19.11.15

Instrumentalización de la sociedad



La soberanía reside en el pueblo del que emana el poder del Estado.
Tomo esta frase como punto de partida. La pronunció el rey de España el 10 de noviembre, pero podría ser una frase pronunciada por un presidente de república o un jefe de gobierno… o extraída de una constitución.

¿La soberanía reside en el pueblo?
Sí,  cada cuatro años, para que elige a sus representantes o si el “poder del Estado” le convoca por un referéndum
Eso permite a la soberanía cambiar de residencia, instalarse en el “poder del Estado”,  estos grandes conjuntos abstractos: El gobierno, El rey, La constitución, La ley, El estado de derecho…

¿Se puede decir que El Estado confisca al pueblo su soberanía?

Si y No: la última crisis económica –que aparece cada vez más como una crisis de civilización –ha puesto en evidencia una soberanía más allá de la que reside en el Estado (y no en el pueblo), más allá de los que gestionan la moneda común a unos cuantos Estados de Europa, en Fráncfort o Bruselas. La directora del FMI (Fondo Monetario Internacional) define la soberanía mundial – el “buen gobierno”, la gobernanza – como una flor, una margarita cuyos pétalos son el mismo FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio… el Consejo de seguridad de la ONU… y más conjuntos, más instancias superiores… ¿a la sombra del mercado global?

Conocemos los fines y sus métodos de esta gobernanza mundial. Esta soberanía, no elegida por las distintas sociedades del planeta,  hace de los intercambios entre estas sociedades un juego competitivo empresarial que no permite la regulación y el control de las financiaciones; obliga a las sociedades a ceder a estas empresas sus servicios públicos; permite la acumulación de riquezas materiales en algunos sectores;  aumenta así las desigualdades entre sociedades y entre grupos de la misma sociedad, designa a sus enemigos y  lanza sus guerras reuniendo a algunos “dirigentes” de países en un “consejo de seguridad”, … etc.

Y la frase del rey de España es uno de los eslóganes que la soberanía mundial propaga en las ondas, su música.

La música de la soberanía mundial corresponde a las dos partiduras mejor compartidas entre sus centros de decisión, estos grandes conjuntos citados: la barbarie cuando hace falta, y su ideología. Esta última, escondida detrás del “Estado de derecho”, esgrime el eslogan “No hay alternativa” y canta la melodía del “sentido común” para asfixiar el sentido crítico.

Así que al rey, o al presidente de una re-pública, o al jefe de gobierno… no le queda más remedio que instrumentalizar al pueblo para responder a los fines de su ideología. Los dirigentes elegidos tocan esa música con la que el flautista hipnotiza a la serpiente o ahoga a las ratas en el río Weser.


El instrumento es el individuo

¡No te equivoques! La sociedad no es ni la flauta, ni la serpiente ni tampoco las ratas.
 El instrumento es el individuo. El poder- del- Estado- que- emana- del- pueblo intenta dominar su instrumento (o sea, el individuo), tocar cada vez mejor la melodía que compone o compuesta por las instancias superiores, apreciar la cualidad de su vibración para que transmita todos los matices emocionales, del canto a la alegría hasta la sensación de miedo y de terror.
El instrumento-individuo, aislado, se transforma en individuo radical. Esta radicalidad se caracteriza por su aptitud a transformarse en maquina de repetición, en repetidor de las ondas de propagación de los compositores de las dos partiduras, ideología o barbarie.   Hipnotizado como la serpiente por la melodía del “sentido común”… o subyugado como las ratas por los salmos del fundamentalismo global, reserva sus fuerzas vitales, sus facultades de reflexión y acción a la realización de los fines de las partiduras. Instrumentalizado, dominado, se ha olvidado de su propia singularidad, de la práctica de sus propias fuerzas y de su saber.

El poder

A pesar de ser instrumentalizado, el  individuo no es instrumento: tiene vida y sus fuerzas vitales necesitan entrar en relación con otras fuerzas vitales, otros individuos. Sus fuerzas vitales, en su contacto con los demás y con su medio natural,  tienen tendencia a combinarse con estas otras fuerzas. Tienden a incitar a otras fuerzas y a suscitar nuevos deseos, así como a desarrollar las estrategias que permiten disuadir o convencer. Estas relaciones de fuerzas constituyen un poder: el poder “se socializa”.

Sin embargo, es la tendencia de las sociedades a la fragmentación y la jerarquización, cultivada por siglos de poderes absolutos, que conduce a estos grandes conjuntos citados que organizan la soberanía mundial. Y estos consideran que se puede apropiarse del poder, localizarlo en la Moncloa, en Bruselas o Washington al servicio de un mercado global no regulado. Los individuos que componen estos conjuntos son elementos funcionales, intercambiables. Este poder apropiado, localizado, no es nada más que la maquinaria de las dos partiduras, ideología o barbarie. No tiene la misma naturaleza que el poder formado por las fuerzas vitales de los humanos que componen las sociedades del planeta. Este último no es propiedad de nadie, no es localizable. Es difuso y, a veces,  se concentra en focos, en nudos, en plataformas, en redes transversales… aquí o allí. Y las relaciones de poder socializadas son las que difunden el saber estratificado durante milenios;  porque el individuo no puede por sí sólo hacer “su propio inventario”.

Los que componen la música que propaga su ideología o su barbarie movilizan todos los medios a su alcance. La tendencia panóptica de estos compositores les conduce a vigilar y controlar a los individuos a los que quieren instrumentalizar. Pero el  saber también es una onda de propagación;  mana de los focos espontáneos de poder que surgen en las relaciones de fuerzas vitales de los humanos. ¿Tendrá esta onda la capacidad y los medios para propagar el sentido crítico y por fin, instrumentalizar el poder del Estado para el bien común?


Blogs de memento
individuo y sociedad                  cine negro           Más de memento