31.3.14

"Scarlet Street" (1)-Fritz Lang



Perversidad  1945

 Director: Fritz Lang      1945  Scarlet Street 

Guión :  Dudley Nichols / Georges de la Fouchardière (novela "La chienne")

Música: Hans J.Salter

Fotografía: Milton R.Krasner

Montaje:Arthur Hilton

Producción:  Lang-Walter Wanger

Joan Bennett (Kitty) y Dan Duryea (Johnny)


Christopher Cross es un hombre maduro, casado con una verdadera harpía. Cajero de profesión y pintor por pasión –con un cierto talento –, se enamora de Kitty, una prostituta que, empujada por su chulo de Johnny,  exprime como a un limón al ingenuo Christopher. Éste instala a Kitty en un lujoso apartamento que también utiliza como taller de pintura para huir de las permanentes intromisiones de la inaguantable señora Cross. Kitty y Johnny aprovechan la situación para ir vendiendo los cuadros de Cross con la firma de Katherine March (Kitty) que se hace famosa en el mundillo del arte. A pesar de robar dinero a su empresa y a su mujer, el cajero Cross se siente feliz… hasta que descubre quienes son Kitty y Johnny. El engaño desencadena la violencia: Christopher libera la suya matando a Kitty. Se quita del medio y Johnny aparece como el principal sospechoso lo que le conduce a la  silla eléctrica. El respetable señor Cross no sólo es incapaz de denunciarse a la policía sino que  sus malversaciones le hacen perder su empleo. No puede tampoco pintar ya que su firma le ha sido robada. Caerá en el remordimiento y la depresión…

    
La chienne (La golfa-1931) de Jean Renoir
Las marionetas presentan La Chienne

Adaptado de una novela de Georges de la Fouchardière, La Chienne (La golfa-1931) es el segundo film hablado de Renoir,  que demuestra su dominio de la nueva técnica del sonoro: eso le permite crear un ambiente realista (pensamos a las escenas en exterior con claxon de coches…),   mientras sitúa la acción en un marco que acentúa esta teatralidad que tanto aprecia el cineasta (ver André Bazin: ¿Qué es el cine? En este Blog). El talento del actor principal, Michel Simon, da a la película su tono cambiante entre comedia y tragedia. 
Este doble aspecto está claramente representado: al principio, las marionetas de un espectáculo presentan a los personajes y demuestran su confusión con respecto al alcance de la trama: ¿es un cuento moral o la historia de una pasión criminal, un suceso banal?


 Y ahora, damas y caballeros, empieza el espectáculo  El plano siguiente se ve “bajando”  a través de la ventanilla por donde se sirve el banquete en honor al jefe, el señor Henriot.


En el plano final, Legrand y Godard, que también prefiere ser un vagabundo a  vivir con Adèle,  se alejan, filmados por la cámara que parece enmarcarlos desde una ventana que se transforma en un escenario de teatro hasta la caída del telón.

Maurice Legrand es cajero en una empresa de géneros de puntos y pintor en sus momentos libres –con la libertad que le otorga Adèle, su mujer –. Después de un banquete con sus compañeros de trabajo, Maurice, que no ha querido seguirlos en sus ganas de juergas,  defiende a Lulú, a la  que su amante, el proxeneta Dedé está abofeteando. Por otro lado, reaparece Godard,  el ex marido de la señora Legrand,  a quien el ejército había declarado muerto en la guerra.

Legrand y Adèle delante del retrato del ex marido de Adèle
Misma escena en la película de Lang: Cross con el delantal y el cuchillo en la mano, asusta a Adèle.


 Eso conforta a Maurice que decide vivir con Lulú: la instala en un lujoso apartamento… Dedé aprovecha la situación para empujar a Lulú a engañar a Maurice y vender sus pinturas con la firma de ella. Es todo un éxito. Dedé consigue cada vez más dinero de Maurice a través de Lulú, lo que conduce Maurice a sacar cada vez más dinero de la caja de la empresa.



 Cuando se desvela el engaño, el pobre cajero se deja llevar por la rabia y la ira: mata a Lulú: el castigo de la sociedad recae sobre Dedé, condenado a la pena de muerte. Artista sin saberlo, asesino sin quererlo, Maurice no puede ahora utilizar su firma,  que le ha sido robada, volver a su casa,  que ha dejado a otro, trabajar en ninguna empresa después de que lo hayan echado. Se transforma en vagabundo, pensando que vale más la independencia de un tunante con buenos modales que la servidumbre de un honrado ciudadano.


Lulú y sus amantes: siempre es sincera, miente continuamente dice la marioneta.

En la muy conservadora Francia de los años 30 Renoir denuncia en primer lugar la explotación de la mujer, de esa pobre chica obligada a prostituirse por su chulo, pero arremete también contra la otra cara de la moneda de esa sociedad patriarcal de estrecha e hipócrita moralidad, en donde el divorcio era sólo posible en el caso de aportar explícita constancia del adulterio (excelente secuencia cómica en la que Legrand organiza la vuelta del ex-marido de Adèle delante de los vecinos en plena noche).
Renoir arremete aquí con ironía cargada de acidez contra la sacrosanta institución que sigue uniendo a pesar suyo a los dos agriados cónyuges. un personaje que tiene mucho en común con aquel profesor de “El ángel azul” de Josef von Sternberg, víctima como éste de la perversa mercantilización del sexo y de la frustración del amor: la ilusión del amor puede durar más allá de un cartucho, pero siempre hay un despertar dice Legrand en la primera secuencia del banquete. La Chienne es la primera película importante de Jean Renoir y también la primera de la serie de obras maestras que dirigió en los años 30. Mientras Renoir nos hunde en el barullo y vitalidad de Montmartre, el film de Lang profundiza en las tensiones psicológicas.

De Renoir a Lang
Después del éxito de The woman in the Window, la actriz Joan Bennett, su marido Walter Wenger y Fritz Lang (con 55% de las acciones),  fundan la compañía Diana Production, sin independizarse totalmente de la Universal. Wenger quiere adaptar la novela de la Fouchardière –Ernest Lubitch había comprado los derechos pero no pudo realizar la película –con  los mismos actores que rodearon a su mujer en la primera entrega, Edward G.Robinson y Dan Duryea. Lulú deviene Kitty, Maurice Legrand es Christopher Cross y Dedé es Johnny.
  Encontramos en Jean Renoir y Fritz Lang –como  en Eric von Stroheim –esta  representación de la parte más oscura de la naturaleza humana con la denuncia de todas las formas de mentiras –a los demás o a sí mismo – del engaño y de la violencia del hombre como consecuencia de sus pulsiones sexuales. Pero también hay en ellos la necesaria crítica del Estado que, tanto en La Chienne como en Scarlet Street,   se traduce por la voluntad de representar la pena de muerte: para los dos, la censura marca los límites. Si Fritz Lang lo consigue más tarde con Beyond a reasonable doubt, Renoir tropieza con la censura de la época cuando quiere rodar una ejecución pública en La Chienne.   


Renoir precursor del cine negro: El cajero Maurice Legrand/Michel Simon

Si Renoir resiste a cualquier academismo,  no es el caso de Lang en su etapa americana. Los dos cineastas se encuentran más bien en la reflexión sobre la descripción de las clases sociales –a cualquier época –y sobre todo en la percepción de la naturaleza en general, y de la naturaleza humana en particular, hombres y mujeres, lo verdadero y lo falso, la realidad y su representación.
Fritz Lang readapta la novela de la Fouchardière dentro de un corpus de cuatro películas negras, lo que limita la comparación con la obra de Renoir, de quien se dice que consideraba Scarlet Street como una traición. Este supuesto juicio severo de Renoir corresponde al sempiterno problema de la adaptación de la obra literaria al cine: la transposición de una obra literaria francesa adaptada en el Montmartre de 1931 no tiene que tener una fiel reproducción en el Greenwich Village de 1944,  y el debate parece estéril o… ¿será Jean Renoir quien se siente traicionado?,  lo que no parece corresponder a la leyenda de generosidad y humildad que le acompaña –o que la Nouvelle Vague y Truffaut en particular han creado…   De todas maneras, Renoir no sitúa en absoluto la obra de Lang en la coherencia de su trayectoria en su etapa en los Estados Unidos. Con The woman in the Window (1944), Scarlet Street(1945),   Secret beyond the door (1948),  y House by the River (1950),, el director crea una obra coherente que forma una variación sobre el mecanismo del crimen desde la relación sensible al arte: pintura, literatura, arquitectura. Esta coherencia se ve reforzada en tres de estas obras por la presencia de la misma actriz, Joan Bennett que, curiosamente, será la interprete de la película negra de Renoir en los Estados Unidos: The woman on the Beach.  Sería fácil ver Scarlet Street como una variación (obscura y trágica) sobre el tema de The woman in the Window, incitados por la presencia de los mismos tres actores principales. Por supuesto, en las dos películas, Robinson representa el bonachón a quien su irresistible atracción por una mujer, Joan Bennett,  empuja hacia una espiral infernal de chantaje, violencia y crimen… Pero esta similitud no puede enmascarar las diferencias,  lo que hace del díptico una clara representación de la dualidad del cine negro: la absoluta incertidumbre de que una trama puede resolverse en un sentido o en su opuesto. Scarlet Street bascula del lado trágico con una linealidad implacable hacia lo ineluctable del destino humano propio del cine negro: el crescendo de la tensión y de la violencia representado con tanto realismo hace de la película un clásico del género. Aquí reside toda la riqueza del díptico que ofrecen los dos filmes que se siguen cronológicamente y estrenan el corpus de cuatro películas que tiene como precursor a Moontide (1942) y que prolonga Human Desire (1954), también remake de la obra de Jean Renoir, La Bête Humaine. La representación de la fuerza del destino que da aquí Fritz Lang se ve reforzada por la caracterización del personaje de Christopher Cross, este hombre sensible, un pintor, y  por la percepción de su relación de la realidad.
En un artículo publicado en 1946, justo después de rodar Scarlet Street, Fritz Lang escribe: Creo en la revuelta artística. Pienso que unas nuevas formas y un nuevo estilo son necesarios si queremos dar cuenta de este mundo en el que vivimos. Pero no creo que la alternativa sea “el azúcar o el veneno”. Aunque al público el azúcar puede empacharle, si sabemos ver y escuchar, descubrimos que para él, el azúcar nutre más que el arsénico… El problema de base es la concepción general de nuestra visión del mundo: puede ser positiva o negativa. La tragedia clásica era negativa, mostraba al hombre atrapado en la red del destino y arrastrado hacia su destrucción. En una época en la que el hombre se sentía débil frente a la naturaleza, esta concepción le daba, a pesar de todo, un aspecto de dignidad hasta en el fracaso. La tragedia moderna, sin relación con el destino, se presenta como deliberadamente negativa y describe el triunfo del mal por y para nada. Es lo que el público rechaza. Sin embargo, la tragedia clásica es igualmente inaceptable desde que la humanidad ha aprendido a combatir la enfermedad, multiplicar las oportunidades del niño que nace, domar el tiempo, el espacio, las fuentes de energía… aunque quedan por resolver estos dos inmensos problemas que son la paz y la justa repartición de riquezas, pensamos que pueden ser resueltos ya que tantos otros lo han sido… ¿Cómo, en estas condiciones, podemos hablar del humano aplastado por el destino cuando lo vemos tan poderoso…?
(En: Fritz Lang Trois Lumières-Ramsay Poche Cinéma).


La chienne: Condena a muerte de Dedé  

   La libertad de expresión vigente en Francia en 1931 permite a Renoir guardar el título de la novela y no tener que defender la falta de moralidad de la impunidad del crimen. Mientras tanto,…  


Johnny condenado a la silla eléctrica 

 …Hollywood vive bajo la aplicación del código Heayes de censura –lo que durará hasta muy entrada la década de los 50 del siglo XX –y la película toma el título de Scarlet Street, nombre de una calle de Greenwich Village donde se desarrolla parte de la acción, lo que permite a Lang hacer una incursión crítica en la atmosfera cultural de Nueva York.


La primavera es algo especial 

El nombre de Kitty-Catherine March (Marzo: la primavera tiene algo especial dirá Cross, saliendo del banquete ofrecido en su honor) para la Lulú de la obra inicial es la lejana respuesta de una gatita a la perra (La chienne), que España resolvió con “La golfa”. Que la censura acepte que el asesino salga impune de esta historia es harina de otro costal. El “viejo sabio indio”, como dirá Jean-Luc Godard más tarde, consigue convencer a la comisión de censura de que la culpabilidad que habita en la conciencia de Christopher Cross es un castigo mucho más terrible que la justicia de los hombres.
Encontramos aquí  la principal diferencia entre Renoir y Lang: el primero declara la futilidad de los eventos y que “la vida es bella” y, desde el principio anuncia que no se sitúa en la perspectiva de un drama moral o una comedia social,  mientras Lang  insiste sobre la necesidad de una conciencia moral aunque, como dice en su artículo, el humano no tiene que dejarse aplastar por el destino.  Todo eso no impide al puritanísimo de una parte de la sociedad estadounidense actuar en ciertos Estados con sus ligas de virtudes para cortar tantas escenas en camas de matrimonio, con ropas interiores transparentes y pintura de uñas… La polémica levantada por el mundillo artístico e intelectual pone en bandeja la publicidad de la película. 
continúa... Scarlet Street (2)




Blogs de memento