<<Se marcha al “extranjero”: extraña y
arcaica afirmación, en la aldea
planetaria…>>
La política ha sido
desde siglos conducida por unos sistemas de poderes políticos y
económico-financieros: son estos los que crean las fronteras. En cada país el
gobierno de turno decide quien tiene
el derecho de pasar una frontera y quién no.
Con
esta utilización de los instrumentos de la política desde la trascendencia del
mercantilismo, el territorio planetario está fragmentado y los movimientos de
poblaciones se ven obstaculizados: la sociedad humana está dañada.
La cultura técnica está
promovida hoy en día por un sistema de poder globalizador de
valores imperantes. Es una cultura que separa el humano de la naturaleza y de su propia naturaleza
con el pretexto de crear una supuesta “sociedad del conocimiento”.
En los hechos, la ley del mercado favorece la competitividad y
aumenta las desigualdades entre los territorios fragmentados y al interior de
estos territorios. Acompaña el discurso del miedo que fomenta estas
identidades que marcan la diferencia entre grupos (nosotros y los otros), intenta justificar las fronteras; politiza la
sociedad humana sobre la base falsa de las ideologías..
Vivimos una hipocresía: existe una discrepancia entre los
valores que defendemos y la realidad que vivimos. Con esta utilización de los
instrumentos de la política desde la trascendencia del mercantilismo, la
sociedad humana puede, con razón, sentirse engañada.
La educación puede ser un factor de cambio, frenar los efectos
de la cultura técnica, crear una conciencia planetaria de lo común. Se trata de
fomentar en cada uno el
potencial activo y creativo que le
haga actuar con los demás con sentimiento de solidaridad.
La ética acota, delimita, este potencial de nuestras singularidades para
conducirlo al nivel colectivo. La
política es la utilización de este potencial al nivel colectivo para la
gestión de los asuntos comunes y el control de los poderes de gestión que
decidimos juntos. La ética debe ser la única trascendencia que inspira las
proposiciones políticas.
La sociedad humana se enfrenta a
unos retos – cambio climático, movimientos de poblaciones, repartición
de la riqueza, redefinición de la producción… – que vuelven obsoletos los instrumentos actuales, competitivos
y mercantiles de la política. La
importancia de estos retos a escala planetaria conduce a formula el deseo de
una nueva política.
El propósito de un sujeto político consciente de la
vulnerabilidad y la precariedad, intempestiva o previsible, de las poblaciones
debería estar acompañado por una ética que responde a a las necesidades de las
poblaciones migrantes, una
ética que trasciende cualquiera consideración ideológica, económica o mercantil,
una ética que (como mínimo) afirme la doble negación: no dañar, no engañar.
Las
proposiciones políticas de la sociedad humana deberían conducir a unas reglas y
unas leyes (poder legislativo de la sociedad) justas inspiradas por esta ética y cancelar
las leyes injustas como las de la inhospitalidad vigente actualmente. El
control del cumplimiento de estas leyes (poder judicial de la sociedad) debe
ser guiado por valores éticos.
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