Deseos humanos 1954
Director: Fritz Lang
Guión: Alfred Hayes / Emile Zola ("La
Bête Humaine")
Música: Daniele
Amfitheatrof Cine negro: Fingers at the window (Charles
Lederer-1942), Suspense (Frank Tuttle-1946), Ivy (Abismos-Sam Wood-1947 con Joan Fontaine que vuelve a encontrar en Carta de una desconocida de Max Ophüls
en 1948), An act of murder (Michael Gordon-1948), House of Strangers (Odio entre hermanos-Joseph
L.Mankiewicz-1949), Backfire (Vincent Sherman-1950), Storm Warming (Aviso de tormenta-Stuart Heisler-1951), Tomorrow
is another day ( Unidos para el crimen-Felix E.Feist-1951), Human
Desire (Deseos humanos-Fritz
Lang-1954), The desperate hours (Horas
desesperadas-William Wyler-1955),
Fotografía: Burnett Guffey (ver filmografía
en este Blog)
Montaje: Aaron
Stell Cine negro: The
sniper (Edward Dmytryk-1952), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954), Touch of Evil (Sed de Mal-Orson Welles-1958)
Producción: Lewis Raxhmil .Columbia
Glenn Ford (aquí con Eric Buchanan) es Jeff Warren Filmografía cine negro: Gilda (Charles Vidor-1946), The undercover man (Relato criminal-Joseph H.Lewis-1949), Convicted (Drama en presidio-Henry Levin-1950), Affair en Trinidad (La dama de Trinidad-Vincent Sherman-1952), The big heat (Los sobornados-Fritz Lang-1953), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954), |
Gloria Grahame es Vicki Buckley (ver filmografía en el blog) |
Broderick Crawford es Carl Buckley (ver filmografía en Scandal Sheet en el Blog) |
Kathleen Case es Ellen Simmons actriz de TV, aparece en algunos westerns. |
Grandon Rhodes es John Owens En el cine negro : Shadow of a Doubt (La sombra de una duda-Alfred Hitchcock-1943), Ride the Pink Horse (Persecución en la noche-Robert Montgomery-1947), Born to kill (Nacido para matar-Robert Wise-1947), High Wall (Muro de tinieblas-Curtis Bernhardt-1947), Walk a crooked mile (La gran amenaza-Gordon Douglas-1948), Larceny (Aves de rapina-George Sherman-1948), Road House (El parador del camino-Jean Negulesco-1948), The Clay Pigeon (Richard Fleisher-1949), White Heat (Al rojo vivo-Raoul Walsh-1949), Detective Story (Brigada 21- William Wyler-1951), The sniper (Edward Dmytryk-1952), Angel Face (Cara de ángel-Otto Preminger-1952), A blueprint for murder (Andrew L.Stone-1953), Human Desire (Deseos Humanos-Fritz Lang-1954), |
La
humanidad es una epopeya: Human Desire,
como todo el cine estadounidense de Fritz Lang en general,
da una fuerza
épica a la fatalidad y al destino
que
combate la representación burguesa hollywoodiana
con la de las diosas y de los demonios que
nacen en los seres humanos.
Una
pareja. El marido envejecido y celoso, mata al amante de su joven mujer. Un
tercer hombre, testigo del crimen, es su nuevo amante. Ella intenta convencerle
de matar al marido. Detallamos algo más: empleado en una estación de trenes,
pero recientemente despedido, Carl Buckley pide a su mujer Vicky utilizar su
relación casi “familiar” con un alto ejecutivo para que su empresa lo
reintegre. Carl sospecha que Vicky ha ido más lejos de lo necesario para
conseguir el apoyo del hombre influyente. Cegado por los celos, mata al
supuesto amante y utiliza una estratagema para chantajear a Vicky y así
mantenerla bajo su dominación. Vicky encuentra protección – y algo más… – en
Jeff Warren, conductor de trenes de vuelta de la guerra en Corea. Su desprecio
y rechazo hacia su marido le conduce a empujar a Jeff a eliminar los indicios
que hacían de ella la cómplice de Carl.
A continuación, Vicky pide a Jeff de matarlo. Jeff se hecha atrás…
El
combate con la comisión de censura
Fritz
Lang rueda en 1952 Clash by night (Encuentro
en la noche), adaptado de un relato de Clifford Odets por el guionista
Alfred Hayes. Después de Blue Gardenia inspirado por el texto
de Vera Caspary, el proyecto de Human Desire reúne de nuevo al
director con Alfred Hayes para adaptar
esta vez La Bête Humaine de Emile Zola. La obra maestra
naturalista del escritor francés atrae al productor Jerry Wald que ha
colaborado con Lang justo antes en lo que marca el clímax del cine negro del
director: The big heat (Los
sobornados-1953), con Gloria Grahame
y Glenn Ford. Se puede suponer que la
elección de Lang está relacionada, aparte su amistad con el productor, con la
adaptación de la obra literaria por Jean Renoir. Nos encontramos de nuevo,
después de Scarlet Street (Perversidad-1945) con la pesada y nefasta comparación con Jean
Renoir y la respuesta es otra vez: las películas nacen libres e iguales y lo
que puede hacer un cineasta con un guión cualquiera en un espacio-tiempo
cualquiera es la representación de un mundo que corresponde a su propia visión.
Si queremos comprender lo que Lang ha querido plasmar en esta adaptación, no podemos hacerlo desde la comparación sino
buscando su propia marca. Donde podemos
pararnos es en la relación entre la compañía productora y el proyecto
presentado que es necesaria y evidentemente
distinta de la que Renoir ha podido tener en Francia 15 años antes.
La obra de Zola plantea el crimen desde las
pulsiones sexuales, el adulterio, el alcoholismo hereditario de “la bestia
humana” con, como tela de fondo, el
drama social de la condición laboral de los conductores de trenes, estos
chóferes (chauffeurs en francés) que
alimentan la caldera (chaudière) de
la locomotora, este otro monstruo protagonista de la obra. Unos ocho borradores
de Hayes y Lang son necesarios para apaciguar la (hipócrita) comisión de
censura. Para Hayes el reto es relevante: hombre de izquierda, ha sido
coguionista para Paisa (Camaradas) de
Rossellini. Para Lang, se trata de
cambiar el rumbo de la representación: “No
condeno la censura so pretexto de
asegurar mi libertad para rodar películas
morbosas o sensacionalistas. Pero si un lenguaje o unas imágenes más fuertes me parecen
necesarios para dar más relieve o veracidad a un personaje, quiero sentirme
libre para enseñarlo sin tener que preocuparme por unas reglas destinadas a
tranquilizar a unos censores políticos. En definitiva, pienso que la censura
quiere proteger al pueblo americano, poniendo a los ciudadanos de un gran país
bajo el control exclusivo de una minoría” (Fritz Lang- Trois Lumières-Ediciones Ramsay Poche Cinéma). Podemos imaginar el
lenguaje y las imágenes que Lang pensaba representar con el primero de los
ochos guiones, sabiendo que veía a Peter
Lorre en el papel del alcohólico e impulsivo conductor de trenes y a Rita Hayworth en el de la mujer fatal
que lo manipula para liberarse de su marido. El choque del encuentro de tales
personajes bajo la luz crepuscular de Canadá donde Lang proyectaba rodar estos
Deseos “Humanos” hubiese sido un punto de arranque magnifico para una probable
nueva obra maestra. Y Lang podría haber puesto así todo su empeño para ilustrar
esta frase de misántropo: “Sólo hay dos
categorías de individuos: los malos y los muy malos. Pero hemos llegado a un
acuerdo; así que llamamos buenos a los que son malos y malos a los que son muy malos”.
Desde
el momento que la censura debilita la fuerza de la intriga, Fritz Lang –que ha
dado bastante de él mismo en la representación de los dramas sociales y que
hace de su estancia en los Estados Unidos una plataforma para el desarrollo de
una obra en negro sobre la condición humana en el marco del “american way of life” –ancla la obra en el contexto de la contemporaneidad
de su producción. Acepta el casting propuesto que reúne de nuevo a los
protagonistas de su gran éxito, Los
sobornados, Gloria Grahame y Glenn Ford –los cuales pueden así acabar lo
que habían empezado, a saber tener la relación sexual que la situación de los
dos en Los sobornos no permitía.
Jeff Warren vuelve de Corea donde se ha acabado
una de las guerras del imperio contra el comunismo. Los trenes no tienen
calderas, son eléctricos y los conductores son unos robots que fuman
tranquilamente sus cigarros disfrutando del paisaje. Carl y Vicky Buckley
tienen un pequeño jardín que linda con su chalé, Jeff se aloja en la casa de
Alec Simmons, su compañero de trabajo, modesta pero con un confort que los
obreros europeos podrían envidiar en estos años de posguerra. Fritz Lang se
adapta a la situación creada por la censura y transforma el drama social de la
obra literaria transcrita por Jean Renoir, en un buen cine negro en el que todo
está bajo control: no habrá ni monstruo de fuego en la caldera ni bestia humana
en las entrañas del protagonista. El héroe cansado de vuelta de la guerra, pasa
a ser un segundo papel que expresa el deseo del “descanso del guerrero”: las
caricias de una mujer casada. Lang describe el progresivo despertar de otra
bestia: empieza a manifestarse con
unas explosiones de violencia; surgen
en la intimidad de los dormitorios entre
hombres y mujeres de una sociedad rígida e hipócrita. Invaden los
cuerpos monolíticos de estos hombres-fósiles de un sistema empresarial, que pasan del celo al delirio, las mentes de
estas mujeres que transforman sus fríos cálculos en juegos sexuales. Pero son
ellos que han construido la jaula donde ellas se consumen.
El vuelco
A fin
de cuentas, este juego de compromisos con la censura permite a Fritz Lang crear
el retrato colectivo de unos seres humanos que son los juguetes del destino: “lo que caracteriza todas mis películas es el combate contra el
destino. Lo que importa no es el destino, es el combate”. Este
combate, él mismo tuvo que librarlo con el sistema de la industria cinematográfica
estadounidense. Human Desire traduce esta lucha contra la fatalidad de unos
personajes que intentan no dejarse consumir por la dominación de otros como
Vicky, no perder la oportunidad de una relación verdadera para Ellen frente a
unos hombres ya aplastados por el destino: Jeff por la guerra, Carl por el
fracaso, los dos bajo la influencia del deseo sexual. Fritz Lang evoca el lazo
tenue que hay entre el deseo sexual y el
deseo de mutilar o matar y esta posibilidad
que tú o yo podemos volvernos asesinos en un texto sobre el crimen sexual.
El tema de la obra es este vuelco hacia
la bestialidad del humano cuando, desbordado por sus pulsiones, pierde la
capacidad de activación de su razón. Mientras Lang y el
guionista Hayes orientaban la trama en función de éste vuelco, el mismo título
de la obra de Zola, esta “bestia humana” fue un motivo de desacuerdo con los
estudios de la Columbia
que situaban la animalidad en el personaje femenino: Vicky.
Caracterización del vuelco
Sin embargo, tanto las mujeres, Vicky y Elen, como los hombres, Carl y Jeff,
están caracterizados por la frustración de los deseos, voluntarios o
soportados, como en el corpus de filmes tratados en este Blog, que van de La mujer del cuadro a House
by the River, pasando por Scarlet Street y Secret
beyond the door. La pareja Buckley da la representación más evidente de
esta frustración: Carl se ve rechazado constantemente por su joven mujer Vicky;
así que compensa su deseo utilizándola para sus intereses materiales. La echa
en los brazos de un hombre mayor que ha probablemente tenido relaciones
amorosas con la madre de Vicky ( ¿o quizás
abusado de la niña Vicky?). El error de Carl en esta maniobra le conduce
a los celos ciegos y asesinos. Broderick Crawford es excelente en el
papel del marido que teje la tela de araña donde quiere atrapar a su mujer para
dominarla definitivamente y en la que se
queda él mismo preso. No tiene otros medios que la brutalidad para comunicarse:
alcohólico, iracundo, es el que se acerca más al personaje que Zola había creado para el
conductor de trenes, Jacques Lantier,
aquí Jeff Warren.
Éste último,
interpretado por Glenn Ford, es el
personaje más oscuro, turbio, caracterizado por Lang con una cierta crueldad:
el actor virtuoso, recto, justiciero, tal como los mismos Estados Unidos de
America quieren representarse, traduce aquí estas cualidades reforzadas por su
reciente pasado militar de vuelta de la guerra. Pero, como Alan Ladd en The
Blue Dahlia ( La Dalia Azul- George
Marshall-1946) o Aldo Ray en Nightfall (Al caer la noche-Jacques Tourneur-1957), Jeff es un héroe sin
gloria, cansado y desengañado. Prefiere
refugiarse en su locomotora y encender un cigarro ante de comprometerse con la
jóven Ellen o cuando se trata de huir de los enredos en que le quiere implicar
la sensual mujer casada después de acostarse con ella. Su cara y sus modales
tan amables no bastan para disimular sus esfuerzos para controlar unos deseos
confusos. Las llamadas de socorro de Vicky con unos argumentos falsos – ¿o
sinceros? –, le conducen a echarse atrás, a refugiarse en la normalidad cómoda
aparente: mañana, otro día, puede ser que con la joven Ellen… La última
secuencia desvela toda la inhumanidad de Jeff: ésta represión voluntaria hacia
él mismo, impuesta a Vicky, lo ha transformado como Carl en una bestia:
mientras en un compartimento del tren que conduce están matando al amor que ha
rechazado, Jeff sonríe y enciende un cigarro: la bestia se ha transformado en
monstruo. Menos mal que Peter Lorre,
el protagonista de M, este monstruo pedófilo que Lang representó con tanto talento
en 1931, rechazó la oferta del director para este papel de Jeff, permite no
tener una respuesta demasiado simple al vuelco que da progresivamente el
personaje. El bonachón de Glenn Ford nos hace sentir hasta que punto las
heridas de la guerra se han transformado en cinismo. Su incapacidad para
expresar sus emociones, reconocer su profundo individualismo, generan la
violencia y la confusión que perderán a Vicky.
Las mujeres y estos hombres
Gloria Grahame es Vicky. Como para la elección del personaje de Jeff, la suya habrá
sido un buen punto en contra de los deseos de Fritz Lang. Vicky interpretada
por la encarnación de Gilda hubiese sido probablemente una simplificación de la
caracterización de la femme fatal –aunque
Lang pude hacer unos prodigios como Orson Welles que, siete años antes, tomó el
riesgo de un corte de pelopara hacer de la dama de Shanghai un icono
inolvidable. Lo esencial en Human Desire reside en Vicky y Vicky
no es una femme fatal. Sensual o sexual, víctima o manipuladora,
calculadora o amorosa, representa la ambigüedad, el poder de la falsedad
combinado con la fragilidad y la ternura. Su instinto de supervivencia le
empuja a tomar las riendas de su destino pero la brutalidad masculina la transforma
en un pequeño animal acorralado que busca constantemente una línea de fuga. Lo
hace primero con la palabra: cuenta su historia por partes, a medias, añadiendo
detalles erróneos, olvidando lo más importante, no miente del todo pero la
verdad que sale de su boca da la sensación del engaño. Vicky intenta protegerse
y si no basta con la palabra, decide la huida… Su frustración es desgarradora;
víctima de tres hombres violentos que le niegan su singularidad. Con Carl, su
marido, comparte una cotidianidad entre una jaula de pájaros y la televisión,
ella misma enjaulada entre las vías de ferrocarriles,. Para conseguir un
enchufe laboral, Carl la empuja a los
brazos de Owens (Grandon Rhodes) que se aprovecha de la oferta sin escrúpulos,
Jeff satisface con ella sus necesidades sexuales después de estos años de
guerra pero se retira cuando ella pide socorro. Si se resigna a la idea del
crimen, es la única que sería incapaz de cometerlo. Seductora en su primera
aparición, deja estallar en la última secuencia las frustraciones de su vida y
el pánico provocador de la presa frente a la bestia inhumana. Gloria Grahame,
el pequeño animal humano, tan humano,
acaba siendo víctima de los monstruos Maureen O’Hara (Woman
Secret -Nicholas Ray-1949), Bogart (In a lonely place-Nicholas
Ray-1950), Marvin (The big heat-Fritz Lang-1953), pero consigue aquí atrapar a
Fritz Lang en su red.
La otra mujer, Ellen / Kathleen Case, joven plenamente integrada en su sociedad, sueña con
casarse con Jeff que quiere desde cuando era una niña. Pequeño animal inocente,
conseguirá probablemente su propósito. La sonrisa de Jeff en la secuencia final
deja entrever la posibilidad de un ligue que no tiene más remedio que
transformarse en matrimonio si quiere mantener la relación de confianza con Alec
Simmons (Edgar Buchanan, actor segundario en numerosos
westerns, en su única colaboración al
cine negro), padre
de Ellen que le ha abierto su casa. Esta sonrisa de Jeff es la misma que
tuvieron probablemente Owen o Carl cuando Vicky era una joven inocente, unos
padres-amantes. Todo en el contraste aparente entre Vicky y Ellen permite
suponer que el futuro de esta última se parecerá
al de Vicky: el aburrimiento en la pequeña ciudad, un amante conductor de
trenes… Por una vez, Lang no plantea el problema de la justicia sino de una
forma elíptica: lo que acaba de vivir es su secreto y, una terrible culpa se añade
al desengaño que vive desde la vuelta de Corea. La bestia puede despertar y,
como le pasó a Carl, estallar la violencia: la rueda de la fatalidad no para
nunca.
La técnica Lang
Todos estos personajes están dirigidos con
sobriedad y elegancia por el “viejo indio”: a la estética de los planos
esenciales de la narración y el magnifico trabajo de luces y sombras se añade
una extraña ósmosis entre espectadores y actores que consigue armonizar
suspense y pavor con empatía, hasta en las terribles secuencias en las que
la violencia y los crímenes son siempre
alusivas. La dirección de la fotografía bajo la batuta de Burnett Guffey, limita los efectos expresionistas e insiste sobre
los encuadres y las posiciones de la cámara que potencian la dramaturgia. La utilización del contrapicado y de las luces actúa como
revelador de la amenaza o de los estados atormentados de estos humanos esclavos
de sus deseos.
La secuencia de noche en la que Jeff sigue a
Carl, borracho, a lo largo de las vías
del ferrocarril, para matarlo es la más significativa en cuanto a las
intenciones de Lang: los dos hombres de espalda, Carl en medio de una vía, la
entrada intempestiva de un tren en la estación por la izquierda impone de
pronto una narración fuera de campo, un instante en suspenso, genial.
Este tratamiento alusivo de la violencia se
repite en la secuencia del asesinato de Owens: está sugerido a partir de tres
planos: una puerta que se cierra, un tren que circula en la oscuridad, la hoja
de una navaja que alguien está limpiando.
Fritz Lang se apodera de la simbología de los
raíles y de los trenes: rompe con los tradicionales títulos de crédito y lanza
un impresionante travelling en el eje de la vía del tren a toda velocidad;
pensamos a la introducción del coche de The
killers (Forajidos) de
Siodmak. Si en Clash by night aprovecha la temática para ofrecernos unas
magnificas fotografías del mar, el puerto y la pesca, aquí el director
demuestra su interés para la industrialización: enormes máquinas que parecen
inmóviles e independientes de los humanos que las habitan, estaciones, raíles,
picado y contrapicado sobre las
locomotoras girando, arrimadas a la
plataforma de reparación, todo un mundo
metálico y frío. Los exteriores ritman la narración con las vías, los raíles
que actúan como motivos geométricos: encuentros de líneas, separaciones bruscas
que simbolizan las relaciones que se forman y se rompen en el interior de estos
monstruos de metal: los personajes están encerrados en los compartimentos y en
las habitaciones, desligados de cualquier sentimiento de velocidad y de
libertad. Una vida social
industrializada, mecanizada se impone en tela de fondo, monstruosa e
inhumana, a la rutina obsesiva del
cotidiano de Vicky.
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