Firma del TPP: Foto de famiia de los ministros |
Una nueva generación de
tratados
El tratado entre los Estados Unidos y los países del Pacifico, TPP, ha
sido concebido por los Estados Unidos como un arma comercial contra la amenaza
china. Es el primero de una nueva generación de tratados para fijar las normas
del comercio mundial y, dicho oficialmente por su presidente, sirve a los
intereses de los Estados Unidos de América que han definido las Reglas del Juego del
comercio mundial, con el asentimiento y el apoyo de las democracias asiáticas y
europeas, después de haber definido las Reglas del Juego del neoliberalismo en
1981 con Ronald Reagan y, más tarde, con Clinton, las Reglas del Juego de la
“autopista de la información” con los grandes monopolios estadounidenses de
Internet.
Con el TPP, han conseguido convencer a los asiáticos firmantes del
tratado, sobre la base de un acercamiento
progresivo (y renovable) a las demandas de las distintas sociedades en
términos de protección laboral y de medioambiente.
Estos tratados se están negociando en un contexto mundial complejo.
Hay más de 3000 acuerdos de inversión internacionales y casi 600 acuerdos de
libre comercio, unos acuerdos mega-regionales de comercio e inversiones, como
el TTIP, el RCEP (acuerdo económico-global regional), acuerdo recientemente
concluido entre Europa y Canadá… (Le
Monde del 7 de octubre de 2015).
Los tratados internacionales sirven a menudo para fijar ciertos
principios que no corresponden necesariamente a las políticas interiores de uno
o algunos de los países firmantes. Ya sabemos que los tratados comerciales son
utilizados a veces para justificar
reformas interiores que no agradan a la sociedad (Tratado de Maastricht,
Tratado de Lisboa…). Además, estos tratados internacionales sirven
esencialmente para inscribir las relaciones comerciales en un tiempo largo… lo
que puede conducir a impedir un cambio de política.
Principios más aparentes del
TTIP
Un tratado internacional, como por ejemplo el TTIP, se traduce por la firma de una verdadera “Constitución”:
una constitución económica de comercio. Lo que, en términos democráticos
significa: hay que tener confianza en sus
principios para firmar un tratado internacional como el TTIP.
Conviene reconocer que los principios que rigen el TTIP se encuentran en la línea política del
neo-liberalismo, mayoritaria en Europa
desde hace algunos años. Pero inscribirlos en un tratado con los Estados Unidos
de América, significa limitar los márgenes de maniobra de futuros gobiernos:
aunque llegue al poder un partido que decide la abrogación del tratado, Europa
quedaría ligada al tratado unos cuantos años más porque los tratados de este
tipo contienen “cláusulas crepusculares”
lo que significa que siguen activos entre diez y veinte años después de la
abrogación.
Recordamos estos principios. Europa y los Estados Unidos se
comprometen a:
-liberalizar un gran numero
de sectores de sus economías (Los
negociadores aseguran que van a excluir los servicios públicos sin darles de
momento una definición clara),
-impedir que los Estados favorezcan
sus empresas nacionales en perjuicio de la competencia extranjera: no se puede
promover “la marca España” ni a unos
productores locales en el mercado público.
-multar a los Estados que,
directa o indirectamente, expropian los
beneficios de las empresas… lo que, en ciertos casos, puede impedir a un Parlamento legislar para
salvaguardar la libertad de las empresas nacionales.
Si nos limitamos al impacto de estos principios a medio plazo y en
términos locales, sobre la cotidianidad de la gente, se puede pensar que los precios de los coches, ciertos productos de
la agricultura, el textil… podrían bajar levemente, debido al cambio en los
aranceles y las normas armonizadas. Se
puede pensar que, a pesar de las reacciones de los ecologistas, los Estados
Unidos van a vender a Europa su gas de esquisto, lo que puede disminuir el
precio de la energía. Pero, lo que es prácticamente seguro es que los precios
de los fármacos van aumentar de golpe en caso de que se refuercen las
protecciones de propiedad intelectual de los laboratorios… y, por otra parte,
la apertura del mercado europeo a las empresas estadounidenses fragiliza
ciertos sectores económicos europeos como la agricultura.
Mantener el pulso
Esta nueva generación de tratados y acuerdos define una nueva cultura
globalizada. La iniciativa estadounidense pone en evidencia, por su falta de
transparencia, (o sea: de legitimidad), las contradicciones de las nuevas
instituciones que se están creando en estos momentos.
¿Cuál es la contradicción?
Los que pretenden dirigir el gran mercado comercial mundial con sus
normas, sus reglas laborales y una clara voluntad de tensión y provocación con
países como China u otros, se presentan con la sonrisa de la buena fe como los
constructores de un Estado de derecho mundial por el comercio, con su
“Constitución” (TTIP, TPP…), utilizando al mismo tiempo unas estrategias de
negociaciones secretas, lo que condena la confianza necesaria para
firmar el tratado y para que un parlamento lo ratifique, a pesar de que pueda tener algunos objetivos loables, lo
que queda por analizar en los detalles.
La Comisión Europea en Bruselas podrá verse obligada a tomar en cuenta
la situación política y la opinión pública si se mantiene el pulso:
-frente a la ceguera de unos poderes privados y la complicidad de unos
tecnócratas delegados por los gobiernos elegidos,
-frente a la ruptura que estos tipos de negociaciones, por su falta de
transparencia y de debate, provocan con la
ciudadanía de los países europeos,
-frente a la ausencia de una visión coherente por parte de la
Organización Mundial del Comercio y las demás instituciones internacionales.
Creatividad de la utopía
No se puede dejar que se firmen unos nuevos tratados por encima de las
Constituciones de cada una de las sociedades humanas, sabiendo que se ira
imponiendo una nueva cultura global. A esta nueva generación de tratados
asociada a los viejos principios de un “neo”-liberalismo rancio, debe corresponder una nueva generación de
pensamiento, una nueva visión que resiste con creatividad a tales
conservadurismos.
Los que, en las sociedades
europeas, descubren el engaño de un gran mercado globalizado pseudodemocrático, y
tienen argumentos sociales, políticos, económicos competentes, deben aportar a sus
ciudadanos una reflexión y enriquecer el debate sobre unos modelos de
desarrollo sostenible y equitativo en cooperación con otras sociedades, no
europeas, y con la visión de una adaptación continua. Eso sería un impulso para
una definición clara del cómo y por qué y para qué intercambiar la creatividad
y la producción de cada humano.
Podría entonces establecerse,
por y para las sociedades humanas a través de una red transparente, una Asamblea Constituyente internacional, encargada
de:
-definir unas Reglas del Juego sobre las inversiones y los servicios,
-con una Constitución que fije un marco regulado a las grandes
empresas
-sobre la base de una definición clara y asumida de los servicios
(energía, agua, transporte, comunicación…) y de una re-definición de las
producciones necesarias al desarrollo sostenible para el planeta.
Conviene resistir a cualquier enfoque rígido tal como se resuelven
hasta ahora las cosas y que sirve únicamente a fijar unas instituciones y
estructuras separadas de las poblaciones y a mantener unos liderazgos obsoletos.
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