14.3.11

El ateniense y el tunecino

   
Nunca los humanos dejarán de buscar la luz
(Hisham Matar, escritor libio) 

Soy un joven tunecino o una mujer egipcia o bien un anciano libio, que vive una revuelta en el medio de una multitud en este primer trimestre de 2011.   Ahora, esta multitud derrumba un poder de Estado y recoge los restos de un tejido político y económico cancerígeno… o, por lo menos, piensa que puede conseguirlo. Mi acción, como la de los demás individuos, cada uno con la singularidad que lo caracteriza, es esencialmente emocional. Es el affect lo que nos empuja, aunque algunos pueden estar teledirigidos. .. Sea como sea, yo actúo como cualquiera de los individuos sociales que componen esta multitud. Lo que quiero decir con eso es que «exhibo mi propia ontogénesis, mi propia formación con sus diferentes estratos o elementos constitutivos»[1].





  
La libertad no se mendiga a los demás, se agarra.   
 ¿Cómo garantizar la igualdad, no sólo en la ley escrita por los humanos sino en las oportunidades de cada uno? Una economía que no tiende a la transparencia es un engaño porque conlleva las desigualdades y la dominación. La igualdad es posible sólo si funcionamos como seres libres que controlamos esta economía.   Cuando la barriga está relativamente llena, hay una fácil aceptación de unas estructuras que se perpetúan en las desigualdades. Pero cuando falta el pan, puede que surja intempestivamente la necesidad de libertad, en contradicción con la frase de J.J. Rousseau: «el pobre quiere más el pan que la libertad».

 
Me planteo la cuestión de mi responsabilidad. 
¿Cómo reconstruir este Estado?    
O, más bien ¿Cómo inventar y no copiar los modelos que vuestros regímenes actuales llamados democráticos intentan imponerme?
¿Puede cualquier transformación ser lo bastante radical como para dar a mi propia existencia el sitio y la importancia que le corresponden como vida humana en el seno de la biología terrestre? O sea, la importancia y el sitio máximos que la sociedad humana puede definir dentro de la ecología que la sostiene.     ¿Qué cualidades hay que tener para participar en tal aventura?      
Si son necesarias tales cualidades, ¿llegan a ser suficientes tomando en cuenta la fuerza imparable de una tecnología que me afecta, me transforma antes de que pueda tomar la medida de sus efectos?     
¿Por qué mi educación no me ha ayudado a desarrollar estas cualidades?     
¿Por qué nuestra biología sabe reconocer lo que es justo de lo que no lo es, cuando, por otra parte, nuestra educación nos introduce en el molde de lo que no lo es? ¿Por qué nuestras relaciones en el mundo globalizado se limitan cada vez más al espectáculo  de nuestra comunicación, espectáculo que representa en realidad la quintaesencia de nuestro modo de producción[2]?

Esta multitud “se expone a la mirada de los demás” [3] , se define como sujeto y tiene que afirmar su capacidad de invención si quiere deshacer el tejido social cancerigeno que la envuelve, eliminar las metástasis que corroen su economía, realizar un tejido social sano…

¿Es todo eso realizable en una única zona geográfica aislada sin que las bombas del Mercado imperial le caigan encima, haciéndole probablemente más daños que las que algunos tiranos están lanzando sobre sus poblaciones? Si esta exhibición mía a la mirada de los demás, o más bien a las pantallas deformantes de sus medios informativos, me presiona para tomar mis responsabilidades en el sentido que les conviene, yo resisto sin embargo para adoptar su modelo que llaman democrático.
¿No son sus imperios decadentes los que humillaron y esclavizaron a otros? ¿Qué tienen que ofrecer los que han puesto sus democracias entre paréntesis según las circunstancias, mirando para otro lado cuando unas dictaduras se instalaron a sus puertas? ¿O cuando esclavizaron a sus propios ciudadanos, mandándoles a la muerte en campos de exterminio o con sus armas cada vez más mortíferas?

Acaso ¿no se ha puesto en tela de juicio vuestra ideología democrática cuando la joven república española fue abrasada y reducida a cenizas? Os estabais perdiendo en estériles debates sobre la necesidad de una intervención, dejando a la aviación de unos regímenes totalitarios el vergonzoso privilegio de actuar.

¿Acaso, tengo que asumir la democracia representativa que vuestros regímenes ofrecen a los demás como “el menor de los males” y compartir con vosotros la esperanza de una transformación progresiva, pasando por una democracia participativa? ¿Puede esta homogenización, visión de un sistema político universal, llevarnos a resolver los problemas que planteamos? Este modelo ¿no está exponiendo claramente a nuestras miradas la confusión de los poderes que permite la dominación y la corrupción, su injusticia en la repartición de las riquezas y el riesgo que conllevan sus excesos con respecto a nuestra supervivencia? El poder de Estado que la multitud recoge después de una revuelta que crea tanto recelo en vosotros ¿cómo transformarlo en mi propio poder, en el poder de la multitud, el Kratos de la Demo?

Sí, es de nuestro poder de lo que se trata. ¿No nombraban los atenienses a los responsables de su joven democracia por sorteo y sistema rotativo? Supisteis superar sus contradicciones, ya que ellos prohibían el acceso de la democracia a las mujeres y a los extranjeros. Sin embargo ellos, en oposición a vuestros regímenes, consideraban la representación como un sistema oligárquico que concedía la autoridad a unos grupos con intereses dominantes y apetito insaciable. ¿Cómo habéis podido permitir a esta autoridad que constituya unos espacios interestatales, Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional? ¿Que estos puedan actuar sin el peso del sufragio universal que apreciáis tanto? Esta autoridad que seguís eligiendo todavía y a la cual estoy resistiendo.

¿Dónde está vuestra revuelta?
¿Podemos inventar juntos?

"Café des nattes"-Tunez


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Notas


[1] Paolo Virno: “Gramática de la multitud”
[2] Guy Debord: “La sociedad del espectáculo”

[3] Paolo Virno ibid citando Hannah Arendt