Perversidad 1945
Director: Fritz Lang 1945 Scarlet
Street
Guión : Dudley Nichols / Georges de la Fouchardière
(novela "La chienne")
Música: Hans
J.Salter
Fotografía: Milton
R.Krasner
Montaje:Arthur
Hilton
Producción: Lang-Walter Wanger
Joan Bennett (Kitty) y Dan Duryea (Johnny) |
Christopher Cross es un hombre maduro, casado
con una verdadera harpía. Cajero de profesión y pintor por pasión –con un
cierto talento –, se enamora de Kitty, una prostituta que, empujada por su
chulo de Johnny, exprime como a un limón
al ingenuo Christopher. Éste instala a Kitty en un lujoso apartamento que
también utiliza como taller de pintura para huir de las permanentes
intromisiones de la inaguantable señora Cross. Kitty y Johnny aprovechan la
situación para ir vendiendo los cuadros de Cross con la firma de Katherine
March (Kitty) que se hace famosa en el mundillo del arte. A pesar de robar
dinero a su empresa y a su mujer, el cajero Cross se siente feliz… hasta que
descubre quienes son Kitty y Johnny. El engaño desencadena la violencia:
Christopher libera la suya matando a Kitty. Se quita del medio y Johnny aparece
como el principal sospechoso lo que le conduce a la silla eléctrica. El respetable señor Cross no
sólo es incapaz de denunciarse a la policía sino que sus malversaciones le hacen perder su empleo.
No puede tampoco pintar ya que su firma le ha sido robada. Caerá en el
remordimiento y la depresión…
La chienne (La
golfa-1931) de Jean Renoir
Las marionetas presentan La Chienne |
Adaptado de una novela de Georges de la Fouchardière , La Chienne (La golfa-1931) es el segundo film
hablado de Renoir, que demuestra su
dominio de la nueva técnica del sonoro: eso le permite crear un ambiente
realista (pensamos a las escenas en exterior con claxon de coches…), mientras sitúa la acción en un marco que
acentúa esta teatralidad que tanto aprecia el cineasta (ver André
Bazin: ¿Qué es el cine? En este Blog). El talento del actor principal,
Michel Simon, da a la película su tono cambiante entre comedia y tragedia.
Este doble aspecto está claramente
representado: al principio, las marionetas de un espectáculo presentan a los
personajes y demuestran su confusión con respecto al alcance de la trama: ¿es
un cuento moral o la historia de una pasión criminal, un suceso banal?
Y ahora, damas y caballeros, empieza el
espectáculo El plano siguiente se ve
“bajando” a través de la ventanilla por
donde se sirve el banquete en honor al jefe, el señor Henriot.
En el plano final, Legrand y Godard, que también prefiere ser un vagabundo
a vivir con Adèle, se alejan, filmados por la cámara que parece
enmarcarlos desde una ventana que se transforma en un escenario de teatro hasta
la caída del telón.
Maurice Legrand es cajero en una empresa de
géneros de puntos y pintor en sus momentos libres –con la libertad que le
otorga Adèle, su mujer –. Después de un banquete con sus compañeros de trabajo,
Maurice, que no ha querido seguirlos en sus ganas de juergas, defiende a Lulú, a la que su amante, el proxeneta Dedé está abofeteando.
Por otro lado, reaparece Godard, el ex
marido de la señora Legrand, a quien el ejército
había declarado muerto en la guerra.
Legrand y Adèle delante del retrato del ex marido de Adèle |
Misma escena en la película de Lang: Cross con el delantal y el cuchillo en la mano, asusta a Adèle. |
Eso conforta a Maurice que decide vivir con Lulú:
la instala en un lujoso apartamento… Dedé aprovecha la situación para empujar a
Lulú a engañar a Maurice y vender sus pinturas con la firma de ella. Es todo un
éxito. Dedé consigue cada vez más dinero de Maurice a través de Lulú, lo que
conduce Maurice a sacar cada vez más dinero de la caja de la empresa.
Cuando se desvela el engaño, el pobre cajero se
deja llevar por la rabia y la ira: mata a Lulú: el castigo de la sociedad recae
sobre Dedé, condenado a la pena de muerte. Artista sin saberlo, asesino sin
quererlo, Maurice no puede ahora utilizar su firma, que le ha sido robada, volver a su casa, que ha dejado a otro, trabajar en ninguna
empresa después de que lo hayan echado. Se transforma en vagabundo, pensando
que vale más la independencia de un tunante con buenos modales que la
servidumbre de un honrado ciudadano.
Lulú y sus amantes: siempre es sincera, miente continuamente dice la marioneta. |
En la muy conservadora
Francia de los años 30 Renoir denuncia en primer lugar la explotación de la
mujer, de esa pobre chica obligada a prostituirse por su chulo, pero arremete
también contra la otra cara de la moneda de esa sociedad patriarcal de estrecha
e hipócrita moralidad, en donde el divorcio era sólo posible en el caso de
aportar explícita constancia del adulterio (excelente secuencia cómica en la
que Legrand organiza la vuelta del ex-marido de Adèle delante de los vecinos en
plena noche).
Renoir arremete aquí con
ironía cargada de acidez contra la sacrosanta institución que sigue uniendo a
pesar suyo a los dos agriados cónyuges. un personaje que tiene mucho en común con aquel profesor
de “El ángel azul” de Josef von
Sternberg, víctima como éste de la perversa mercantilización del sexo y de la
frustración del amor: la
ilusión del amor puede durar más allá de un cartucho, pero siempre hay un
despertar dice Legrand en la primera secuencia del banquete. La Chienne es la primera película importante de Jean Renoir y
también la primera de la serie de obras maestras que dirigió en los años 30. Mientras
Renoir nos hunde en el barullo y vitalidad de Montmartre, el film de Lang profundiza en las tensiones psicológicas.
De
Renoir a Lang
Después del éxito de The woman in the Window,
la actriz Joan Bennett, su marido Walter Wenger y Fritz Lang (con 55% de las
acciones), fundan la compañía Diana Production, sin independizarse
totalmente de la
Universal. Wenger quiere adaptar la novela de la Fouchardière –Ernest
Lubitch había comprado los derechos pero no pudo realizar la película –con los mismos actores que rodearon a su mujer en
la primera entrega, Edward G.Robinson y Dan Duryea. Lulú deviene Kitty, Maurice Legrand es
Christopher Cross y Dedé es Johnny.
Encontramos en Jean
Renoir y Fritz Lang –como en Eric von
Stroheim –esta representación de la
parte más oscura de la naturaleza humana con la denuncia de todas las formas de
mentiras –a los demás o a sí mismo – del engaño y de la violencia del hombre como
consecuencia de sus pulsiones sexuales. Pero también hay en ellos la necesaria
crítica del Estado que, tanto en La Chienne como en Scarlet Street, se
traduce por la voluntad de representar la pena de muerte: para los dos, la
censura marca los límites. Si Fritz Lang lo consigue más tarde con Beyond
a reasonable doubt, Renoir tropieza con la censura de la época cuando
quiere rodar una ejecución pública en La Chienne .
Renoir precursor del cine negro: El cajero Maurice Legrand/Michel Simon |
Si Renoir resiste a cualquier academismo, no es el caso de Lang en su etapa americana.
Los dos cineastas se encuentran más bien en la reflexión sobre la descripción
de las clases sociales –a cualquier época –y sobre todo en la percepción de la
naturaleza en general, y de la naturaleza humana en particular, hombres y
mujeres, lo verdadero y lo falso, la realidad y su representación.
Fritz Lang readapta la novela de la Fouchardière dentro de
un corpus de cuatro películas negras, lo que limita la comparación con la obra
de Renoir, de quien se dice que consideraba Scarlet Street como una
traición. Este supuesto juicio severo de Renoir corresponde al sempiterno
problema de la adaptación de la obra literaria al cine: la transposición de una
obra literaria francesa adaptada en el Montmartre de 1931 no tiene que tener
una fiel reproducción en el Greenwich Village de 1944, y el debate parece estéril o… ¿será Jean
Renoir quien se siente traicionado?, lo
que no parece corresponder a la leyenda de generosidad y humildad que le
acompaña –o que la Nouvelle Vague y Truffaut en particular han creado… De
todas maneras, Renoir no sitúa en absoluto la obra de Lang en la coherencia de
su trayectoria en su etapa en los Estados Unidos. Con The woman in the Window
(1944), Scarlet Street(1945), Secret beyond the door (1948), y House by the River (1950),,
el director crea una obra coherente que forma una variación sobre el mecanismo
del crimen desde la relación sensible al arte: pintura, literatura,
arquitectura. Esta coherencia se ve reforzada en tres de estas obras por la
presencia de la misma actriz, Joan Bennett que, curiosamente, será la
interprete de la película negra de Renoir en los Estados Unidos: The
woman on the Beach. Sería fácil
ver Scarlet
Street como una variación (obscura y trágica) sobre el tema de The
woman in the Window, incitados por la presencia de los mismos tres
actores principales. Por supuesto, en las dos películas, Robinson representa el
bonachón a quien su irresistible atracción por una mujer, Joan Bennett, empuja hacia una espiral infernal de
chantaje, violencia y crimen… Pero esta similitud no puede enmascarar las
diferencias, lo que hace del díptico una
clara representación de la dualidad del cine negro: la absoluta incertidumbre
de que una trama puede resolverse en un sentido o en su opuesto. Scarlet
Street bascula del lado trágico con una linealidad implacable hacia lo
ineluctable del destino humano propio del cine negro: el crescendo de la
tensión y de la violencia representado con tanto realismo hace de la película
un clásico del género. Aquí reside toda la riqueza del díptico que ofrecen los
dos filmes que se siguen cronológicamente y estrenan el corpus de cuatro
películas que tiene como precursor a Moontide (1942) y que prolonga Human
Desire (1954), también remake de la obra de Jean Renoir, La Bête Humaine. La
representación de la fuerza del destino que da aquí Fritz Lang se ve reforzada por
la caracterización del personaje de Christopher Cross, este hombre sensible, un
pintor, y por la percepción de su
relación de la realidad.
En un artículo publicado en 1946, justo
después de rodar Scarlet Street,
Fritz Lang escribe: Creo en la revuelta
artística. Pienso que unas nuevas formas y un nuevo estilo son necesarios si
queremos dar cuenta de este mundo en el que vivimos. Pero no creo que la
alternativa sea “el azúcar o el veneno”. Aunque al público el azúcar puede empacharle,
si sabemos ver y escuchar, descubrimos que para él, el azúcar nutre más que el
arsénico… El problema de base es la concepción general de nuestra visión del
mundo: puede ser positiva o negativa. La tragedia clásica era negativa,
mostraba al hombre atrapado en la red del destino y arrastrado hacia su
destrucción. En una época en la que el hombre se sentía débil frente a la
naturaleza, esta concepción le daba, a pesar de todo, un aspecto de dignidad
hasta en el fracaso. La tragedia moderna, sin relación con el destino, se
presenta como deliberadamente negativa y describe el triunfo del mal por y para
nada. Es lo que el público rechaza. Sin embargo, la tragedia clásica es
igualmente inaceptable desde que la humanidad ha aprendido a combatir la
enfermedad, multiplicar las oportunidades del niño que nace, domar el tiempo,
el espacio, las fuentes de energía… aunque quedan por resolver estos dos
inmensos problemas que son la paz y la justa repartición de riquezas, pensamos
que pueden ser resueltos ya que tantos otros lo han sido… ¿Cómo, en estas
condiciones, podemos hablar del humano aplastado por el destino cuando lo vemos
tan poderoso…?
La libertad de expresión vigente en Francia en 1931 permite a Renoir
guardar el título de la novela y no tener que defender la falta de moralidad de
la impunidad del crimen. Mientras tanto,…
Johnny condenado a la silla eléctrica |
…Hollywood vive bajo la
aplicación del código Heayes de censura –lo que durará hasta muy entrada la
década de los 50 del siglo XX –y la película toma el título de Scarlet
Street, nombre de una calle de Greenwich Village donde se desarrolla
parte de la acción, lo que permite a Lang hacer una incursión crítica en la
atmosfera cultural de Nueva York.
La primavera es algo especial |
El nombre de Kitty-Catherine March (Marzo: la primavera tiene algo especial dirá
Cross, saliendo del banquete ofrecido en su honor) para la Lulú de la obra
inicial es la lejana respuesta de una gatita a la perra (La chienne), que España resolvió con “La golfa”. Que la censura acepte que el asesino salga impune de
esta historia es harina de otro costal. El “viejo sabio indio”, como dirá Jean-Luc
Godard más tarde, consigue convencer a la comisión de censura de que la
culpabilidad que habita en la conciencia de Christopher Cross es un castigo
mucho más terrible que la justicia de los hombres.
Encontramos aquí la principal diferencia entre Renoir y Lang:
el primero declara la futilidad de los eventos y que “la vida es bella” y, desde el principio anuncia que no se sitúa en
la perspectiva de un drama moral o una comedia social, mientras Lang
insiste sobre la necesidad de una conciencia moral aunque, como dice en
su artículo, el humano no tiene que dejarse aplastar por el destino. Todo eso no impide al puritanísimo de una
parte de la sociedad estadounidense actuar en ciertos Estados con sus ligas de
virtudes para cortar tantas escenas en camas de matrimonio, con ropas
interiores transparentes y pintura de uñas… La polémica levantada por el
mundillo artístico e intelectual pone en bandeja la publicidad de la
película.
continúa... Scarlet Street (2)
Blogs
de memento