Grecia vive en este momento el fin escandaloso del quinto año de un proceso violento. A saber, el de la conversión de una deuda privada en deuda pública, rimada de reformas brutales exigidas por los países miembros de Europa. A partir de ahora se mantiene en el corazón de un círculo vicioso de préstamos sin tener otro objetivo que el rembolso de antiguos préstamos y el rescate de los bancos nacionales y extranjeros.
Las reformas tienen como resultado el empobrecimiento de la población de nuestro país, el dolor de su tejido social, la privatización de los recursos naturales y de la riqueza pública. El fin de este proceso es escandaloso porque el tercer memorándum signado con los países miembros de Europa es un acuerdo humillante que da el golpe de gracia a la sociedad griega. Este acuerdo, impuesto, que ningún gobierno de derechas no hubiera estado dispuesto a poner en práctica, se lleva a cabo sólo una semana después del rotundo No a los memorándums y a las privatizaciones, clamado por el 62% de los ciudadanos griegos en el referéndum, pero también cinco meses después de que Syriza realizara unas elecciones legislativas históricas, promoviendo con pasión exactamente lo contrario que finalmente ha hecho.
Un drama para Grecia y para Europa
Este desarrollo de la Historia es desconsolador. Portador de un resultado trágico, no solamente para Grecia sino también para toda la Unión europea, ya que significa el desprecio total, el fin de la política en el Estado griego contemporáneo, y favorece así el desarrollo y el triunfo de formaciones fascistas. Cierto, el Estado griego está enfermo desde hace décadas en razón de un clientelismo sustentado por los partidos políticos y por una corrupción sin vergüenza que toca a políticos y funcionarios. Pero está igualmente tullido por las mutaciones de un sistema económico mundializado en el que las políticas se adaptan alejándose de sus valores, exaltadas por la posesión y el crecimiento inmoderado, denigrando la cosa pública.
Grecia está entonces doblemente enferma. Un Estado enfermo, en un medio ambiente europeo y mundial igualmente afectado, a una época donde la austeridad parece ser la sola y única elección para que la humanidad tenga futuro. Pero una austeridad entendida como una política de conjunto, apuntado a la economía y a la perennidad de los recursos naturales y no como un proceso tiránico contra los países y sus ciudadanos. Europa debe tomar seriamente en consideración la situación trágica que ha llevado brutalmente a cabo con Grecia. Debe temer por todas la maniobras que ha producido. Es menester que Europa cambie inmediatamente su dirección política, que se acerque a sus valores para evitar lo peor que ya espera en sus puertas.
En este sentido, Alexis Tsipras ha visto finalmente que él era un « Hollandréou », tal y como lo había calificado el presidente francés hace algunos meses. Es lo que ha demostrado ser al practicar abiertamente la extorsión, pisoteando sus principios, traicionando a sus compañeros y a los ciudadanos griegos, y estando de acuerdo con los países miembros de Europa por la materialización de un acuerdo destructor para su país. Un acuerdo en el que no cree y al que ha juzgado de catastrófico en su discurso en el Parlamento. Allí no hay éxito para la política europea, al contrario queda de manifiesto su derrota y fracaso.
Este atentado a un gobierno europeo, a sus ciudadanos que lo han elegido y que se encuentran desprovistos de todo derecho político, es una afrenta a la Democracia en una Unión europea minada por las exigencias de los mercados. Muy lejos de llevar a cabo los valores de su diversidad cultural, esta Unión europea ha preferido encerrarse en la picota de del modelo económico transatlántico, traduciendo de facto un nivel cultural y político al servicio único de un ideal trivial: el del sistema financiero internacional. Se trata de un escandalo para Grecia y un peligro para Europa que en adelante cede el paso a las tendencias suicidas, las intolerancias políticas, corrientes nacionalistas y neonazis.
Yannis Makridakis es el autor de La caída de Constantia, traducido por Monique Lyrhans en francés (Sabine Wespieser, 179 p., 20€).
Publicado en Le Monde el 21 de Julio de 2015
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