3.4.14

¿Amenaza la deflación en Europa?


 


Lo que,  en general, causa la deflación es la disminución continua  de la demanda asociada a una disminución de la producción y de los sueldos; representa un problema mucho más grave que la inflación ya que puede desencadenar un circulo vicioso del cual es difícil salir –como pasó en Japón en 1998 y 2008. Para cubrir sus costos, las empresas bajan los precios de sus productos. Pero la demanda baja también:  si en caso de inflación  los consumidores se apresuran a comprar antes de que suban los precios;  con la deflación, entienden que no merece la pena comprar si mañana todo será más barato. Con la deflación los que tienen el dinero lo detienen y la falta de circulación del dinero en la economía globalizada genera más deflación.
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En el último trimestre de 2013 los observadores de la evolución de la economía en la zona euro llamaban la atención sobre el riesgo de una deflación que venga a reemplazar el riesgo de endeudamiento. Se notaba una disminución de la inflación en los precios de productos no volátiles (como los productos frescos o la energía) así como una disminución del crecimiento anual de la masa monetaria y de los precios de producción. Estos síntomas no han cambiado la política del control de la inflación por parte del Banco Central Europeo. Esta tendencia deflacionista parece confirmarse.
 
En Le Monde 21 marzo de 2014: resumen del artículo “La deflación amenaza Europa” de  Michel Aglietta –profesor economista Universidad Paris X, consejero científico en el Centro de Estudios prospectivos y de informaciones internacionales.
Apoyarse en una estabilidad de las tasas de interés a 5 o 10 años, ligeramente superiores a 2%  en la actualidad, para confiar en la ausencia de riesgo de una deflación corresponde a una creencia colectiva que el Banco Central Europeo y los Estados de la zona euro esperan validar.  Pero la experiencia de Japón en 1998 permite decir que el riesgo no se mide con estos datos. Conviene más bien seguir el movimiento de los precios a lo largo del año para darse cuenta de  que  las anticipaciones que hace el mercado corresponden a unos factores de desinflación.
La deflación no es una trampa únicamente porque bajan los precios.  Por ejemplo, cuando aumentan los beneficios de la productividad más deprisa que los sueldos sin que cambie el margen de las empresas, entonces bajan los precios en condiciones favorables para la economía en el sistema de mercado globalizado.  Pero cuando la oferta productiva es anémica, las deudas públicas y privadas son altas, el sistema financiera no ha sido limpiado de productos tóxicos ni regulado, las políticas presupuestarias  empujan hacia la austeridad generalizada, la deflación se pone en marcha.
Conviene por lo menos corregir los defectos de la zona euro: estimular la demanda con un programa europeo de inversiones prioritarias [aquí añado: prioridades que conviene definir de común acuerdo entre los europeos], reducir la disimetría actual en los ajustes impuestos a los países muy endeudados  y con fuerte déficit. En una zona monetaria  donde se mantiene artificialmente una moneda fuerte cuando la productividad baja, la única devaluación reside en la baja de sueldos lo que es un factor de deflación.  El euro está cerca de 1,40 dólar cuando la situación económica es más bien compatible con un euro a 1,20 dólar. La disimetría en los ajustes entre países de la zona se debe esencialmente al  déficit importante de los países del sur cuando el exceso de 7, 5 % del PIB alemán no ha conducido a Alemania a aumentar los sueldos y a crear una fuerte demanda interna para compensar.
Por supuesto, se puede esperar que la situación expansiva de los EEUU aumente el valor del dólar,  que la política de recortes sea menos restrictiva –lo que no parece el caso. Sin embargo hay riesgos sobre el precio de la materia prima, la economía china vive una transformación, el problema de resolución de la recapitalización de los bancos europeos está lejos de ser resuelto.  De momento el BCE  mantiene su política de tasa baja a largo plazo.
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-En el mismo diario podemos leer en el artículo de la economista Amélie de Montchalin (Kennedy School of Government-Harvard. EEUU): “¿Y si el BCE midiera la inflación de otra manera?” del que damos el resumen siguiente: Las políticas estructurales que se están llevando a cabo en la mayoría de los países europeos alimentan las presiones deflacionistas y recesivas: búsqueda de la competitividad-precios por el hecho de no poder devaluar la moneda, disminución de los sueldos de los funcionarios para reducir los déficits públicos, baja inversión frente a una demanda interior anémica. Hasta ahora, la inflación medida por el BCE alimentaba la confianza… [Añadimos aquí que el papel del BCE es mantener la inflación a un nivel apropiado; no está en su estatuto negociar las reformas estructurales con países con dificultades como pasó con Grecia].

 pararse en este estado del análisis es un error. Los parámetros de medida de la inflación son incompletos; conviene tomar en cuenta un parámetro deflacionista siguiendo el conjunto de los precios que componen el PIB: a los bienes de consumo  de las familias conviene añadir el consumo público, las inversiones, las exportaciones y las importaciones, todos factores que toman en cuenta, en “tiempo real” la evolución de la estructura misma del PIB porque  así se sigue la evolución del precio de una cesta fija de los bienes. 
Esta forma de medir debe ser complementaria porque da una indicación valiosa en periodo de crisis o de cambios profundos del tejido económico. Enseña el impacto de las políticas que se están llevando sobre todos los precios, más allá del único parámetro del consumo que los políticos erigen como prioridad absoluta.  Se toma también el ejemplo de Japón  en su etapa deflacionista, cuando esta medida daba señales muy preocupantes mientras que el indicio de  los precios del consumo estaba bastante estable. 
 Mirar únicamente lo que se mantiene con la fuerza de los brazos –el consumo –no permite contrarrestar los efectos perversos que se presentan en  época de crisis. Y, por lo que se sabe, los dirigentes europeos no han tomado en cuenta hasta ahora estos factores que, sin embargo, publica la agencia Eurostat… Desde hace cuatro años, España registra un crecimiento cero  de estos factores de medida del PIB. No se puede esperar un efecto de disminución de la deuda por la inflación en estas condiciones. Si esta tendencia se confirma, se volverá imperativo reestructurar la deuda española como Portugal o Grecia.

 Es imprescindible hacer  el buen diagnostico: sin ideología, ni rutina, pero con honestidad y exhaustividad. Conviene ya elegir unas gafas que no embellezcan la realidad.

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