero virtual y para actualizar sus dos sexos tiene que pasar por una relación con otro caracol. Lo llamaremos: el Saber de los caracoles.  ¿No os parece estupendo? Sin embargo, no hay lugar para los celos con respecto a los caracoles.
«El cuerpo y sus placeres» dice Proust muy a menudo. «Una sexualidad sin sexo» dirá Foucault que, a mi parecer, rechaza el término de “deseo” para presentar una sexualidad con estas únicas variables: los placeres del cuerpo.  Con este nivel de la transversalidad conseguimos una sexualidad molecular mientras que los dos otros niveles [el horizontal de la heterosexualidad y los dos verticales de Sodoma y Gomorra] son niveles puramente estadísticos o molares, o globales. Proust va a hablar efectivamente de “placeres locales” opuestos a  la globalidad en todos los sentidos de este término.


¿Cómo nace la centralización en Proust?
La microsexualidad se integra de dos maneras: hay dos series verticales globalmente homosexuales, Sodoma y Gomorra, serie macho y serie hembra con tres combinaciones cada una; y hay una serie horizontal global hombre-mujer heterosexual con cuatro combinaciones (ver en Integración las 10 combinaciones). ¿Qué relación tiene eso con Proust? Si observamos el esquema de los amores en Sodoma y Gomorra, hay algunos homosexuales evidentes que aparecen en toda la obra de En busca del tiempo perdido pero hay también amores heterosexuales como entre el narrador y Albertine,  el narrador y Gilberte. El punto de partida es este especie de conjuntos constituido por estos amores heterosexuales. De este conjunto Proust saca con angustia y horror dos series homosexuales: el narrador ama a Gilberte, después ama a Albertine pero se va a dar cuenta de que Albertine es culpable, seguro, seguro. Albertine ha amado y sigue amando a otras mujeres. Así que extrae una primera serie de amores homosexuales. Por otra parte, Proust efectúa otra extracción: de la misma manera con la que  Albertine remite secretamente a otras mujeres,  Charlus remite secretamente a otros hombres. Aunque la idea que Charlus debe ser homosexual parezca tan evidente, se va ir descubriendo poco a poco por el narrador… comprenderá más tarde… De los amores heterosexuales, Proust extrae así sus dos series homosexuales, amores a priori culpables, una culpabilidad primaria. ¿Por qué culpable? “Porque Albertine remite necesariamente a otras mujeres, eso es la profecía abominable, cada sexo muere por su lado,  separado del otro”: eso es el error del lector, error inexcusable por su parte, eso es nuestro gusto por lo trágico: para los grandes autores, lo trágico siempre es un mal momento y debemos atracar en costas más alegres…  Vemos así como los amores homosexuales se presentan en dos series malditas. La de Sodoma y la de Gomorra… pero, claro, ¿la culpa?,  Proust va a encargarse de ella. ¿De qué manera? Se da cuenta que estas dos series no tienen la última palabra sobre la sexualidad, que estas dos series están inmersas en un especie de conjunto, de multiplicidad de una naturaleza muy distinta de su punto de partida inicial, el conjunto de los amores heterosexuales, A saber: unas series inmersas en un especie de sexualidad molecular en la que, estrictamente hablando, no hay sexo sino unos polos, no hay dos series sino 10 combinaciones de relaciones entre un polo y otro, entre un punto y otro. Ya no se trata aquí de dos formas, hombre mujer, que están en relación para unirse o separarse, sino distintas relaciones que se establecen entre unos puntos, diez combinaciones que constituyen la sexualidad molecular.

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2-PRELUDIO A LA SIESTA DE LOS FAUNOS

Nadie puede escapar de ella, ni el autor del libro, ni el editor, ni el prologuista, la verdadera víctima, aunque no hay necesidad de un prefacio. Es un libro alegre. Podría haberse llamado: ¿Cómo surgieron dudas sobre la existencia de la homosexualidad o Nadie puede decir “soy homosexual”, firmado Hocquenghem.

¿Cómo llego hasta aquí? ¿Evolución personal, señalada en la sucesión y el tono diverso de los textos de este libro? ¿Revolución colectiva asociada a un trabajo de grupo, a un devenir del FHAR? Obviamente no es por un cambio, volviéndose heterosexual por ejemplo, por lo que Hocquenghem tiene dudas sobre la validez de las nociones y de las declaraciones. En la medida en que uno permanece homosexual for ever, permaneciendo y siéndolo más y más, cada vez mejor, puede decir «pero, después de todo, nadie lo es». Lo que es mil veces mejor que la llana y anodina sentencia según la cual todo el mundo lo es, todo el mundo lo sería, marica inconsciente latente. Hocquenghem no habla de evolución ni de revolución, sino de voluciones.
Imaginemos una espiral muy móvil: Hocquenghem se encuentra en ella a varios niveles al mismo tiempo, sobre varias curvas a la vez, ora con una moto, ora colocado, ora sodomizado o sodomizando, ora travesti. En uno de los niveles puede decir si, soy homosexual, en otro nivel no, no se trata de eso, y en otro nivel,  es otra cosa más… Este libro no repite el precedente, El Deseo Homosexual, lo distribuye, lo moviliza de manera muy diferente, lo transforma.

Primera volución. Contra el psicoanálisis, contra de las interpretaciones y reducciones psicoanalíticas –la homosexualidad vista como relación con el padre, con la madre, con Edipo. Hocquenghem no está en contra de nada, hasta escribió una carta a la madre. Pero eso no funciona. El psicoanálisis nunca ha podido soportar el deseo. Siempre tiene que reducirlo y hacerle decir otra cosa. Entre las páginas más ridículas de Freud, están las que conciernen la “fellatio”: un deseo extraño y tan « chocante» no puede valer por si solo, hace falta que remita a la ubre de la vaca y, de ahí, al seno de la madre. Se tendría más placer en chupetear una teta de vaca. Interpretar, regresar. Eso hace reír a Hocquenghem. Puede ser que haya una homosexualidad edípica, una homosexualidad-mama, culpabilidad, paranoia, todo lo que quieres… Pero justamente esta cae como el plomo, lastrada por lo que esconde y que el consejo concertado de la familia y del psicoanálisis quiere que oculte: no  tiene interés por la espiral, no aguanta la prueba de la ligereza y de la movilidad. A Hocquenghem le basta con plantear la especificidad y  la irreductibilidad de un deseo homosexual, flujo sin meta ni origen, asunto de  experimentación y no de interpretación.
Dicho de una vez por todas que la infancia ya era un presente que no remitía a ningún pasado, uno nunca es homosexual en función de su pasado sino de su presente. Porque el deseo no representa nada y no remite a otra cosa que se mantendría en segundo plano sobre una  la escena del teatro familiar o privado. El deseo agencia, tiene su maquinaria, establece conexiones. El bello texto de Hocquenghem sobre la moto: la moto es un sexo. No sería homosexual aquel que se limita al mismo sexo sino el que descubre innumerables sexos de los que no tenemos ni idea? Pero ante todo Hocquenghem trata de definir este deseo homosexual específico, irreductible –y no lo hace desde una interioridad regresiva pero desde los caracteres presentes de un Afuera, de una relación con el Afuera: el movimiento particular del ligue, el modo de los encuentros, la estructura « anular», la intercambiabilidad y la movilidad de los roles, una cierta traición (¿complot contra su propia clase, como dice Klossowski?: «nos dijeron que éramos unos hombres, nos tratan como mujeres; sí, para nuestros adversarios, somos traicioneros, maliciosos, de mala fe; sí, en cualquiera situación socila, en cualquier momento, podemos dejar los hombres, somos unos desertores y orgullosos de serlo»).  

Segunda volución. La homosexualidad no es producción de deseo sin ser a la vez formación de enunciados. Porque producir deseo es lo mismo que formar nuevos enunciados. Obviamente Hocquenghem no habla como Gide o Proust y todavía menos como Peyrefitte: pero el estilo es política –y las diferencias de generación también, y las distintas maneras de de decir “Yo” (ver el abismo de diferencias entre Burroughs padre e hijo cuando dicen “Yo” y hablan de la droga). Otro estilo, otra política: la importancia hoy en día de Tony Duvert, un tono novedoso. La producción por la homosexualidad de enunciados que no se refieren ni deben referirse propiamente a la homosexualidad se hace hoy desde el fondo de un nuevo estilo. Si se trataba de decir « todos los hombres son unas maricas», ningún interés, proposición nula que sirve sólo  a divertir a los débiles. Pero posición marginal del homosexual hace posible y necesario lo que tiene que decir sobre lo que no es homosexualidad: « con los movimientos homosexuales ha sido revelado el conjunto de  los problemas sexuales de los hombres». Para Hocquenghem los enunciados de homosexualidad son de dos clases complementarias. En primer lugar, sobre la sexualidad en general: lejos de ser falócrata, el homosexual denuncia un fenómeno único entre el rechazo hacia él y el avasallamiento de la mujer, un fenómeno que constituye el falocentrismo. Este actúa indirectamente y forma el modelo heterosexual plegando la sexualidad del chico sobre la chica a la que da el papel de primera tramposa y de primera tramposa y primera atrapada. A partir de entonces, que haya una misteriosa complicidad entre chicas que prefieren chicas, chicos que prefieren chicos, chicos que prefieren la moto o la bici a las chicas, chicas que prefieren…etc., lo importante  es que no se introduzca cualquier relación simbólica o pseudo-significante en estos complots y complicidades («un movimiento como el FHAR aparece íntimamente unido a los movimientos ecológicos… aunque eso sea inexprimable en la lógica política»).
De ahí también la segunda clase de enunciados que se refieren al campo social en general y la presencia de la sexualidad en la totalidad de este campo: por escapar al modelo heterosexual, a la localización de este modelo en un tipo de relación así como a su difusión en todos los lugares de la sociedad, la homosexualidad es capaz de llevar una micro-política del deseo y de servir de revelador o de detector para el conjunto de las relaciones de fuerzas a las cuales la sociedad somete la sexualidad ( incluido en el caso de la homosexualidad más o menos latente que penetra los grupos viriles militares o fascistas). Precisamente la homosexualidad se libera cuando no tiene ninguna utilidad social y no por romper las relaciones de fuerzas: «ya las relaciones de fuerzas no son más inscritas como origen por la sociedad, los roles hombre-mujer, follado-follador, amo-esclavo, son inestables y reversibles a cada momento». 

Tercera volución. Se creía que Hocquenghem estaba fijándose, haciéndose  un hueco en el margen. Pero, ¿qué es este margen?, ¿qué es esta especificidad del deseo homosexual y estos contra-enunciados de homosexualidad? Otro Hocquenghem, en otro nivel de la espiral, denuncia a la homosexualidad como palabra. Nominalismo de la homosexualidad. Y verdaderamente, no hay poder de las palabras sino nada más que palabras al servicio del poder: el lenguaje no es información o comunicación, sino prescripción, mandato y mandamiento. Te quedaras en el margen. Lo central es lo que hace lo marginal.
«Este desglose abstracto del deseo permite controlar hasta los que se escapan para entrar en la ley lo que está fuera de la ley. La categoría en cuestión,  y la misma palabra, son una invención relativamente reciente. El imperialismo creciente de una sociedad que quiere dar un estatuto social a todo lo que es inclasificable ha creado esta particularización del desequilibrio…  desglosar para reinar: el pensamiento pseudo-científico de la psiquiatría ha transformado la intolerancia bárbara en intolerancia civilizada». Ahí está lo extraño: menos la homosexualidad es un estado de las cosas, más se confirma como palabra y hay que tomarla como palabra, asumir su posición como específica, sus enunciados como irreductibles y hacer como si nada… Por desafío, por casi-deber. Por momento dialécticamente necesario, Por paso y por progreso. Haremos las locas de momento que es eso lo que quiereis. Rebasaremos vuestras trampas: «Hacer que la vergüenza sea más vergonzosa, eso es progresar. Reivindicamos nuestra feminidad, está misma que las mujeres rechazan y, en el mismo tiempo, declaramos que estos roles no tienen ningún sentido… No se puede escapar de esta forma concreta, es el paso por la homo sexualidad».  De nuevo una máscara, otra traición más, Hocquenghem se descubre hegeliano –momento necesario por el cual hay que pasar –Hocquenghem se encuentra de nuevo marxista –marica propietario de Eros («lo que piensa tiene un valor universal porque, precisamente, vive con aceptación la situación la más particular»). El lector se extraña. ¿Homenaje a la Escuela Normal Superior? ¿Homo-hegelianismo-marxismo? Pero ya Hocquenghem se encuentra en otra parte, otro lugar de su espiral y dice lo que tenía en la cabeza o en el corazón, y que no se aleja de una especie de evolución. ¿Quién entre nosotros no tiene que hacer morir en sí-mismo Hegel y Marx y la infame dialéctica?

Cuarta volución. Última figura de danza, de momento, última traición. Conviene seguir los textos de Hocquenghem , su posición con respecto al FHAR y dentro del FHAR, como grupo específico, las relaciones con el MLF (Movimiento de Liberación Feminista).  Y también la idea que el estallido de los grupos no tiene nada de trágico.
Lejos de encerrarse sobre “lo mismo”, la homosexualidad va a abrirse a todas las nuevas relaciones posibles, micológicas o micropsíquicas, esencialmente reversibles, transversales, con tantos sexos como hay agenciamientos, sin excluir unas nuevas relaciones entre hombres y mujeres: la movilidad de ciertas relaciones SM, las potencias del travesti, las 360 000 formas de amor a lo Fourier, o los n-sexos (ni 1 ni 2 sexos). Ya no se trata de ser hombre o mujer sino de inventar unos sexos, de tal manera que un hombre homosexual pueda encontrar en una mujer los placeres que le daría un hombre y al inverso (ya Proust había opuesto a la homosexualidad exclusiva del Mismo esta homosexualidad más múltiple y más “localizada” que incluye todas suerte de comunicaciones trans-sexuales, incluyendo flores y bicis). En una bella página sobre el travesti, Hocquenghem habla de una transmutación de un orden a otro, como de un continuum intensivo de sustancias: « No es el intermediario entre el hombre y la mujer, o el mediador universal; se trata de una parte de un mundo transferida dentro de otro como si se pasa de un universo a otro universo, paralelo al primero, o perpendicular u oblicuo; o más bien un millón de gestos impropios, de rasgos trasladados, de eventos…».
 Lejos de cerrarse sobre la identidad de un sexo, esta homosexualidad se abre a una perdida de identidad, a un « sistema en acto de conexiones no exclusivas del deseo polívoco». En este punto preciso de la espiral, comprendemos como el tono ha cambiado: ya no se trata en absoluto para el homosexual de ser reconocido y de erigirse en sujeto provisto de derechos (¡qué me dejen vivir, después de todo, toda la gente lo es un poquito…!, homosexualidad-petición, homosexualidad-reconocimiento, homosexualidad de lo mismo, forma edípica, estilo Arcadie). Para el movimiento homosexual se trata de precisar ser así para poder decir por fin: Nadie lo es, eso no existe. Vosotros nos tratáis de homosexuales, de acuerdo, pero ya estamos en otra parte.
No hay más sujeto homosexual sino unas producciones homosexuales de deseo y unos agenciamientos homosexuales productores de enunciados que proliferan dondequiera, SM y travestis, en unas relaciones de amor como en unas luchas políticas. No queda más  sujeto-Gide, arrastrado dividido, ni tampoco el sujeto-Proust aún culpable, y aún menos el lamentable Yo-Peyrefitte. Se comprende mejor cómo Hocquenghem puede encontrarse sobre cualquier punto de su espiral y decir en el mismo tiempo: el deseo homosexual es específico, hay enunciados homosexuales, pero la homosexualidad no es nada, solo una palabra que, sin embargo,  hemos de tomarnos en serio y por la que hemos de pasar necesariamente para conseguir que saque todo lo que contiene de diferente–y que no es el inconsciente del psicoanálisis sino la progresión de un devenir sexual por venir.

Guy Hocquenghem en una entrevista TV

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