18.5.10

Bela Tarr y la abstracción lírica: "The man from London"

Bela Tarr y la abstracción lírica, "The man from London"


Con esta película, Bela Tarr vuelve a la atmósfera claustrofobica de sus primeras películas después de la apertura al cosmos que sugiere Las armonías Werkmeister, con su baile del sistema solar y el ideal de armonía de sus personajes. A partir de una novela de Georges Simenon, el realizador húngaro transforma una historia de crimen y robo en un réquiem en negro (y blanco) con la fuerza del embrujo que le caracteriza. Bela Tarr nos hace escapar de la narración con la amplitud de sus largos planos secuencia y un virtuosismo que no aplasta, una obra hipnótica… Y cuando intentamos descifrar la sensación de hipnosis, la asociamos evidentemente al ritmo.



El ritmo de una cámara
La cámara acompaña casi exclusivamente al protagonista:

detrás de su nuca, en la reflexión o la observación
asomándose por encima del hombro, en su relación con otros personajes
andando a su lado, mirando su perfil como el amigo inquieto y disponible
adelantándole unos pasos, interrogativo y protector.

Participan de este ritmo:
la precisión técnica de los travellings que mantienen el perfil del personaje en el centro del cuadro,
los picados, zooms, travellings que se sustituyen a la mirada del protagonista. La cámara es la mirada más allá del campo visual real, introduciendo el campo (virtual) que traduce la imaginación del protagonista.

El ritmo de una banda sonora
El ritmo lento, amplio y preciso de la cámara tiene como acompañamiento el "bajo continuo" de una columna de aire: órgano, acordeón, órgano… El enlace musical entre la situación interiorizada (mono tonal) y la situación del mundo exterior (endecha del acordeón) transmite con maestría el cambio progresivo de ritmo. Los clientes del café bailan, el protagonista sale liberado y la acordeonista, mirándolos, accelera el ritmo, llenando de pronto el espacio sonoro.

El ritmo visual: la abstracción lírica
Entre la pantalla negra que abre la película y la pantalla blanca que la cierra, unos contrastes de grises, de blancos saturados, de negros densos aparecen como los principales parámetros de esta atmósfera de hipnosis que libera por completo de la narración. Bela Tarr crea así una abstracción lírica, retomando por su cuenta la formula de Goethe que Josef von Sternberg había aplicado a su obra:

Entre la transparencia y la blanca opacidad, existe un número infinito de grados de confusión… Se puede llamar "blanco" al brillo del transparente puro que, de manera fortuita, se vuelve opaco[1]





La abstracción lírica se define por la relación entre luz y blanco, de tal manera que la sombra guarda un papel importante, aunque diferente de su papel en el expresionismo alemán[2]. El expresionismo desarrolla un principio de oposición, de conflicto, de lucha (lucha del espíritu contra las tinieblas) mientras que la abstracción lírica es tratada por los cineastas que la utilizan como una alternativa entre el estado de las cosas y la posibilidad, la virtualidad que supera este estado.

Analizando la obra de Sternberg, Claude Ollier dice que mientras más cerrado y exíguo esté el espacio blanco, más precaria y vulnerable es la situación, frente a las virtualidades del exterior.[3] Bela Tarr sitúa el instante de la confusión, de la debilidad del protagonista, en el deslumbramiento de su dormitorio limitado a la ventana, fuente de luz, y la silla: estado afectivo que el espacio califica e intensifica.

Desde la perspectiva de la abstracción lírica, se entiende la alternativa mental: ya no es la elección entre el Bien y el Mal, sino el potencial de toda elección: lo que uno puede elegir y repetir a cada instante, confirmándose así a uno mismo, y si hay sacrificio, es con la condición de no tener que justificarse (la trilogía de Dreyer Dies Irae, Ordet, Gertrud y Shangai Express de Sternberg, Lancelot de Bresson). Hay que añadir The man from London de Bela Tarr: el personaje de la verdadera elección, el protagonista, eleva el afecto al nivel de su pura potencialidad, sacándole la parte que se desborda de todo lo que tendría que cumplir.[4]

Así, Bela Tarr transforma la representación de un género –el "thriller", que exige una narración precisa– en una obra lírica: la narración se escapa de unos largos interludios espaciotemporales que nos llenan de sensaciones ópticas y sonoras.


Bela Tarr no es tanto un cineasta de la meditación como un geómetra de las tinieblas, adentrándose con un paso sordo y soberano en la noche .[5]

Memento


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[1] GOETHE, Théorie des couleurs Editions Triades, p.495

[2] En relación a este analisis: FONT, Domènec. Geometría del Espirítu. El Pais

[3] OLLIER, Claude. Souvenirs écran. Cahiers du cinéma. Gallimard, p.274

[4] Con respecto a la abstracción lírica: DELEUZE, Gilles. L’image-mouvement Editions de minuit- 1983, p.132 y 160

[5] MALAUSA, Vincent. Cahiers du Cinéma, suplemento al nº611