Donde habita el peligro 1950
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Director: John Farrow
Guión: Charles Bennett / Leo Rosten (relato)
Música: Roy Webb
Fotografía: Nicholas Musuraca
Montaje: Eda Warren
Dirección artística: Albert D'Agostino-Ralph Berger
Producción: Irwin Allen RKO
Actores:
Robert Mitchum es Dr. Jeff Cameron-Faith Domergue es Margo Lannington-Claude Rains es Frederick Lannington |
Maureen O'Sullivan es Julie Dawn |
Ralph
Dumke es Klauber
Harry Shannon es Dr. Maynard
Lillian West es Mrs. Bogardus
Ray
Teal es el sheriff Joe Borden
Como
a Robert Ryan, los estudios RKO abrieron
las puertas de la iconografía del cine negro a Robert Mitchum desde 1946 con The
locket, seguido por Crossfire, Out of the past, The big steal
hasta esta película. Pero, para Howard Hugues, Mitchum tiene que pasarlo mal:
algunos de sus personajes son de los que dicen ¿Qué estoy haciendo aquí? (frase que pronuncia en Las fronteras del crimen). Después de
ser el médico enfermo, víctima de los enredos de la pareja Margo y Frederick Lannington, vuelve como
enfermero para ser víctima de la cara de ángel que le ofrece Jean Simmons dos
años más tarde (Angel Face-). También una historia de suicidio y
de niña de papá. Entre estos dos ambientes hospitalarios, este pobre Mitchum
sufre todas las torturas posibles por orden del sádico Raymond Burr en His
kind of woman (Las fronteras del
crimen-1951-John Farrow).
En Where the danger lives, Mitchum
interpreta al medico Jeff Cameron. Éste, en vez de seguir ofreciendo rosas
blancas a la pálida Julie, enfermera en el mismo hospital, decide mandar unas
rosas rojas a la morena Margo que ingresaron una noche en el servicio de urgencias
por un intento de suicidio. La moral de la época sobre el tema del suicidio no
permite aclarar lo que ha hecho ni lo que le han hecho, probablemente un lavado
de estómago.. Jeff la salva, se enamora y consigue su dirección y va a contarle
la canción de ¡Qué bello es vivir!
Cuando descubre que la lujosa mansión de Margo es donde habita el peligro, ya
es muy tarde. ¿Qué ha pasado?
Después
de unos días y unas cuantas noches de amour
fou, Margo le anuncia que tiene que encontrarse con su padre que acaba de
llegar. Una vez solo, Jeff no acepta esta huida precipitada, decide ir a ver al
viejo padre y anunciarle que quiere casarse con Margo. Su timidez le empuja a
tragar unos cuantos cocktails y, borracho como sólo Mitchum sabe serlo, se
presenta en la mansión de todos los peligros. Porque el viejo no es el padre;
es el marido. Lo clásico: hombre rico mayor se casa con joven guapa, dinero a
cambio de compañía y cuidados. Jeff se marcha, disgustado pero un grito le
obliga dar la vuelta: encuentra a Margo herida: Violencia domestica. Jeff se interpone, el viejo saca toda su mala
leche, le pega con el atizador, él le da un puñetazo a lo Mitchum, va a lavarse
la cara. Cuando vuelve, se da cuenta que el viejo ha muerto.
El buen médico diagnostica también su propia
conmoción cerebral (los golpes del viejo, la borrachera…). El buen ciudadano
piensa que conviene llamar a la policía. ¿Y Margo en todo eso? Nada de policía,
huir a Méjico: coger el coche, algunas joyas y abrigo de piel, tomar las
riendas como pueda, tirar de un Jeff que, entre conmoción y borrachera le
explica el diagnostico: lenta parálisis de los miembros o de un lado entero…
Margo intenta no dejarse llevar por el pánico. Pero ahora el peligro habita en
todas partes: los indicios son cada vez más claros, el engaño más evidente, las
mentiras y las contradicciones patentes, pero Jeff no tiene fuerza para impedir
que siga esta loca huida: está claro que Margo no quiere otra cosa que llegar a
Méjico lo antes posible, que puede echar toda la culpa a Jeff. No quiere que
éste escuche la radio.
Aquellos
a quienes piden ayuda se aprovechan de su situación, les engañan, cada vez tienen menos dinero. Qué
importa, ella ha acumulado dinero ahí, al otro lado de la frontera, a escondidas
durante todos estos años con el viejo… ha sido tratada psíquicamente por
especialistas… ¿La muerte del viejo marido? Si no es Jeff, es Margo… eso lo
sabremos más tarde. Vamos a vivir con ellos hasta el final esta huida, la
decadencia ineluctable de dos enfermos, presa fácil para los pequeños
negociantes del país profundo, o hazmerreír de un pueblo en fiesta.
Mitchum
vive su conmoción cerebral más como un
borracho que como un médico responsable que, por sus conocimientos, tendría que
saber mejor que nadie cuidar de su estado de salud: el papel de borracho le es
por supuesto más fácil y probablemente el alcohol le ayudó durante el rodaje de
la película. No es el amor lo que se impone a la simple supervivencia, ya que
sabe por donde anda la pérfida Margo, entonces ¿por qué se empeña en actuar
según las iniciativas de una enferma mental? A pesar de algunas inverosimilitudes
y de un desarrollo previsible de la narrativa, el actor crea una
caracterización del doctor Jeff Cameron con unos matices interesantes: una
cierta ingenuidad se pone de manifiesto en los primeros tiempos del
enamoramiento loco, una infinita paciencia frente al nerviosismo y la confusión
al borde de la histeria de la amada. Sin embargo, uno podría tener algunas dudas
en cuanto a esta inocencia. ¿Naif, el doctor Cameron? Lo que está claro es que
no tiene esta ingenuidad que brota en la mirada y la voz (¡ah, la voz de Orson
Welles!) del marinero O’Hara, atrapado en la red de The lady from Shanghai y
de su marido, el abogado Bannester. Una duda planea sobre sus intenciones, como
un leve indicio en las primeras escenas después del encuentro con Margo: este
medico, admirado por todo el servicio hospitalario, ha decidido instalarse por su cuenta y montar
una consulta privada o una clínica, una
empresa que necesita fondos y garantías. El “papá” de la niña Margo puede ser
un enganche igual a los grandes ojos negros (y poco expresivos pero son al
gusto de Jeff) de la presunta hija. Lo que está claro es que Jeff se olvida
enseguida de Julie, su novia enfermera, mujer del director Farrow y madre de
Mia,: Maureen O’Sullivan.
Todo
eso es muy “humano” a fin de cuenta: ¡el doctor Cameron se porta tan bien y
tiene tanta paciencia con los niños hospitalizados! A pesar de las dudas sobre
su comportamiento inicial, o su actuación monolítica que confunde el trauma
craneal con el estado de borrachera, Jeff sabe bajar unas escaleras y la
secuencia vale por toda la película. Su caída,
eterna, en la escalera del hotel de Postville, al final de la escapada es de lo
mejor de Mitchum, igual que su primera aparición en La noche del cazador. ¡Adiós,
rosas rojas! Con la morena Margo, se acabó, pero ¿conseguirá llegar hasta la
puerta?
Le avisó Lannington: si se la lleva, el tiempo pasa y llega el final del camino, doctor Cameron |
¿Qué queda de este tremendo melodrama?
Una excelente calidad técnica que crea un
ambiente de tintes particularmente negros: la foto de Nicholas Musuraca, por supuesto, y el buen trabajo de un equipo de
profesionales curtidos en el cine negro de la RKO (¡Bueno! Roy Webb ha tenido que incluir unas partituras de clásicos
románticos rusos,…y hasta Gustav Mahler, cuando aparece la cara de Faith,
interrumpiendo así su excelente música de acompañamiento. Orden del gran jefe,
probablemente) .
Pero
el guión tiene fallos. Si evocamos The lady from Shanghai
(Welles-1947) a propósito del personaje
de Jeff Cameron, por supuesto no significa una comparación de las dos obras,
planteamiento absurdo. Se trata de poner en evidencia las limitaciones de una
narración sobre el tema del engaño: la manipulación, aquí limitada al plan de
Margo, no está tratada con bastante fuerza. La actriz Faith Domergue, único
centro de interés para el proyecto del productor Howard Hugues –además del
beneficio comercial esperado –, tiene su parte en esta limitación: la expresión
de la cara y del cuerpo denotan una falta de profesionalismo, aunque el papel de
la perturbada mental no es de lo más fácil. Sin embargo, la actuación de
Marilyn Monroe en su interpretación de un personaje similar es mucho más
convincente en Don’t Bother to Knock (Roy Baker-1952).
Por otra parte, el talento de Charles Bennett
como guionista (Foreign Correspondent-Alfred Hitchcock-1940) no se manifiesta aquí. La historia de Leo Rosten,
huir de una persecución policiaca con
una persona psíquicamente frágil, ha
sido representada en el cine negro con más éxito. Joseph H.Lewis la trata
magníficamente en Gun Crazy (El demonio de
las armas) en rodaje el mismo año: Bart –John Dall, cuida de Laurie –Peggy Cummins. Nicholas Ray
da a Keechie –Cathy O’Donnell el difícil papel de templar los impulsos de Bowie
–Farley Granger en They live by night (Los amantes de la noche-1948). El amor
lo puede todo. Pero la fuga de estos dos personajes a merced de los eventos por
no tener un potencial de razón para enfrentarlos, opuestos en sus mecanismos de
supervivencia, puede dar una magnifica
película surrealista y poética, pero en el género realista no deja lugar a
suspense, y el desenlace es previsible. Sus propias maquinaciones desbordan a
Margo. Descubrimos muy pronto sus
cálculos (confusos) en la narración: la apertura de una cuenta en Méjico
sacando el dinero a Lannington, sus
improvisaciones durante la huida, con el
fin de aprovecharse de Jeff, su única seguridad a pesar de su estado, también
retenerlo para poder cargarlo con la muerte del marido si hace falta.
Estas
improvisaciones de Margo ¡podrían ser
contrastes, bifurcaciones intempestivas como las que maneja un Mankiewicz! El
cinismo y el poder de Frederick Lannington, viejo y enfermo como los personajes
ebrios de dominación que tan bien caracteriza Orson Welles, están justo desdibujados y la
presencia en la pantalla de Claude Rains
–que corresponde a la única secuencia
del asesinato –podría haber sido mejor aprovechada. El actor da una
interpretación magistral del personaje de Lannington . Esta riqueza en las interrelaciones y las
situaciones merecía un tratamiento más contundente, una visión reflexiva sobre
los entresijos de la mente humana. Como tantas veces con Howard Hugues, lo que
cuenta es que el objetivo de la cámara sea dirigido hacia su amante del
momento. Menos mal que respetó el tiempo total de la obra y el ritmo impuesto
por John Farrow y que no tomó la decisión de cambiar de director o de dirigir
él mismo con el fin de alargar esta huida de la pareja, añadiendo más elementos
barrocos como la escena del pueblo de barbudos en la que podía haber adivinado
el germen de una posible comedia. Lo
consiguió con His kind of woman (Las
fronteras del crimen) al año siguiente, alargando la película una hora. La
bajada a los infiernos de la pareja con estos encuentros, algunos previsibles como los engaños sobre la
compra de un coche o las joyas empeñadas, otros más divertidos como la fiesta
de los barbudos, son, a fin de cuenta,
anecdóticos. Lo más decepcionante es este final de comedia romántica con la
vuelta de la rosa blanca en el centro hospitalario y este plano final sobre la
señora Farrow, mujer del director y
suegra de Woody Allen unos cuantos años más tarde. La habíamos olvidado totalmente.
Así
que Faith Domergue demuestra patéticamente que hace lo que puede –que no es
tanto –para ser este personaje mentalmente frágil, Y John Farrow hace lo que
puede entre este guión poco trabajado y las exigencias inquisitorias de su
productor y jefe, lo que hace que Donde
habita el peligro no consiga dar inspiración y creatividad a la
representación de la decadencia de estos dos seres, a cada minuto más enfermos, envolviéndose en
una red cada vez más apretada,
asfixiante; agradecemos, eso sí, la calidad de la ambientación de un
buen cine negro en manos del equipo técnico de la RKO.
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