13.6.14

Football, Política… e Indios



En el momento que empieza el Mundial del football en Brasil, me llama la atención este artículo publicado por Jean Philippe Belleau, profesor en el MIT,   en “Le Monde” 12-06-2014.
Varios movimientos sociales brasileños aprovechan en este momento la importancia simbólica de la Copa del mundo de football para ejercer sobre su gobierno presiones de última hora. Aunque se intenta que pase desapercibido en el extranjero, el más virulento entre ellos es el movimiento indio.   Desde el lanzamiento del acontecimiento deportivo, dicho movimiento también ha previsto manifestaciones sin preocuparse de su coste político frente a la opinión pública, consciente de que esta “tribuna mediática” desaparecerá después de la final del 13 de julio en el nuevo estadio Maracano (Rio de Janeiro). Se calcula que habrá en adelante una manifestación por día en diversos puntos del país. Siempre pacífica,  sin embargo estas manifestaciones son reprimidas por la policía con un uso desmesurado y sistemático de la fuerza como no ha sufrido ningún otro movimiento social. El 27 de mayo, la policía ha dispersado violentamente una manifestación indígena en Brasilia usando  balas de goma. Se ha podido ver incluso al viejo líder indio Raoni, el más emblemático de los jefes tradicionales, el más “nobelizable”,  víctima de gases lacrimógenos delante del estadio Mané-Garrincha.
En el caso de una revuelta india durante esta Copa del mundial, el gobierno brasileño tendrá que cargar con una gran parte de la responsabilidad. Los gobiernos de izquierda en el poder desde 2003, bajo las presidencias primero de Lula y, desde 2011 de  Delma Roussseff, han sabido satisfacer las reivindicaciones de los sectores más marginalizados de la población; sin embargo, se  han abstenido de enfrentarse a las graves amenazas que continúan pesando sobre varias comunidades indias, volviendo la espalda a las grandes ONG y su principal aliado, el Consejo Indigenista Misionero (CIMI)…
El gobierno, desde 2003, se ha apoyado políticamente en la bancada ruralista, esos grandes propietarios terratenientes dotados de mandatos electorales. Volcados en el cultivo de la soja, cuya exportación a Asia garantiza ingresos importantes en la economía brasileña, estos propietarios muy conservadores, solidarios entre ellos, han acumulado un gran poder político y simbólico. El más emblemático de ellos es el exgobernador del Mato Grosso, y el más importante productor de soja del mundo, Blairo Maggi, cuya colosal importancia política para el gobierno, le ha valido ganarse cuatro partidos del primer encuentro (de la Copa de football) en su ciudad Cuiaba. Mientras que ciudades más pobladas no figuran en el mapa del Mundial. Para estos propietarios, para los ganaderos, para el sector minero, los indios continúan presentando un obstáculo a la concentración  de terrenos.
En el Mato Grosso del Sur es donde la situación de los Indios es más dramática. Las comunidades guaraníes no encuentran ningún apoyo verdadero en los diferentes niveles del Estado brasileño. Entre los 60 jefes indios asesinados en Brasil en 2012, cerca de dos tercios eran guaranies. Acosados por los terratenientes y sus pistoleiros, estas comunidades están actualmente exangües. Diversos documentos de videos recientemente distribuidos por la CIMI muestran a estos esbirros abrir fuego impunemente sobre manifestantes guaranies, y a veces hasta en el interior de sus pueblos. Uno de las grandes fracasos del gobierno brasileño del Partido de los Trabajadores habrá sido su incapacidad, desde 2003, para combatir la impunidad judicial en el medio rural.
A esta situación hay que añadir el fracaso reciente de Belo Monte, en el que el gobierno, pasando por encima de las violaciones de los Derechos constitucionales e internacionales de los Indios, ha autorizado la construcción de una inmensa  presa hidro-eléctrica que inunda las tierras ancestrales de varias comunidades y que impide su capacidad de reproducción social. Pero, sobre todo, lo que ha empujado al movimiento indígena a actuar en plena Copa del Mundial es la proposición de enmienda constitucional PEC 215, un verdadero golpe anti-indio. Esta enmienda representa una amenaza potencialmente devastadora no sólo sobre los Indios sino igualmente sobre la ecología,  amenaza que ya no parece extraño  que venga de un gobierno de izquierda, aliado a la bancada ruralista, en todos los engranajes del Estado. Esta enmienda da una nueva formulación a las condiciones de obtención del estatuto de reserva indígena,  lo que tiene por meta la satisfacción de los que codician las tierra indias para explotarlas. Sonia Guajajara, una dirigente de la Asociación de los pueblos indígenas de Brasil (APIB) lo señala como una amenaza de exterminio. La situación se ha degradado el 3 de junio con el rechazo de los representantes indígenas de participar en cualquier negociación con el gobierno, aumentando así los riesgos de un conflicto social abierto en plena Copa del Mundial.
Se ha llegado a la paradoja de que una serie de gobiernos de izquierda, encabezados por el Partido de los Trabajadores,  se ha mofado sistemáticamente de los intereses y derechos del sector de la población brasileña más despojado, más desarmado políticamente.  Mientras las campañas pro-indias y la presión internacional conseguían hacer ceder a  los gobiernos de derecha de las décadas 1980 y 1990, los de izquierda parecen insensibles.
¿Qué puede pasar en los estadios? Acciones en las capitales de los Estados más hostiles a los intereses indios, como Culaba, parecen improbables. Lo mismo en los Estados sin amplia población india como Porto Alegre, Fortaleza, Natal o Recife. Al contrario de Manaus, Río, Sao Paulo y sobre todo Brasilia, o incluso Salvador se encuentran en los planes desesperados de las organizaciones indias para, por fin,  llamar la atención de la opinión pública sobre su situación. El reto mediático más grande para el gobierno es que los pueblos más capacitados para escenificar el conflicto –en particular los Xavante y los Kayapo –se unan a las manifestaciones.

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