29.4.11

El monstruo y Michel Foucault


Sólo la ficción puede hacer creer que las leyes están hechas para ser respetadas y que la policía y los tribunales están destinados a hacerla respetar (Michel Foucault)



SEGURIDAD Y "POPULISMO PENAL": EL MONSTRUO

Llama la atención la retórica y, a veces, la acción del sistema político con respecto al sistema judicial o policial. Hoy, unos gobiernos, en Francia o en Italia, un partido de gobierno en la oposición en España, no tienen reparos en criticar a la justicia o a la policía con el fin de promover reformas en su ventaja o de atacar al partido rival, designarlas también como responsables en el caso de unos sucesos trágicos. Manipulan ciertos hechos que tienen una resonancia mediática, aptos para activar el miedo colectivo –monstruo pedófilo, terrorista, activista… -y asientan así su autoridad política.


Berluscosy-compadres conchabados



Estos responsables políticos apelan al pueblo directamente para descalificar a unas instituciones que tratan problemas de la sociedad a partir de las leyes que sus partidos han votado. Promueven así un populismo penal en el marco de la retórica exacerbada de la seguridad.

La seguridad

Es uno de los temas más sensibles en el "vivir juntos" de una democracia. La necesidad de preservarse del daño, de resguardarse frente a las incertidumbres, despierta en el individuo unos reflejos de identidad, de pertenencia a una comunidad. Eh aquí uno de los fundamentos tanto del miedo individual y colectivo como de la fragmentación de una sociedad. En vez de encontrar en uno mismo estas raíces, el individuo cuenta con el grupo, la comunidad con la que se identifica, a veces con su mundo laboral, generalmente con el Estado.

Encargado del orden y de la justicia, el Estado debe responder a la necesidad de seguridad del individuo. ¿No es ese el proyecto de la democracia parlamentaria que responde así a la convención de los derechos humanos? ¿Significaría eso que sin los derechos humanos y sin confiar en un Estado, los individuos conocerían la inseguridad? ¿Nos planteamos en qué consiste la "inseguridad"? ¿La relación con el otro? ¿Por qué tenemos miedo?

El individuo delega su poder al político, el cual define las instituciones, escribe las leyes que rigen la sociedad, utiliza la retórica que los medios de comunicación difunden. El discurso político se permite increpar a las instituciones judiciales o policiales, hace referencias a ciertas conjuraciones y establece, por ejemplo, una relación directa con las víctimas de un evento trágico como, por ejemplo, un acto terrorista, sin la mediación de la institución judicial que lo está instruyendo. Es un discurso que da la espalda a la democracia representativa y por supuesto a la participación ciudadana. Este discurso sitúa la ciudadanía en una atmósfera pre-electoral permanente, particularmente en España donde el discurso político-mediático se hace desde la perspectiva del enfrentamiento entre los dos partidos principales con la voluntad evidente de ocupar la totalidad del campo emocional y de limitar así la posibilidad de un debate en un espacio ciudadano, reflexivo y de calidad. A fin de cuentas, cuando a uno se le despierta el campo emocional, se puede manipular sus miedos y exagerar las amenazas…

El monstruo

En este contexto de populismo penal, el delincuente aparece como el mal absoluto. En la página "Justicia y peligrosidad" citamos a la jurista Mireille Delmas-Marty que denuncia un discurso político que se despliega desde lo imaginario, «la utopía de la inseguridad que se refiere a un mundo sin riesgo y sin peligros, una tolerancia cero». Se le opone una institución judicial arraigada en la realidad, en la proximidad de los seres humanos, víctimas… o culpables, incluso cuando el acto es monstruoso.
 
Foucault: "los anormales"-Biopolítica y genealogía de lo monstruo
por Adolfo Vasquez Rocca


Detrás de la palabra "monstruo", ese que mostramos, que ponemos a la vista, se esconde, en las profundidades de nuestras representaciones imaginarias, el lenguaje del miedo y del conjuro. Este lenguaje del populismo penal corresponde a una concepción de la democracia que no puede coincidir con la misión asignada al sistema judicial.
Según Mireille Delmas-Marty «Nadie puede pretender erradicar para siempre la violencia criminal… La vuelta al registro del monstruo para designar a los delincuentes sexuales hace temer una deshumanización del criminal». Podemos temer también la transformación del proceso penal en una clase de "exorcismo".
¿Significa eso que el sistema penal y judicial funciona correctamente si el sistema político se abstiene del populismo penal?


EL SISTEMA JUDICIAL Y LA CÁRCEL: MICHEL FOUCAULT


Todos mis libros…son, si quiere, pequeñas cajas de herramientas. Si las personas quieren abrirlas, servirse de una frase, de una idea, de un análisis como si se tratara de un destornillador, o de unos alicates para cortocircuitar, descalificar, romper los sistemas de poder, y eventualmente los mismos sistemas de los que han salido mis libros, tanto mejor. (Michel Foucault).

Seguimos el consejo de Foucault y utilizamos las cursivas para citarlo en lo que sigue.

Una justicia con dos velocidades

Denunciar el populismo penal que practica una cierta clase política no enmienda el sistema judicial.
Lo que debe ser objeto de lucha es el funcionamiento del sistema penal y del aparato judicial en la sociedad, ya que ambos son los que gestionan el ilegalismo, que enfrentan los unos contra otros.
Según Foucault, la ley esta hecha para diferenciar las maneras de sortearla: tenemos un especie de tablero de ajedrez con «casillas controladas y casillas libres», lo que es tolerado o permitido a unos es prohibido a otros. Tomando el ejemplo del trafico de drogas, Foucault pone el acento sobre el hecho de que «la vía esta libre para los beneficios sustanciosos», lo que podemos aplicar también a la corrupción del sistema político, mientras «los pequeños peones son siempre situados y mantenidos en las casillas peligrosas».

Estamos delante de una justicia con dos velocidades. Por un lado, el delincuente, el monstruo, por otro la delincuencia financiera a la vista, cada día más evidente, sin juicios o tan escasos… Las democracias que llamamos "avanzadas" ¿llegarán a castigar la delincuencia financiera? Hasta ahora, nos dan la prueba que protegen más bien este tipo de delincuencia [1] .

La ejemplaridad de la pena
¿Podemos aceptar el argumento, propio de un fiscal estadounidense o de una parte de la opinión pública: " si no condena este hombre a muerte otros niños inocentes serán asesinados salvajemente"? : Lo llamemos justicia o venganza, ¿No es en realidad el disfraz de una pulsión que habita en nosotros? ¿Nos "cura" la democracia de la barbarie y de este tipo de pulsiones o más bien hacemos las leyes para integrar estas pulsiones en ella? ¿En nombre de quién y de qué valores se juzga?

La ejemplaridad de la pena se apoya en símbolos, en valores como, en este caso, el valor de la vida humana ¿Qué contradicción es esa que consiste en matar para ejemplificar el valor de la vida? De hecho, la pena esta ahí para atestiguar la perennidad de ciertas prohibiciones, de ciertos tabúes.

"M" de Fritz Lang
El juicio de M

El juez
Pocos humanos disponen de un poder comparable al que posee el juez en el momento de decir: ¿qué voy a hacer con él?, ¿durante cuanto tiempo voy encerarlo? ¿Cinco años?, ¿diez años?...
Foucault: aquí, se individualiza la decisión judicial y al hacer eso, se convierte en imposible, o en criminal, toda decisión… Asumir una carga permite responsabilizarse de la culpabilidad ligada a toda decisión.
Lo que está en cuestión no es la inconsciencia del criminal sino la consciencia del juez.
La tensión, la angustia que provocan tales planteamientos y las decisiones consecuentes llevan el sistema judicial a organizarse de manera que su funcionamiento libere al juez de esta angustia. Tanto el presidente de un tribunal como el fiscal y los abogados necesitan de un modulador de la pena. Es eso el código que se utiliza a voluntad para procurarse buena consciencia. Las personas, hoy, son juzgadas no tanto por sus actos cuanto por su personalidad. Se hace comparecer a un psiquiatra, a testigos de moralidad que sirven de moduladores.
En cuanto al jurado, existe un equivoco. La manipulación del ciudadano en nombre de una supuesta norma racional hace del jurado un humano abstracto, consciencia universal. La realidad es otra: el jurado es un individuo, sacado a suerte siguiendo un determinado número de criterios.

Si la justicia se preocupa de corregir a un individuo, de apoderarse de él desde de el fondo de su "alma" para transformarlo, entonces es un hombre que juzga a otro hombre, la pena de muerte es entonces absurda. Resulta que, en realidad, ninguna pena es posible… Vivimos aún del viejo sistema tradicional que dice: se castiga porque existe una ley. Un nuevo sistema se ha injertado en el primero: castiga según la ley pero con el fin de corregir, de modificar, de enderezar puesto que nos estamos ocupando de desviados, de anormales. El juez se presenta como terapeuta del cuerpo social, como trabajador de la "salud pública" en sentido amplio.

Si el sistema judicial esta hecho para evitar que los jueces se pregunten ¿en nombre de qué juzgan?, ¿con qué derecho? ¿A quién y por qué actos? ¿No sería peligroso dejar que los jueces continúen juzgando solos liberándolos de su angustia?
¿Se puede juzgar "en nombre del pueblo" en una sociedad incierta que no domina sus pulsiones de muerte con las guerras que provoca o se deja manipular por la retórica de unos populistas?


"M" de Fritz Lang


La prisión
Concluimos el recorrido del delincuente, del monstruo, expuesto a la hostilidad de los medios populares de lo que, en mayoría, han salido. Por este laberinto que le ha preparado este sistema penal, siguiendo la ley que el legislador ha urdido "en el nombre del pueblo", él llega a la cárcel donde se le puede controlar, vigilar, conocer a fondo. Para Foucault, el resultado de esta operación supone un enorme beneficio económico y político. Económico dadas las sumas fabulosas que generan la prostitución, la droga…Político: «cuanto más delincuentes haya, mejor acepta la población los controles policiales, sin contar el beneficio de una mano de obra asegurada para los sucios trabajos políticos: pegar carteles, rompe-huelgas…».

Añade Foucault: «¿De dónde viene la prisión? Yo diría que un poco de todas partes… Invención de toda una técnica de vigilancia, de control, de identificación de los individuos, de cuadriculación de sus gestos, de su actividad, de su eficacia. Y esto, a partir de los siglos XVI XVII, en el ejército, los colegios, las escuelas, los hospitales, los talleres. Una tecnología de poder, fina y cotidiana, una tecnología de poder sobre los cuerpos. La prisión es la última figura de esta edad de la disciplina… La prisión es un instrumento de reclutamiento para el ejercito de los delincuentes. Sirve para esto. Desde hace siglos se dice: "La prisión fracasa puesto que fabrica delincuentes" Yo diría más bien: "La prisión triunfa puesto que es eso lo que se le pide"».


 
Nota 
[1]  En el pico de la crisis financiera y económica de este primer decenio del siglo XXI,  los inversores han borrado sus pérdidas y han reanudado sus relaciones con unos fondos especulativos poco asustados por las nuevas regulaciones. En el año 2010, estos inversores han recolectado unos beneficios que suman 1,4 billones de euros al nivel mundial. No se ha celebrado ningún juicio.