EL ESPIGADOR
EL ESPIGADOR
Tengo el placer de anunciaros que los proyectos de infraestructuras y transportes que se preparan en las cocinas de los ministerios siguen multiplicándose en nuestro chapucero imperio tecnológico, como unos gremlins en aguas contaminadas y en lodazales.
«La cofinanciación público-privada puede ser una fórmula exitosa para la construcción de nuevas infraestructuras….Las obligaciones de reducción del déficit público y la necesidad de contener el gasto para estabilizar las haciendas de las administraciones ante la acuciante crisis, llevó a la Junta [de Andalucía] en 2010 a hacer una apuesta para dar entrada a la iniciativa privada en la financiación de determinadas actuaciones» (El País 28.03.11).
Así, las empresas y los bancos, que conocemos por su desinterés y generosidad, van a financiar unas infraestructuras públicas y la Junta de Andalucía pagará con les presupuestos públicos cuando la obra se concluya «en función de su disponibilidad económica con un canon por el mantenimiento y conservación de la obra». Traducción: la colectividad pagará con intereses y probablemente un peaje por largo tiempo.
Sabemos de sobra que las autopistas son las vías del progreso, los caminos de la modernidad y del ahorro de tiempo, las pistas que resuelven el paro, la única dirección hacia la felicidad… Aún más cuando se trata de pagar con intereses al sistema privado y financiero que genera el lodazal y las aguas contaminadas. ¿No es, acaso, más atractivo nadar en ellos y disfrutar de todos los recortes todavía posibles, que proyectar un futuro apocalíptico que nos prometen los ecologistas, con el final del petróleo, un cambio climático, el daño a la biodiversidad? Los expertos saben resolver todo eso. Tendremos coches eléctricos y más centrales nucleares para cargar las pilas. A estas centrales, no les puede pasar nada. ¿Fukushima? Miráis para otro lado[1]. Mientras, defendemos nuestros “intereses vitales” en todos los países que tienen la materia prima de la cual no podemos prescindir. No puede faltarnos la droga energética.
La razón de los expertos, los políticos y los media asociados es aplastante, ¿Quién se resiste a tanta coherencia?
¡Seguimos creciendo! Crecer y crecer, construir y construir.
¡Viva la razón!
¡Viva el electrón!
¡Viva el hormigón!
[1] Los 26, 27, 28 de Marzo: mientras un diario (El País)que pertenece a una empresa privada consagra entre 6 y7 páginas a la defensa de nuestros “intereses vitales” en Libia seguidos de una página y media sobre Fukushima, un diario, mayoritariamente en manos de sus lectores y empleados (Le Monde), consagra entre 5 y 7 páginas al accidente y menos de una página a Libia.