15.6.11

Arendt: la dominación

Esta página abre el dossier en preparación sobre Hannah Arendt: ARENDT, DOMINACIÓN y LIBERTAD

«Aún en los tiempos más oscuros tenemos el derecho a esperar cierta iluminación,

y dicha iluminación puede provenir menos de las teorías y conceptos que de la luz incierta, titilante y a menudo débil
que algunos hombres y mujeres reflejarán en sus trabajos y sus vidas bajo cualquier circunstancia
y sobre la época que les tocó vivir en la tierra»

Autoridad, poder político, potencial humano

Según Arendt, la dominación entendida en términos de poder del hombre sobre el hombre «es una errónea interpretación de la esencia del poder político». Efectivamente, es corriente definir por violencia y poder los medios de los que dispone el hombre para dominar al hombre –y a la naturaleza en general.

Lo que se suele llamar poder en esta definición es, de hecho, la autoridad que conlleva su reconocimiento y la consecuente subordinación. Conviene distinguirlo del poder tal como lo define Arendt de "acción humana concertada".

«El poder sólo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realidades»

Se puede también leer:
«… el poder es siempre un poder potencial y no una intercambiable, mensurable y confiable entidad como la fuerza. Mientras que ésta es la cualidad natural de un individuo visto en aislamiento, como función corporal,… el poder surge entre los hombres cuando actúan juntos y desaparece en el momento en que se dispersan»

Aquí, podemos citar a Spinoza: «La fuerza y el aumento de una pasión cualquiera y su perseverancia en existir no se definen por la potencia con que nos esforzamos por perseverar en la existencia, sino por la potencia de la causa externa comparada con la nuestra».

La violencia como medio

Arendt enfoca el concepto de violencia como "amplificación de la potencia humana mediante instrumentos". Por supuesto, insiste para separarlo de lo que ella define como acción política:

«Cuando el fenómeno de la violencia ha sido tratado, casi siempre se ha hecho subordinándolo a otro tema –la “política” o la economía – del cual constituía una prolongación o un medio. Desde estos planteamientos se hace imposible entender lo que significa la violencia en sí misma y lo que, en la perspectiva social, la distingue del poder político».

La retórica del poder deja el sitio a la violencia muda. Con referencia a la democracia ateniense donde "política" se consideraba sinónimo de lo que Aristóteles llamó bios políticos, es decir, la acción (praxis) y el discurso (lexis), de los cuales surge la esfera de los asuntos humanos, Arendt saca la conclusión siguiente con respecto a la violencia: « El pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales (...) lo que originalmente significó que la mayor parte de la acción política hasta donde permanece al margen de la violencia, es realizada con palabras…Sólo la pura violencia es muda, razón por la que nunca puede ser grande».

Su obra política, particularmente su estudio del totalitarismo, le lleva a emitir la hipótesis siguiente: la violencia es más el arma de las reformas que de la revolución.

«la violencia es el acto pre-político de liberarse de la necesidad para la libertad del mundo. Dicha libertad es la condición esencial de lo que los griegos llamaban felicidad, eudaimonia, que era un estado objetivo que dependía sobre todo de la riqueza y de la salud. Ser pobre o estar enfermo significaba verse sometido a la necesidad física, y ser esclavo llevaba consigo además el sometimiento a la violencia del hombre».

Esta referencia a la antigüedad lleva Arendt a distinguir la esfera política de la esfera privada, el domo, donde se manifiesta la dominación:

«No sólo en Grecia y en la polis, sino en toda la antigüedad occidental, habían considerado evidente que incluso el poder del tirano era menor, menos “perfecto”, que el poder con el que el paterfamilias, el dominus, gobernaba a su familia y esclavos. Y esto no se debía a que el poder del gobernante de la ciudad estuviera equilibrado y contrarrestado por los poderes combinados de los cabezas de familia, sino a que el gobierno absoluto, irrebatido [del paterfamilias], y la esfera política propiamente hablando se excluían mutuamente».


El estado de excepción y el terrorimso

El Estado traduce esta dominación de unos humanos sobre otros humanos, sostenida por medio de la violencia legitima. Como Max Weber, Arendt denuncia este monopolio de la violencia por parte del Estado:

«Políticamente hablando lo cierto es que la pérdida del poder se convierte en una tentación para reemplazar al poder por la violencia».

El terror es el dominio de la violencia cuando se ha anulado la identidad del individuo como singularidad y la posibilidad de acción política concertada (el poder en el sentido que le da Arendt):

« El terror no es lo mismo que la violencia; es más bien, la forma de gobierno que llega a existir cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica sino que, por el contrario sigue ejerciendo un completo control. (.....) Todo tipo de oposición organizada ha de desaparecer antes de que pueda desencadenarse con toda su fuerza el terror».

Carl Schmitt elabora en el principio del siglo XX su doctrina sobre el "estado de excepción", de facto reaccionaria, que nos parece de actualidad. El Estado revela su verdadera esencia en las situaciones de alarma, cuando elige a su enemigo y decide combatirlo. Elección que produce una unión de la nación alrededor del jefe, con la evidente consecuencia de una concentración de los poderes y una despolitización de la sociedad.

Un ejemplo del estado de alerta permanente, aparte de la actualidad del pos-11 de Septiembre, lo dan las democracias europeas en el contexto colonial. A lo largo de su «aprendizaje multi- centenario de despotismo colonial»dice Hannah Arendt, el Occidente inventó los campos de concentración y resucitó la tortura. Hoy, las democracias designan el terrorismo internacional como el enemigo, lo que les permite llevar las guerras ahí donde sus intereses, esencialmente energéticos y estratégicos, lo piden.

Así irrumpe la experiencia del totalitarismo con su capacidad de manipulación y de publicidad: «los nazis aprendieron de las organizaciones de gangsters americanos y su propaganda se inspiró en la publicidad comercial estadounidense… La utilización de las estadísticas o de afirmaciones científicas en la publicidad comercial consiste en utilizar la ciencia como sustituto de poder»… La fuerza colectiva que representa el interés por el sistema puede ser percibido por las masas «sólo donde unos cuerpos sociales estables proporcionan las correas de transmisión necesarias entre individuo y grupo. Una propaganda es efectiva cuando se realiza sobre la base del simple interés de masas, cuya característica principal es no pertenecer a ningún cuerpo social o político y que presenta un verdadero caos de intereses individuales».