Lars y las esferas de Sloterdijk: "Antichrist"
Mujeres
Después de su trilogía de los tres E (Element of crime, Epidemic, Europa) Lars von Trier deja el virtuosismo visual y formal para representar el sufrimiento humano. Tomando como punto de partida su Medea televisual, LVT se va a deleitar haciendo sufrir a la mujer: Emily Watson en "Breaking the waves", Bjork en "Dancer in the Dark", Nicole Kidman en "Dogville". Las torturas que el cineasta inflige a todas ellas, Charlotte Gainsbourg las justifica en "AntichrisT". La T final es un espejo de Venus, símbolo femenino: Satán se ha desvelado. Dice la Medea de Eurípides «las mujeres somos por naturaleza muy inhábiles para el bien, pero los más ingeniosos artífices de todos los males».
Sin embargo, Charlotte es una mujer en simbiosis con la naturaleza a pesar de su ansiedad, su dolor y su desesperanza. Estos son los tres "mendigos" representados por el ciervo, el zorro y el cuervo que marcan su calvario y nos remiten a la Medea de "La rama dorada" de James Frazer que «infundió en las venas de su anciano marido Jasón un cocimiento de hígado de ciervo longevo y la cabeza de un cuervo que había sobrevivido a nueve generaciones de hombres». Mientras, el discurso racional del marido psicoterapeuta de Charlotte va perdiendo fuerza. Más que de Tarkovski a quien está dedicada la película, estamos cerca de un Bergman con más gritos que susurros.
Lars von
En una puesta en escena de una violencia onírica, con un trasfondo de bestiario hablante y de naturaleza exuberante (un bosque cerca de Colonia en Alemania), "reina el caos" como dice el zorro destripado. Es una lucha de titanes: la de la razón contra la pulsión, del instinto contra el saber. Una cascada de referencias autoproclamadas, de Bosch a Freud, de Bergman a Tarkovski, de Nietzsche a Strindberg. ¿Ajusta las cuentas con él mismo von Trier o estamos delante de un nuevo guión manipulador?
Algunos ven en sus actos provocadores y su comportamiento bromista la demostración de su arrogancia (Lars se ha atribuido la partícula germánica "von"). Para otros, el cineasta es un apasionado genial. Si el personaje es revoltoso, von Trier desvela una obra que se enfrenta a los demonios de la mente humana. Y lo hace con una sensibilidad que parece poner siempre en duda el arte cinematográfico. Después de unos planos encuadrados con virtuosismo en la trilogía E, Lars entra en el "voto de castidad cinematográfica" con las reglas de "Dogma" (elaborado con otros tres cineastas en 1995) inspiradas de las teorías vanguardistas de los años 20. Concentrándose en la reproducción de lo real sin trucajes, Lars coge la cámara al hombro para acercarse mejor a la imagen afectiva que desnuda los sentimientos. Las dos primeras películas de la trilogía del "Corazón de oro" (a partir de un cuento infantil) se presentan bajo estas reglas: "Rompiendo las olas" y "Los idiotas". Con Dogville, primera de la trilogía estadounidense con Mandalay y Washington, von Trier lanza el reto del decorado único, cámara al hombro, y espacios definidos con tiza. En la presentación de "Antichrist" a la prensa en Cannes, un hombre depresivo desde hace tres años anuncia que no tenía «más remedio que rodar esta película. Es la mano de Dios y soy el mejor director en el mundo. Dios, el, no es el mejor Dios posible. El verdadero Dios es Tarkovski ("Antichrist" le está dedicada)…Mantengo una relación mística con él…Tarkovski vio mi primera película y la odiaba. Eso me va». Sin embargo, detrás de la broma, con un guión lineal que, desde el prólogo con un abuso de la cámara lenta y unas imágenes explicitas hasta el epílogo donde lo grotesco rivaliza con una metafísica aparentemente pesada, Lars von sigue manipulando.
Orígenes
El miedo, la pérdida de si misma que provoca la pérdida del hijo, llevan a Charlotte al enfrentamiento con la raíces del miedo, la naturaleza del "Edén". Esta vuelta a los orígenes hace que la existencia cotidiana se deslice hacia lo monstruoso. Este monstruoso que manifiesta su presencia molecular natural en el individuo cuando no puede escapar a sus catástrofes íntimas. Aquí la mujer se funde en el caos de la naturaleza y el marido se transforma en pre-humano. El saber racional del marido no tiene sitio en esta vuelta a lo pre-humano, en este pre-mundo que constituye la jaula ontológica de un medio que encierra el animal y el vegetal.
El texto preámbulo de la "Medea" de Pasolini parece dirigido al hombre en su empeño por interferir desde los conocimientos científicos: «No hay nada natural en la naturaleza, todo es santo. Cuando la naturaleza te parezca natural, todo estará acabado y empezará algo distinto». Un empeño que no le permite pensar su propia monstruosidad, que lo encierra poco a poco en las sensaciones, bajo el poder de los mitos. Un empeño que lo clava a la muela de piedra, lo encarcela en una relación biológica con el pre-mundo que representa su medio. Más que de un Tarkovski o un Bergman, Lars nos sumerge en la esfera de Sloterdijk «un lugar de resonancia ínter animal en el cual las formas en que las criaturas vivas están juntas se transforma en un poder plástico. Es el paso del "ser-en-la jaula animal" al "ser-en-el mundo". Llena así el vacío entre el concepto de medio y el de mundo».
El hombre, el mismo Willem Dafoe que representó al Cristo de "La última tentación" de Scorcese, opera, desde el crimen, una transfiguración plástica en un simulacro del devenir humano cumpliendo la salida del medio, la entrada en el claro que es el "ser-en-el-mundo": un simulacro del éxtasis.
Memento