12.10.15

LOS MEGATRATADOS


Firma del TPP: Foto de famiia de los ministros 


Una nueva generación de tratados
El tratado entre los Estados Unidos y los países del Pacifico, TPP, ha sido concebido por los Estados Unidos como un arma comercial contra la amenaza china. Es el primero de una nueva generación de tratados para fijar las normas del comercio mundial y, dicho oficialmente por su presidente, sirve a los intereses de los Estados Unidos de América  que han definido las Reglas del Juego del comercio mundial, con el asentimiento y el apoyo de las democracias asiáticas y europeas, después de haber definido las Reglas del Juego del neoliberalismo en 1981 con Ronald Reagan y, más tarde, con Clinton, las Reglas del Juego de la “autopista de la información” con los grandes monopolios estadounidenses de Internet.
Con el TPP, han conseguido convencer a los asiáticos firmantes del tratado, sobre la base de un acercamiento progresivo (y renovable) a las demandas de las distintas sociedades en términos de protección laboral y de medioambiente.

Estos tratados se están negociando en un contexto mundial complejo. Hay más de 3000 acuerdos de inversión internacionales y casi 600 acuerdos de libre comercio, unos acuerdos mega-regionales de comercio e inversiones, como el TTIP, el RCEP (acuerdo económico-global regional), acuerdo recientemente concluido entre Europa y Canadá… (Le Monde del 7 de octubre de 2015). 

Los tratados internacionales sirven a menudo para fijar ciertos principios que no corresponden necesariamente a las políticas interiores de uno o algunos de los países firmantes. Ya sabemos que los tratados comerciales son utilizados a veces  para justificar reformas interiores que no agradan a la sociedad (Tratado de Maastricht, Tratado de Lisboa…). Además, estos tratados internacionales sirven esencialmente para inscribir las relaciones comerciales en un tiempo largo… lo que puede conducir a impedir un cambio de política.

Principios más aparentes del TTIP
Un tratado internacional, como por ejemplo el TTIP,  se traduce por  la firma de una verdadera  “Constitución”: una constitución económica de comercio. Lo que, en términos democráticos significa: hay que tener confianza en sus principios para firmar un tratado internacional como el TTIP.

Conviene reconocer que los principios que rigen el TTIP  se encuentran en la línea política del neo-liberalismo,  mayoritaria en Europa desde hace algunos años. Pero inscribirlos en un tratado con los Estados Unidos de América, significa limitar los márgenes de maniobra de futuros gobiernos: aunque llegue al poder un partido que decide la abrogación del tratado, Europa quedaría ligada al tratado unos cuantos años más porque los tratados de este tipo contienen “cláusulas crepusculares” lo que significa que siguen activos entre diez y veinte años después de la abrogación.

Recordamos estos principios. Europa y los Estados Unidos se comprometen a:
-liberalizar un gran numero de sectores de sus economías (Los negociadores aseguran que van a excluir los servicios públicos sin darles de momento una definición clara),
-impedir que los Estados favorezcan sus empresas nacionales en perjuicio de la competencia extranjera: no se puede promover “la marca España” ni a unos productores locales en el mercado público.
-multar a los Estados que, directa o indirectamente,  expropian los beneficios de las empresas… lo que, en ciertos casos,  puede impedir a un Parlamento legislar para salvaguardar la libertad de las empresas nacionales.

Si nos limitamos al impacto de estos principios a medio plazo y en términos locales, sobre la cotidianidad de la gente, se puede pensar que los precios de los coches, ciertos productos de la agricultura, el textil… podrían bajar levemente, debido al cambio en los aranceles y las normas armonizadas. Se puede pensar que, a pesar de las reacciones de los ecologistas, los Estados Unidos van a vender a Europa su gas de esquisto, lo que puede disminuir el precio de la energía. Pero, lo que es prácticamente seguro es que los precios de los fármacos van aumentar de golpe en caso de que se refuercen las protecciones de propiedad intelectual de los laboratorios… y, por otra parte, la apertura del mercado europeo a las empresas estadounidenses fragiliza ciertos sectores económicos europeos como la agricultura.

Mantener el pulso
Esta nueva generación de tratados y acuerdos define una nueva cultura globalizada. La iniciativa estadounidense pone en evidencia, por su falta de transparencia, (o sea: de legitimidad), las contradicciones de las nuevas instituciones que se están creando en estos momentos.
¿Cuál es la contradicción?
Los que pretenden dirigir el gran mercado comercial mundial con sus normas, sus reglas laborales y una clara voluntad de tensión y provocación con países como China u otros, se presentan con la sonrisa de la buena fe como los constructores de un Estado de derecho mundial por el comercio, con su “Constitución” (TTIP, TPP…), utilizando al mismo tiempo unas estrategias de negociaciones secretas, lo que condena la confianza necesaria para firmar el tratado y para que un parlamento lo ratifique, a pesar de  que pueda tener algunos objetivos loables, lo que queda por analizar en los detalles.
La Comisión Europea en Bruselas podrá verse obligada a tomar en cuenta la situación política y la opinión pública si se mantiene el pulso:
-frente a la ceguera de unos poderes privados y la complicidad de unos tecnócratas delegados por los gobiernos elegidos,
-frente a la ruptura que estos tipos de negociaciones, por su falta de transparencia y de debate,  provocan con la ciudadanía de los países europeos,
-frente a la ausencia de una visión coherente por parte de la Organización Mundial del Comercio y las demás instituciones internacionales.

Creatividad de la utopía
No se puede dejar que se firmen unos nuevos tratados por encima de las Constituciones de cada una de las sociedades humanas, sabiendo que se ira imponiendo una nueva cultura global. A esta nueva generación de tratados asociada a los viejos principios de un “neo”-liberalismo rancio,  debe corresponder una nueva generación de pensamiento, una nueva visión que resiste con creatividad a tales conservadurismos.

 Los que, en las sociedades europeas, descubren el engaño de un gran mercado globalizado pseudodemocrático, y tienen argumentos sociales, políticos, económicos competentes, deben aportar a sus ciudadanos una reflexión y enriquecer el debate sobre unos modelos de desarrollo sostenible y equitativo en cooperación con otras sociedades, no europeas, y con la visión de una adaptación continua. Eso sería un impulso para una definición clara del cómo y por qué y para qué intercambiar la creatividad y la producción de cada humano.

Podría entonces establecerse,  por y para las sociedades humanas a través de una red transparente,  una Asamblea Constituyente internacional, encargada de:

-definir unas Reglas del Juego sobre las inversiones y los servicios,
-con una Constitución que fije un marco regulado a las grandes empresas
-sobre la base de una definición clara y asumida de los servicios (energía, agua, transporte, comunicación…) y de una re-definición de las producciones necesarias al desarrollo sostenible para el planeta.

Conviene resistir a cualquier enfoque rígido tal como se resuelven hasta ahora las cosas y que sirve únicamente a fijar unas instituciones y estructuras separadas de las poblaciones y a mantener unos liderazgos obsoletos.
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