Aguas Turbias 1944
Director: André de Toth
Guión: Joan
Harrison-Arthur T.Horman-John Huston
/ Francis y Marian Cockrell
Música: Miklös
Rösza
Fotografía: John J.Mescall-Archie Stout
Montaje: James Smith
Productores: James Nasser… y seis más –United Artists
Actores: en la foto Merle Oberon al cine con Thomas Mitchell y Elisha Cook Jr. (ver Filmografías en el blog)
Merle Oberon (Leslie Calvin) y Franchot Tone (Dr. George Grover) perdidos en los bayous |
Thomas Mitchell (Mr. Sydney), Fay Bainter (Emily Lamont) y John Qualen (Norbert Lamont |
Elisha Cook, Jr. (Cleeve) neurótico |
El periódico Saturday Evening Post publica
unos extractos de la novela Dark
Waters de Marian y Franck Cockrell los cuatro fines de semana entre medio
febrero y marzo de 1944. Este tipo de publicación se hacía por entregas
sucesivas; para Dark Passage que realizará más tarde Delmer Daves, el mismo
periódico ofrecía el texto de David
Goodis a lo largo de todo el verano de 1946. El productor Benedict Bogeaus
compra los derechos de adaptación cinematográfica.
Sàsvrài Farkasfawi Tothfalusi Toth Endre Antai Mihaly le 15 mai 1912
à Mako (Autriche-Hongrie) entra en la industria cinematográfica a los 21 años
como guionista, asistente de dirección y rueda su primera película seis años
más tarde. Pero muy pronto tiene que refugiarse en Inglaterra donde trabaja con
su compatriota Alexandre Korda (El ladrón de Bagdad); los dos emigran a
los EEUU y de Toth sigue como segundo realizador de Korda en El libro de la jungla. Mientras está
rodando Guest in the House (Semilla
de odio) con el productor Hunt Stromberg, recibe la invitación de Bogeaus
para dirigir Dark Waters. Alexandre Korda interviene para que Merle Oberon,
su ex mujer, sea la actriz protagonista.
La presencia (¿exigida o no?) del fotógrafo Lucien Ballard en el plató conforta a Oberon que tenía serios
problemas en cuanto a las relaciones entre la piel de su cara y las luces de
los focos.
Antes de hablar de la película, lo más
llamativo de esta producción es… la misma producción: nada menos que siete
productores, seis cachorros machos y una hembra. Nos lo cuenta el mismo De Toth,
el cuarto caballero de la banda de los tuertos: “Las aguas estaban llenas de remolinos, cadáveres y corrientes
traicioneras, de cocodrilos, y de siete (!) productores a punto de ahogarse, armando con páginas de
guión, chapoteando en el barrizal de
Dark Waters, los cuatro hermanos Nasser, que ambicionaban convertirse en los
Warner Brothers, Benedict Bogeaus, elegante a la rumana, casado con una joven heredera Dodge, Arthur Landau, exigente, hundiéndose
bajo toneladas de fotos y guiones; y Joan
Harrison, mujer encantadora y guionista de talento. Todos nuevos en la
carrera y debutando en la producción sobre una pista fangosa. Por separado,
eran soportables; juntos, se convertían en un verdadero dragón de siete cabezas
preso de del pánico… A Joan Harrison, la única
profesional de esta asociación incongruente, no le hacían mucho caso,
pero no cedió a esta banda de machos”. De esta última, hablamos a propósito
de Phantom
Lady (Robert Siodmak-1944) cuando decide pasar a la producción después
de ser guionista, co-autora de cinco películas de Alfred Hitchcock entre 1939 y 1942 (aparece en un corto papel en la
primera versión de El hombre que sabía
demasiado-1934). Más tarde produce también,
para el cine negro, Nocturne (Edwin L. Marin-1946) tratada
también en este blog y Ride the Pink Horse (Persecución en
la noche-Robert Montgomery-1947). Los folios de guión a los que se refiere De
Toth estaban escritos por John Huston;
Harrison contacta con él para reescribir entre los dos un guión que casi todo
el equipo rechazaba. Huston mandaba folios a cambio de dinero para apostar en
carreras de caballos. El resultado de todas estas peripecias (y unas cuanta
más) es una curiosidad entre el exotismo romántico lunar, el melodrama clásico
y el cine negro: el cine de la dominación de los débiles, del asesinato fácil y
del engaño. Añadimos este cinismo tan propio del director que ya descubrimos en
Pitfall
(1948), con una interpretación de Dick Powell muy acorde con su director. Recordamos
también, si hace falta, que los tres
otros de la banda de los tuertos eran: Fritz Lang, John Ford y Raoul Walsh.
El padre de Scarlet O’Hara, este buen hombre
que fue el Dr.Boone en Stagecoach (La diligencia-John Ford), se transforma
en el mejor /peor de estos dominadores monstruosos que todavía pueblan el
planeta.Thomas
Mitchell sigue siendo el “malo” después de Moontide
(Marea de luna-Fritz Lang-Archie Mayo-1942) pero con un toque de cinismo y de
crueldad y sobrepasa ampliamente en sus intenciones a los pérfidos cálculos del
compañero de Jean Gabin en la película citada. Aquí, él tampoco puede separarse
de su compañero: se trata de Elisha Cook cuya lubricidad y maldad le sitúa en
las antípodas de su papel en Phantom Lady rodada el mismo año,
pero que nos recuerda al cobarde esbirro de Greenstreet en The maltese falcon(Houston-1941)
y su actuación en The big sleep (Howard
Hawks-1946) o The killing (Atraco
perfecto-Stanley Kubrick-1956).
Franchot Tone y Thomas Mitchell |
Aunque Franchot
Tone también interpreta a un personaje totalmente opuesto al psicópata de Phantom
Lady, guarda aquí un aspecto por momentos inquietantes a pesar de sus
buenas intenciones –en el cine negro, el actor trabaja también en Jigsaw
(Fletcher Marker-1949). Un punto interesante marcado por De Toth que mantiene
así la atmósfera peligrosa que rodea a Merle
Oberon –la cual no para de sufrir, ya que acaba de salir de las garras de Jack el destripador – aquí en el papel
de Leslie –la actriz trabajará una vez más para el cine negro con Berlin
Express (Jacques Tourneur-1948) .
*****
***
*
¿Ha ido a algún funeral en que el sacerdote
olvidase el sermón? ¿Y que, al morir el que se sentaba junto a ti, sólo
pensase: “Habrá más agua para beber”? Daba igual que hubiese muerto. Y el
marinero se levantó y dijo: “Señor, vela por su alma, y que su cuerpo...”
Leslie
Calvin, en plena guerra mundial, vive una experiencia dramática: huye con sus
padres del sitio donde vivían en el Este de India, invadido por Japón. El barco
donde viajan choca con un submarino alemán, y Leslie es una de los pocos que sobreviven a
un naufragio que fue seguramente un espectáculo apocalíptico, el mar tragándose
sus padres y cientos de pasajeros… Se despierta en un hospital y sufre un
profundo trauma y delira. Nosotros espectadores no vemos nada de lo que ha pasado. Eso me recuerda a
Robert Ryan y sus pesadillas con barco hundido y guerra en The woman on the Beach (Una mujer en la playa -Jean Renoir-1947) – las
heridas de la guerra son profundas y el
público de la época tiene que agarrarse
a la butaca; los europeos verán estas imágenes sólo después de la guerra –. La
diferencia con Ryan es que Merle Oberon no encontrará un hombre en la playa
sino “un médico en los bayous”: se
llama Franchot Tone. Estamos en Louisiana, cerca de estos pantanos que dan a
este Estado de America una fama tan cargada de misterio como lo son también los
Everglades de Florida escenificados
por Nicholas Ray en lo que me parece ser su obra maestra.
Nos
encontramos en este ambiente exótico, asfixiante de calor y de humedad, con
estos hombres de trajes blancos inmaculados,
que nos recuerda otra película que paseó por este Blog: The letter (La carta-William Wyler-1940). El tema de la guerra está bastante
desarrollado en esta primera parte: en la zona de Diego Suarez-Madagascar
Leslie se puso enferma pero las “autoridades” francesas –o sea los esbirros del
gobierno francés de Vichy bajo los órdenes del ocupante alemán nazi – les niegan
el visado. Justo después, el barco se hundió. Los padres de Leslie eran
propietarios de una empresa petrolera, lo que significa una herencia
prometedora. De Batavia, la mandaron a los Estados Unidos-Louisiana.
Alan Napier en una corta aparición (encontrará a Merle Oberon en “Désirée”-Henry Koster-1954) |
El medico
que la trata (Alan Napier), localiza a
unos familiares suyos: Emily, la hermana de su madre y su marido, Norbert. Ellos
viven en Nueva York pero le escriben desde Belleville- Lousiana donde se
encuentra Leslie, en el hospital. La invitan en su nueva mansión, donde tienen
su plantación, el Rossignol, en el bayou Grand’Père. Pero dos hechos llaman
su atención: nadie le espera en la estación de tren, y el empleado de la
estación no conoce el nombre de Lamont. El calor, el cansancio: Leslie se
desmaya; el doctor Grover la acompaña a la plantación Rossignol. Ahí viven también el Señor Sydney y un tal Cleeve, dos
extraños personajes que gestionan la plantación de los Lamont. Pero quien dice bayou, pantano, dice arenas movedizas y sobre todo ¡AGUA!
y eso es lo que traumatiza tanto a
Leslie (¡el naufragio!).
¡Cuánto agua en los bayous!, piensa Leslie cuando
Mr. Sydney y Cleeve le proponen este temible paseo siguiendo un camino estrecho
que bordea el bayou. Estos dos juegan a ser los niños malos que asustan a la
niña Leslie: “El año pasado una mujer se
hundió en las arenas movedizas. La oímos gritar pero, cuando llegamos, ya se
había hundido… Es terreno peligroso, hay que conocerlo bien. Debe ser horrible
ahogarse en arenas movedizas… mucho peor que en agua. Al menos el agua es
limpia y rápida”. Lo que le espera a Leslie es de lo más turbio, a veces
casi negro. Empieza a experimentar la “Luz que agoniza” y a oír voces en la
noche…
A pesar del
comportamiento amable –una afabilidad quizás exagerada –de los que la rodean,
se nota una tensión continua en la expresión de sus caras, hasta cuando se
encuentra con esta familia instalada en la zona pantanosa: pasamos un corto y sorprendente momento en contacto con una sociedad
particular, la de estos descendientes de franceses que emigraron a Louisiana,
“invitados” por Méjico, después de huir de Canadá, echados por los ingleses.
Pero Leslie
encuentra también en ellos esta expresión de tensión, exceptuando al padre,
tierno y alegre. La tensión, la incomprensión de ciertas actitudes, las sospechas
nacientes: para Leslie, al trauma y el dolor se añade la certeza de haber caído en una trampa
mortífera. Le invaden las dudas cuando Pearson, el empleado negro de la
plantación con quien ha establecido una relación amistosa, promete ayudarla y darle más informaciones
sobre estos extraños personajes.
Rex Ingram es Pearson Jackson el genio de El ladrón de Bagdad y el gigante de Las mil y una noche. |
Pero cuando
se presenta a la cita con Pearson y que
le encuentra muerto ahogado, es el pánico… Este loco de Cleeve, que no para de acosarla, no está muy lejos. “Somos jóvenes y tenemos otros intereses, ¿no?, podemos divertirnos,
relajarnos, le mostraré el bayou. Venga, suba a la lancha” le dice Cleeve.
¡Adíos, Leslie! Menos mal que el Dr.Grover aparece a este momento.
Algunos
hablan de un cine gótico. Una trama que exige una ambientación no urbana y más
bien exótica no conduce necesariamente a alejarse del género negro como pasa en
las películas de Peter Godfrey, Cry
Wolf o The two Mrs. Carrolls
con Barbara Stanwick. Así que prefiero limitar este tipo de clasificación a las
películas citadas que nos acercan al terror o a las que se merecen este
calificativo por el decorado y la ambientación como lo son Sunset Boulevard o The house on Telegraph Hill.
Ahora bien, lo señalamos a propósito de las películas
de Godfrey ya citadas: ¿qué conduce a las escritoras o guionistas a hacer
sufrir tanto a las mujeres encerrándolas en trampas tendidas por unos malvados
o unos maridos psicópatas? Marian Cockrell y sobre todo Joan Harrison con Rebecca y Sospecha a su
activo, tendrían que explicarse porque Merle Oberon baja de sus Cumbres Borrascosas de la hermana Bronte, para interpretar a Leslie,
acorralada en un entorno hostíl: su belleza radiante se debe a las particulares
condiciones impuestas a la dirección de fotografía, siguiendo los consejos
expresos del ex marido de la actriz, el director Alexandre Korda que conocía
mejor que nadie el punto débil de Oberon: la mala calidad de su piel.
El lirismo fantástico de la región de los
pantanos constituye el aspecto más original para esta trama al fin y al cabo
bastante simple y clásica. Sin embargo, la reconstitución en los estudios del
paisaje es un reto que decidió lanzarse el director para crear una atmosfera
personal. Sacrifica así la posibilidad de utilizar la luz tan particular de los
bayous de Louisiana, las posibilidades de imágenes
cinematográficas que ofrecen las viejas mansiones, las marismas, el calor
pegajoso, la mitología del lugar… La elección de André De Toth parece atrevida
y valiente; a pesar de tener un
presupuesto generoso: a partir de una trama minimalista y clásica, trabaja la atmosfera: puro gesto artístico. Y
le sale bien: la secuencia final de noche en el bayou con los reflejos de la
luz de la barca, acompañada por la música angustiosa y particularmente eficaz de
Miklos Rosza es un buen momento de cine negro.
Cierto,
la obra suscita unas cuantas reservas en cuanto a la fuerza del suspense: las
consecuencias de los extraños eventos no crean en Leslie una alteración que la
conduzca a un punto límite como le pasa a Ingrid Begman en Gazlight, estrenado el
mismo año –sin por eso quitar a Dark Waters un apreciable éxito
comercial –y, por otra parte, el guión
no deja planear bastante tiempo el misterio sobre la identidad de esta falsa
familia. Pero estas reservas – y la
simplicidad de esta historia, bastante previsible – no le quita su potencial melodramático que,
en manos de André de Toth, Joan Harrison y John Huston, nos garantiza un buen entretenimiento.
Podemos disfrutar de unos momentos muy conseguidos en este ambiente de arenas
movedizas y de vegetación húmeda y oscura en el que la perversidad de Sydney y
Cleeve agudiza la angustia de Leslie que tiene que elegir entre morir o
zambullirse en estas Aguas turbias.
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