Cuando nos planteamos la posibilidad de una acción política, de vivir la política, nos encontramos con un sistema de poder que ha establecido, a partir de una ideología, un modelo de desarrollo socio-económico apoyado sobre una estructura military financiera. Eso cual que sea la ideología y el país.
En el día a día del espacio público, el sistema de poder da una representación que nos incluye como agentes directos y nos somete a unos modos de conducta y de conocimiento específicos en acorde con la ideología que lo guía.
Una acción política, en tales condiciones, pide una reflexión previa sobre el grado de dominación del sistema, de sumisión del individuo y pone de manifiesto al estado opuesto que significa la libertad del individuo social.
«Hemos enseñado a la gente a renunciar al ejercicio del poder social. Y han renunciado en provecho de hermosas representaciones que incitan a las masas a buscar en otras partes su valor y su devenir» dice Jean–Léon Beauvois en su "Tratado de la servidumbre liberal: análisis de la sumisión".
A la reflexión más evidente que se puede hacer sobre la sumisión en el caso de la dictadura «cómo tantos hombres, tantas ciudades y tantas naciones se sujetan a veces al yugo de un solo tirano, que no tiene más poder que el que le quieren dar» se añade la denuncia por este autor de las democracias que se autodefinen como "liberales». Detrás de una supuesta libertad de elección de los individuos, se esconde esta extraña interiorización de la sumisión de la cual han participado tanto la familia como la escuela. ¿Nos pueden llegar a gustar nuestras cadenas? ¿Por qué? En la libertad de elección, el voto, está la paradoja de la potencia dominadora.
En el día a día de la representación del poder, la obediencia del ciudadano medio, de esta mayoría silenciosa, corresponde a lo que Hannah Arendt[1] llamaba "la correa de transmisión" en su descripción del totalitarismo . Lo que lleva Beauvois a hablar de democracias totalitarias, de un totalitarismo liberal que propaga la idea de un individualismo liberal.
Este individualismo liberal es el que repite cada día una orden: ««Olvidad vuestros anclajes y vuestras identidades sociales puesto que no podéis ser vosotros mismos con esas identidades y anclajes. Dejad hacer a la gente competente como quiere la razón». Para Beauvois, esta orden reclama « una trasgresión y esta trasgresión es urgente. No puede pasar más que por la lucha contra las arbitrariedades jerárquicas o corporativistas y por el retorno a proyectos autogestionarios».
Efectivamente, el liberalismo interpela al ciudadano con el mismo discurso que el totalitarismo: "lo que se te propone, aunque te parezca una presión externa, corresponde a tu propio bien". Se pone el acento sobre los intereses del individuo que le son propios, sobre lo que "realmente quiere… sin saberlo". La diferencia reside en que el totalitarismo impone al sujeto su propio bien –obligar la persona a ser feliz para su bien "porque hay un bien común superior que tu no percibes". Mientras que el liberalismo hace referencia a la naturaleza interna del sujeto «aferrándose a la ficción de la autopercepción libre e inmediata del sujeto: no afirmo saber mejor que tú lo que quieres, ¡simplemente mira en tu interior y decide con libertad qué quieres!».
En su introducción al libro de Beauvois, Slavoj Zizek, que acabamos de citar, hace referencia a "La sociedad del riesgo" de Ulrich Beck. Este último autor nos dice que « la ideología dominante se esfuerza por vendernos la mismísima inseguridad causada por el desmantelamiento del Estado del bienestar como la oportunidad de alcanzar nuevas libertades: ¿tiene usted que cambiar de trabajo todos los años, dependiendo de contratos de corta duración en lugar de un puesto estable y duradero? ¿Por qué no considerarlo como una liberación de las restricciones que supone un trabajo fijo, y como una oportunidad de reinventarse una y otra vez, para captar y comprender los potenciales ocultos de su personalidad? ¿Ya no puede confiar en el plan de salud y en el plan de jubilación convencional, de modo que tiene que optar por una cobertura adicional que debe pagar? ¿Por qué no percibirlo como una oportunidad adicional de elegir: bien una mejor vida ahora o bien seguridad a largo plazo? Y si este predicamento le provoca a usted ansiedad, el ideólogo posmoderno o de la «segunda modernidad» lo acusará inmediatamente de ser incapaz de asumir una libertad plena, o de "huir de la libertad", de apegarse con inmadurez a las viejas formas estables».
Así, el liberalismo de las democracias avanzadas, invocando la naturaleza de la mente humana como razón de la obediencia, llega a la paradoja que los individuos "liberales" son los menos libres de los individuos. Aceptan, nos dice Zizek, «que lo que se les impone surge de su "naturaleza". Ni siquiera son ya conscientes de su subordinación».
[1] Hannah Arendt: "Los origenes del totalitarismo"-Ver en este Blog: Dossier ARENDT, DOMINACIÓN y LIBERTAD
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