Cayo Largo 1948
Director: John Huston C Key
Largo
Guión: Richard Brooks /John
Huston (Adaptacion de la obra teatralde Maxwell Anderson de 1939)
Música Max Steiner
Fotgrafía
Karl Freund
Montaje: rudi Fehr
Productor: Jerry Wald-Warner Bros.
Actores:
Humphrey Bogart (Frank McCloud) y Lauren Bacall (Nora Temple) |
Edward G. Robinson (Johnny Rocco/Howard Brown) con Thomas Gomez ("Curly") |
Claire Trevor /Gaye Dawn, vista desde un ángulo sugestivo |
Notamos la presencia de
Lionel Barrymore (James Temple) -Harry
Lewis ("Toots" Bass) -Dan Seymour (Angel Garcia, visto en The Big Heat) -Marc Lawrence / Ziggy
A la relación que une a Huston y Bogart (con
siete películas juntos) y a la amistad que une a Bogart y Richard Brooks, conviene
añadir que el equipo se beneficia de
actores que se conocen por haber trabajado juntos en varias ocasiones. Bogart y Bacall, el famoso producto
publicitario Warner de la industria hollywoodiana, ruedan aquí su cuarta y última película juntos
–después Have and have not (1944), The big sleep (1946) de Howard Hawks
y Dark
Passage (Delmer Daves-1947). Bogart y Claire Trevor han coincidido en Dead End (1937), y los dos con Edward G.Robinson en The Amazing Dr.Clitterhouse (1938). Bogart
y Robinson tienen en común tres otras películas en sus filmografías: Bullets or Ballots (1936), Kid Galahad (1937) y Brother Orchid (1940). Claire Trevor
recibe un Oscar por Key Largo; conviene
hacer notar también que Edward G.Robinson es el actor principal y su fama
supera la de Bogart en esta época.
Algunas anécdotas más: el nombre del barco que
conduce Frank McCould para llevar a Rocco y su banda a Cuba tiene el nombre del
barco de Bogart: Santana. Claire
Trevor canta a capela “Moonin’Low” de
Ralph Rainger estrenada en el musical de Broodway The little Show en 1929. La secuencia tiene un gran dramatismo. Se
sabe también que los exteriores filmados durante el huracán corresponden en
realidad a unos rushes del melodrama
producido el mismo año por la
Warner , Night into Night con Ronald Reagan. Esta
claro que el terrible huracán de 1935 que mató a cerca de 800 personas en los
Cayos de Florida ha sido una fuente de inspiración para la literatura y el
cine.
Frank McCloud, veterano de la
segunda guerra mundial llega a Cayo Largo para saludar a Nora y James Temple,
la viuda y el padre de George, un compañero muerto en el combate. El hotel que
tienen los Temple está ocupado por el famoso gangster Johnny Rocco y su banda. En
el momento que Frank declara que su “primera
novia fue una barca”, Rocco exige de éste que le ayude a dejar los Estados
Unidos con su banda y que los conduce a Cuba. El cara a cara en alta mar final
entre Frank y Rocco sucede al tenso encuentro a puerta cerrada en el hotel de
la familia Temple.
La adaptación se aleja de la obra teatral
original, estrenada en Bradway en 1939, que sitúa la acción en plena guerra
civil española: la banda de Rocco ha reemplazado a unos bandidos mejicanos y
Frank, el héroe estadounidense, era un desertor del ejército español que muere
al final de la obra. John Huston no era muy favorable a este tipo de guión,
típico de la industria cultural estadounidense de la época con unos gángsteres
que ocupan una casa y mantienen rehenes a unos inocentes (aquí, por lo menos,
no hay niños pero sí un héroe): pensamos en Suddenly (Lewis
Allen-1954) o Desesperate hours (William Wyler-1955) con un Bogart bastante
más cansado en el papel del “malo”. Sin embargo, el director, animado por
Bogart, acepta el proyecto y con Richard Brooks, amigo del actor, se instala a
Key West para escribir juntos el guión. Los dos guionistas rizan el rizo de la
adaptación con un final que se inspira en la obra de Hemingway, “To have or have not”, que la película Tener o no tener (1944) había cambiado.
Cuenta Huston: “ Nuestra
adaptación de “Key Largo” actualizaba y
dramatizaba la obra homónima de Maxwell Anderson. Las grandes esperanzas que
provocaron la llegada de Roosevelt al poder ya se habían esfumado. El hampa
–encarnado en la pantalla por Edward G.Robinson y sus acólitas –volvía todavía
más potente por causa de la apatía general. Eso era el tema de nuestra
película. Edward G.Robinson aceptó el papel con reticencias. No le gustaba este
tipo de personaje, como si fuese realmente un gángster impaciente por comprarse
una nueva conducta. Lo que hemos conservado [de la obra de Anderson] es la primera escena donde vemos a Robinson
en la bañera, un puro entre los labios; se parece a un crustáceo dentro de su
caparazón”.
Rocco acosa a Nora, su “gatita salvaje” |
En realidad, el personaje de Rocco,
estereotipo del gángster que ningún obstáculo consigue parar, es más bien una
representación del famoso Lucky Luciano. Frank intenta calmar al viejo Temple
que habla de deportación y de exterminación
muy fácilmente. frente al
peligroso Rocco, su discurso se hace más
diplomático: “Rocco, le pido perdón para
el señor Temple, no sabe de quien habla… sus ideas, señor Temple son muy anticuadas.
Pertenecen a una época en la que los Estados Unidos creían poder pasar de los
Rocco…Sí, Rocco era más que un rey, un emperador… el maestro del chantaje…me
creía algunas palabras: no estamos sacrificando tantas vidas humanas para
volver a ese mundo de después de la última guerra mundial; luchamos para
limpiar el mundo de sus antiguos males, de sus antiguos vicios… y lo que quiere
Rocco es que quiere más ¿verdad Rocco?”. O sea, la diferencia entre el conservador
republicano Temple y el demócrata Frank McCould reside en la manera en la que
conviene tratar al mundo de los negocios; pero tienen un punto común: la
obligación de obedecer al mercado corrupto cuando ese los amenaza. “Mátame” dirá Rocco a Frank pero el arma
no estaba cargada y John Rodney / Clyde Sawyer, el policía que piensa que debe
cumplir con su deber caerá en lugar de Frank. “La pistola no estaba cargada pero él no lo sabía” dice Rocco: las
armas que te da el imperio mercantil no acaba con ese pero pueden acabar
contigo (más vale un cobarde vivo que un
héroe muerto será la conclusión de Gaye, a la espera de un vaso de whisky)
.
Lo que le puede desestabilizar es este
formidable huracán que azotea Cayo Largo ésta noche: la fuerza de la naturaleza
no se combate como la de los humanos, sobre todo cuando estos son tus rehenes.
Frank se ríe de Rocco: “¿no le gusta la
tormenta, verdad?¿Por qué no la amenaza con la pistola? Si no se calma,
¡dispara!”.
En esta época de posguerra y de entrada en la
“guerra fría” con la correspondiente designación de un nuevo enemigo, los
poderes institucionales de los Estados Unidos están empezando a presionar a sus
industrias, y particularmente a la cinematográfica tan necesaria para la
propaganda hasta el clímax del maccartismo que conducirá a Bogart, Bacall,
Huston y tantos otros a militar en contra de la Comisión de actividades
anti-americanas y a favor de la libertad
de opinión y de la prensa. Así que la
utilización de la obra de teatro de Anderson actualizada permite a John Huston
y Richard Brooks desarrollar en Key Largo un fuerte mensaje político
que apela a la resistencia contra el terror que quiere propagar un sistema de
poder. En el momento que la inhumanidad de la banda de Rocco se hace patente, no
queda más remedio que ir más allá de la denuncia y rebelarse: Frank McCould, militar
desilusionado y amargado después de la guerra mundial, tardará en involucrarse en
un asunto que al principio consideraba como ajeno al propósito de su viaje a
Cayo Largo. “Cuando uno ha sido un
luchador, sigue siéndolo para toda la
vida” dira James Temple para animarlo.
Lionel Barrymore (James Temple) |
A Gaye y Nora que le aconsejan aprovechar la
noche para impedir que Rocco y sus cuatro acólitos lo utilicen para huir a Cuba,
Frank responde poniendo fin al conflicto entre su razón y su corazón: “Cuando la razón os dice una cosa y el
corazón otra, es el corazón el que tiene razón. No es que un Rocco de más o de
menos cambie algo en este mundo, pero tengo que lanzarme”. Acaba por
comprometerse con James y Nora Temple para combatir desde la honradez y la
ética, en contra de la dominación del
hombre por el hombre. Por supuesto, la mirada de Lauren Bacall es un aguijón
para tal decisión… Aunque la actriz, desde Dark Passage, ha limitado su
capacidad glamorosa: abandona los cambios de vestidos de alta costura de The
Big Sleep para transformarse en enfermera, con falda, blusa y muchos
bolsillos, para cuidar de un inválido: Lionel Barrymore en esta película y –un
corto momento – el propio Bogart en la película de Delmer Daves… lo que no
impide a Rocco llamarla “gatita salvaje”
y acorralarla hasta que le escupe a la cara.
Bogart se encuentra por
supuesto muy cómodo en el papel del héroe virtuoso que actúa para el bien de la
humanidad. Con esta cicatriz en el labio, prueba de su paso por el ejército,
tiene esta expresión propia de los que lo han vivido todo, esta mirada cansada
de los que lo han visto todo. Y su voz
característica, atonal, lanza las palabras como las balas de una ametralladora
que nada puede parar. Huston sabe cómo y
cuándo enfocar la cámara sobre su cara; la presencia y la actuación de Lauren Bacall
permiten que resalte todavía más. Sin embargo, nos encontramos en unas
circunstancias parecidas a las de Casablanca,
con la capacidad técnica de Michael Curtiz y su relación laboral con Bogart, no
tan profunda pero parecida a la de Huston, y con la presencia luminosa de
Bergman. En estas dos películas, Bogart encuentra la posibilidad de
caracterizar a unos personajes que corresponden perfectamente al momento
adecuado en su trayectoria profesional. Estas coincidencias el actor las tuvo
ya en El bosque petrificado, obra
teatral de Robert Sherwood en 1934: Bogart interpretaba a Duke Mantee, un
gángster que aterroriza en un lugar perdido a sus rehenes, entre los que se
encuentra un poeta, Leslie Howard. La
Warner había previsto una adaptación al cine con Leslie
Howard y Edward Robinson, dos actores de primera, como lo eran también George Raft y James
Cagney, dejando atrás a Bogart. Pero Howard insistió para que su amigo Bogart retome
su papel que había contribuido al éxito de la obra teatral. Para Humphrey
Bogart, El bosque petrificado (Archie
Mayo-1939) significa el primer momento de gloria en el cine. Desarrolla los
elementos propios a la representación del sadismo y el despotismo con la economía
de medios que sabrá afinar a lo largo de su carrera. El encuentro profesional
con John Huston empieza cuando éste último escribe el guión de The Amazing Dr.Clitterhouse (Anatole
Litvak-1938) donde Bogart coincide con
Robinson y, a continuación, el guión de High Sierra (Raoul Walsh-1940) con
Ida Lupino, donde Bogart saca provecho de su papel anterior en El bosque petrificado. Este giro en su
carrera que le sitúa en lo alto en los castings (pero todavía por debajo de
Edward G.Robinson) se confirma cuando el propio Huston toma la rienda de la
dirección con The maltes falcon y que la bienvenida negativa de George Raft
para el papel principal propulsa a
Bogart en la piel de Sam Spade, icono del detective privado del cine negro
naciente. En Key Largo, Bogart que
acaba de despertarse del Sueño Eterno
de Hawks y Chandler; han pasado cuatro años desde que resolvió el conflicto
entre Tener o no tener: esta claro
que su encuentro con Bacall le permitió acabar con “The Battiling Bogarts” el
apodo con que la pareja Bogart-esposa nº3 representaba sus escándalos y peleas
con olor de incendio y tabaco, perfume de whisky. Con la nº4 sus buenas
intenciones no le permiten acabar con el tabaco que es el elemento publicitario
clave del producto Bogart-Bacall. Así que la nº4 entra progresivamente en este
papel de enfermera, tan marcado en está última película juntos… antes del
declive… y exceptuando el epifenómeno de In a lonely place en el que Nicholas
Ray ayude a Bogart a hacer que brille una vez más su estrella al lado de otra:
Gloria Grahame.
Robinson, a pesar de que no le guste el papel
de Rocco, lo maneja perfectamente: la secuencia en que monta su discurso
patético sobre su poder pasado mientras le están afeitando es antológica.
Diabólico, mata dos pájaros de un tiro con su mala pasada a su socio Marc Lawrence / Ziggy en un asunto de falsos billetes
deshaciéndose de su amante Gaye.
Marc Lawrence / Ziggy |
La buena sorpresa en este equipo de calidad la
dan el veterano Lionel Barrymore y sobre todo Claire Trevor que sabe interpretar
a la mujer marginada por su condición de prostituta, una caracterización que la
persigue en Hollywood desde La diligencia
de John Ford, aunque consigue también ser Mrs.
Grayle, la femme fatal más temible del cine negro (Murder, my sweet de
Dmytryk). En Key Largo, en esta caracterización de la alcohólica, cantante “recuperada” por su antiguo amante Rocco, la actriz
nos regala el momento más emocionante de la película en ésta canción a capela
que, en sus letras, retrata su propia condición.
Conviene destacar que la película mantiene un
tono excesivamente teatral en esta adaptación de la obra de Anderson y el final
enfático con Bogart de vuelta a Cayo Largo conduciendo el barco añade peso al
discurso patriótico de circunstancia. Huston añade un toque poético a este
final con unos planos de Bacall en un rayo de luz, un homenaje afectuoso a la
pareja amiga: Bacall ángel de la guardia de Bogart, como también lo sugiere
Delmer Daves en la aparición de Bacall en Dark Passage. Pero, más allá de la
calidad de la interpretación y de la dirección, su interés reside en su mensaje
político. Lo señalamos anteriormente: ¿Cómo resistir a la deshumanización de la
sociedad estadounidense, a la fuerza del terror organizado, a los sistemas de
poder? Una de las cualidades del guión de Huston y Brooks consiste en plantear
el problema de la delicuescencia de la sociedad desde el primer cuarto de hora,
en boca de Gaye: apoyada en la barra, ella, excitada y borracha, escucha en la radio, los resultados de una
carrera de caballos y se queja de apostar siempre por los perdedores.
Sin embargo, Huston esboza
una sutil y transparente tela de fondo a esta problemática de la sociedad
occidental y de sus conflictos, encerrada, enjaulada, aterrada por la fuerza de
la naturaleza que se manifiesta alrededor de sus muros de hormigón. Otra
sociedad vive, se desplaza, migra, se resigna a quedarse fuera de los muros
cuando amenaza el huracán. Desde la primera escena –la llegada de Bogart a Cayo
Largo, en un autobús que la policía local para, en busca de dos indios
escapados de la cárcel –oimos esta conversación entre el chofer y Frank:
-Chofer: Estos
indios que han huido de la cárcel deben de ser de por aquí; siempre vuelven al
redil
-Frank: Y éste es Cayo Largo
…-Chofer: ¡Estúpidos! ¡Les faltaban
30 días y se escapan!
-Frank: 30 días en la cárcel para
un indio son como 30 años para otra persona
Estos indios recorren un camino paralelo al de
Frank / Bogart, ahí fuera; pero él no vuelve a casa; se va a encerrar con estos otros blancos estadounidenses, que tampoco pertenecen a Cayo Largo, en un hotel mientras se acerca el
huracán. Mientras, los indios de otra
isla vienen a refugiarse a Cayo Largo, protegidos por el señor Temple en su
hotel: “Charlie Wenoka y su familia, de
la isla Crawfish. Son de sangre noble; él es el jefe del pueblo seminola.
Desciende de los dioses. Vende conchas a
los turistas” . Pero el jefe mafioso Rocco no permitirá a Temple que acoge
a la familia de la isla Crawfish.
La
foto, este corto flash de los amerindios que se resguardan de los meteoros
enloquecidos bajo el porche del hotel en el que el mundo de los blancos se
descompone, es el regalo de John Huston al arte cinematográfico.
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